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Bajo el estrellado cielo de un lúgubre páramo estaba Nick, haciéndose acompañar de Judy, que estaba a su lado, tratando de consolarlo por las noticias que a ambos les dieron. Aunque eran amigos cercanos, la verdad poco se conocían más allá de los menesteres laborales diarios. Aun así ella lo comprendía a la perfección. Sin embargo, Judy tomó esa noticia con un poco más de recelo guardándose para si sus pensamientos e inquietudes.

Acababan de salir de trabajar un turno diurno, el día fue, en forma relativa, calmo. Habían escuchado ya hacía unos días que entraría en vigencia una nueva ley apoyada por el gobierno, ambos no prestaron atención a la misma ya que al parecer no les afectaba por su condición, aunque también el desconocimiento y falta de información de la misma fue un factor muy importante.

Todo comenzó cuando un extraño virus comenzó a emerger y a expandirse sin que nadie lo supiera. Al acecho de los más débiles, los niños. Comenzó a evolucionar hasta un punto en el que variantes del mismo empezaron a atacar a poblaciones de animales en específico, no fue hasta que empezaron a verse las primeras víctimas de los estragos causados por la enfermedad que los médicos comenzaron a alarmarse preguntándose un sinnúmero de cosas.

Todo esto fue de forma gradual. Los ojos expectantes y turbados de todos en la metrópolis estaban puestos a ciertos grupos de médicos que, sin descanso, trataban de hacer algo para evitarlo. Pero no pudieron. Las poblaciones de cada una de las razas que habitaban la concurrida ciudad estaban menguando cada vez más hasta un punto crítico con el pasar del tiempo.

No había cura, no existía, hasta que un médico de nombre Francis Ramírez, se dio cuenta de algo muy peculiar cuando hacia los análisis: logró encontrar lo que parecían ser dos coincidencias. En este caso eran las muestras de dos animales que estaban enfermos: un coyote y un lobo. Movido como por la Divina Providencia extrajo el virus de uno para implantarlo en la muestra del otro mediante simple cultivo. Los resultados demostraron que los anticuerpos del coyote lograron acabar con el virus del lobo. La adaptación al cuerpo de uno de los animales lo hacía susceptible a los anticuerpos del otro. En teoría, explicaba el médico, su punto débil es el permanente cambio que sufría al momento de afectar a un huésped.

La situación era la siguiente: el virus de cada especie, estaba presente en la gran mayoría de los animales, Los adultos eran los portadores, el virus de no les afectaba , no por simple coincidencia, de hecho los anticuerpos los lograban atacar, pero no los eliminaban, más bien entraban en una fase de letargo inducido por las defensivas ingeniosas del cuerpo animal, pero todos los virus eran contagiosos, usualmente las transmisiones ocurrían durante la copulación, esto no afectaba en nada a los adultos, que en la mayoría de los casos no sabían que estaban portando el virus, el problema era que también se transmitía de madre a hijo, por ende casi todos los cachorros eran infectados por la madre. Desde ese descubriendo las investigaciones fueron más estrictas, fue obligatorio para todos los animales, sin importar estratos sociales y las especies, que se hicieran unos exámenes que determinaban quien era huésped del virus SA 1-X, como lo había nombrado su descubridor en honor a su fallecido Hijo Samuel, muerto por el mismo virus (la X era sustituida de cuerdo a la variante y a la especie que atacaba, por ejemplo: SA 1-Lupus, que afectaba a los lobos). Si el animal salía positivo, entonces se procedía a ingresarlo a una base de datos, después lo mandaban a un estricto régimen de anticonceptivos para evitar la concepción y por ende la muerte prematura de infantes. Los que no salían positivos eran enviados a lugares especializados donde los investigaban tratando de encontrar a alguien que fuera inmune a los mismos. Cabe a destacar que menos 5% de toda la población en general dio negativo. El número se reducía de forma drástica por cada especie.

De forma extraña y como manipulada por un ser divino las cosas fueron empeorando; el Sa 1-X dio un salto de mutación haciendo que a éste le nacieran flagelos... esto sucedió hace menos de 13 meses. El virus mutado ahora era aeróbico. Se transmitía por el aire y toda la población se contagió. Esa extraña y perturbadora coincidencia hizo que los médicos y científicos se alarmaran, pero alguien se adentró más allá de la ciencia y dio una solución extraña y abrumadora; éste, ante la displicencia de todos sus camaradas explicó de forma simple su postura. Dijo que la aparición del virus era de por sí una sorpresa, el descubrimiento sobre los anticuerpos del lobo y el zorro, al menos para él, era más que una simple coincidencia. Que solo significaba algo, los animales necesitaban evolucionar. Pero ¿Cómo lo harían? Si el caso del lobo y el zorro daba la respuesta a esa pregunta, entonces la solución era de por si tan sencilla: El cruce de ambas razas podía dar por extinto a las dos variantes del virus al mismo tiempo, según él, a ese paso todas las especies se extinguirían si no lograban idealizar algo, además de su idea para evitarlo. Eso hacia surgir varias cuestiones muy importantes ¿era posible? ¿Cómo lo tomarían los demás? Para ese tiempo las relaciones de animales de diferentes especies no eran bien vistas, pero no se les criticaba. Era bien sabido, si, que las parejas de ese tipo nunca podrían tener cachorros sanos, salvo en casos excepcionales y raros.

El raro hilo rojo de la cienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora