11. Satisfecho.

298 42 17
                                    


El menor caminaba hacia la casa de su "maestro", quien no había asistido a clases hoy. El pelimorado fue con la obvia razón de contarle sobre lo que sucedió hoy.

Lo que había sucedido después de la pelea con Ricardo fue que los mirones de las personas que estaban ahí, separaron a Ricardo y al menor, meciéndose entre el medio de estos dos por si a uno de ellos se les ocurría no tener suficiente con lo que había pasado. Un chico de segundo año sin un pedazo de su nariz y uno de primer año culpable de ello. Ya saben, lo normal.

El pelimorado no tardó mucho en tomar sus cosas e irse de la escena, ignorando por completo todo lo sucedido, se fue desapercibido.

Cuando llegó a casa, agradeció que su madre no estaba para ver su rostro con moretones y sangre. Tomó una ducha y hizo su tarea. Todo estaba bien, sentía un sentimiento de relajación, algo que ya hace tiempo no sentía; paz.

Ya se acabo.

Pensó para sí mismo. Observó un punto fijo en la nada mientras los recuerdos de la pelea se reproducían por escenas cada una. Bolt miró su puño, lo observó por un rato.

—Hm.—quedo observando su mano y lo cerró, volviéndolo un puño—Ya veo, entonces estoy satisfecho.—musitó para sí mismo.

Una sonrisa se fue formando en sus labios. Así se siente la Victoria: felicidad, emoción, fuerza, satisfacción; todo eso sentía el menor.

Todo aquello era su satisfacción.

¡Debería contárselo a Félix!—pensó con emoción.

Cuando el menor se dio cuenta de lo que pensó, se detuvo por un momento a reflexionar lo que pasó por su mente. Tal vez, al pasar tanto tiempo junto al pelirrojo, hizo que sintiese un sentimiento cercano hacia él. Aquello de seguro era una extraña amistad, algo que sólo ellos dos entendían.

Bolt no perdió más tiempo y se vistió para ir a la casa de su amigo y contarle lo que había pasado.

Y así es como el menor está tocando el timbre de la casa del pelirrojo. Lo hizo varias veces, hasta que por fin respondieron.

—¡Ya voy! ¡Ya voy! ¡Joder!—vociferó una ronca voz.

Los pesados pasos se oían acercarse a la puerta. Aquel que venía no era Félix, no, no era él. La puerta se abrió, un hombre alto y un poco obeso respondió, con un cabello negro y largo amarrado en una coleta, con una pequeña barba que recorría su barbilla, grandes mejillas y cara redonda, ojos verdes, grandes y gordas manos velludas junto a sus brazos, con una camisa de tirantes sucia que dejaba expuesto su peludo pecho, y los jeans rasgados y algo caídos.

La primera impresión que tuvo Bolt de aquella persona fue que ese hombre de seguro es el padre de Félix. La segunda impresión que tuvo fue que era alguien vulgar.

—Buenas.—saludo el menor.

—Igual, ¿quién eres?—pregunto de inmediato.

—Soy amigo de Félix. Me llamo Bolt. ¿Él se encuentra?—respondió formal el menor.

—Eh, si, si, él está aquí. Lo llamaré.—antes de que el hombre se diese la vuelta para entrar a casa, se detuvo inmediatamente y volvió a mirar a Bolt—¿Seguro que eres su amigo?

—Si, señor.

Bolt pudo notar como la mirada de ese hombre inspeccionaba su cara por los moretones. Él rojos ojos ignoro eso y dejo que le examinase con la mirada el mayor.

—Pasa y siéntate, lo llamaré.

El menor obedeció y entro, el pelimorado se sentó en uno de los sillones de la sala de estar.

—Quédate ahí, él vendrá ahora.—informó el mayor.

—Esta bien.

Bolt espero al pelirrojo, que había salido de el pasillo. Se acercó y se sentó junto a Bolt.

—¿Y esa cara?—pregunto con el ceño fruncido.

—¿No es obvio?—Félix sonrío.

—Por fin lo hiciste. Es increíble. Quiero que me cuentes, ¿qué paso?

Después de que Bolt le contase al pelirrojo sobre lo sucedido, el pelirrojo quedo con una cara indiferente. No se veía contento.

—Necesito decirte mi opinión.—dijo serio.—Se que tú y yo nos hemos vuelto así como amigos, pero, así mismo como amigo, tengo que decirte que, no me gusto lo que hiciste.—aquellas palabras hizo que se sorprendiese el menor—Se que te dije que usaras lo que te enseñe para lo que tú quieras, pero yo como amigo tengo que dar mi opinión.

—¿Qué demonios tratas de decir?

—Me gusto lo que le hiciste, fue lo que te impulso que no me gusto.—dijo—Ahora mismo, no me agradas tanto como antes.—explicó con sinceridad.—¿Porque? Porque tú eres el típico muchacho abusado que quiere aprender artes marciales o boxeo o lo que sea, para luego vengarte de manera egoísta contra aquellos que te hicieron daño.

—...

—Eres de esos que quieren aprender a pelear para luego ir a pegarle a los que te molestan. Yo, odio ese tipo de personas.

El pelimorado suspiro.

—Pudiste a verte defendido desde el principio, diciéndoselo a un maestro o peleando aunque no supieses. Solo da golpes y ya.—dijo—Es molesto, que pienses que porque ya te volviste un poco más fuerte, crees ser capaz de golpear a quien sea.

—No me interesa.—el pelirrojo miro a el Bolt—Realmente no me importa. ¿Cuál es el problema con ello?

Félix se sintió amenazado y iba a responder de la misma manera; ofensivamente. Pero decidió no hacerlo.

—... Tienes razón, no hay razón para joder con eso, porque ya pasó. Yo te enseñé tú eres el que sabe cómo usar esa fuerza, no yo.—suspiro.—Entonces, ¿solo viniste a eso?

En ese momento, cuando Félix se paró para hacerle esa pregunta a Bolt, este sintió la presión en el ambiente. El puño de Bolt temblaba de emoción, él quería pelear. Pero se contuvo.

—¿Porque no viniste a la escuela?—pregunto el pelimorado.

—No es nada importante.—respondió cortante.

—Como sea.

Después de lo que pudo ser una pelea, Bolt se marchó a casa. Había un sentimiento amargo en su interior, estaba molesto, estaba triste, tenía miedo y estaba feliz, un conjunto de emociones lo atacaban por cada extremo de su ser.

Bolt sintió algo, un leve dolor en su pecho.

Teeth [Fonnie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora