Capítulo 1. "Nuevo comienzo..."

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Juro que voy a matar al niño que me esté despertando.

-¡SI TIENES GANAS DE MEAR VE TU SOLO DE UNA MALDITA VEZ, SOLO AVÍSAME SI TE PEGAN QUE ES POR LO QUE ME DAN MÁS COMIDA! SOLO ES POR DEFENDEROS, NO POR SER VUESTRO JODIDO GUARDAESPALDAS.- Le grité de muy mala ostia al niño que me estaba zarandeando como si de un saco de patatas se tratase. seguía, si, aunque parezca increíble, después de los gritos que podrían haber despertado al guardia gordo que duerme en vez de vigilar, siga zarandeándome.

-¿QUIERES PARAR DE UNA JODIDA VEZ?.- Volví a gritar esta vez dándome la vuelta para darle la cara a quien pretendía desencajarme el hombro. Ya que tengo la manía de dormir boca abajo.

-¿Te tengo que lavar la boca con lejía?.- Dijo la voz, un poco molesta por mis tacos, de la mujer que más cerca a una madre tengo. La enfermera de el orfanato seguía moviéndome el hombro de un lado a otro. Aunque ya no con el fin de despertarme, si no más bien con el fin de molestarme más. SI ESQUE ESO ES POSIBLE.

-¿Quien se a escapado esta vez?.- dije ya con la voz cansada, siempre que alguien intentaba escaparse tenía que ir yo en su busca. Ya que normalmente eran niños o que acababan de llegar de alguna casa de acogida que ya no les quiere, o que los acaban de abandonar sus "padres" biológicos. Algunas veces incluso vuelven por su propio pie, se dan cuenta que este es el mejor lugar donde podrían acabar. No es un mal orfanato. No hay supervisores corruptos ni mucho menos. Lo peor que te puedes encontrar, es a la cocinera con un mal día y pocas ganas de cocinar. Aunque pensándolo bien. ESO SI QUE ES MALO.

-¿Tan mal te sienta el sueño que no sabes ni que día es hoy?.- dijo con un poco de burla en su voz Emma, la enfermera. Automáticamente sus palabras me hicieron reaccionar. Abrí los ojos de par en par, mientras una ENORME sonrisa corría en busca de mis labios.

-¿De verdad que esto no es un sueño?.- le pregunté con obvia alegría en mi voz a la mujer pelirroja de 47 años que se encontraba frente a mí. Ella solo asintió, con una enorme alegría en su rostro.- ¿lo prometes?.- dije esta vez con voz de niño. Como cuando de pequeño me hacía cualquier herida y le hacía prometerme que los productos que esparciría sobre la herida no me dolería.

-Lo prometo, Hache.- dijo con el mismo tono maternal que utilizaba cuando era pequeño.

Me abalancé a ella. Como un niño pequeño cuando ve a su madre después de semanas sin estar junto a ella. Solo que yo no era un niño, tenía 16 años, y sobre todo MI MADRE ESTABA MUERTA (bueno, no técnicamente). Ella solo me correspondió al abrazo, no eran raras estas muestras de afecto entre nosotros. Era la única persona, quitando a la cocinera, con la que me permitía ser cálido.

-Anda corre y prepara tus cosas, antes de que el director de la escuela vea la cantidad de gamberradas que hacías de pequeño y se arrepienta.- dijo apartándose de mí, para que pudiera recoger las últimas cosas que me quedaban. Una foto con Emma y Emily, la cocinera. El reloj despertador, que dejó de ser ambas cosas cuando se quedó sin pilas y que solo guardo como recuerdo, me lo regaló Emily por mi catorce cumpleaños. Ya que siempre llegaba tarde a las clases del orfanato.

Cogí la mochila, guardé ambas cosas y le di un último vistazo a la habitación. Todos los enanos con los que compartía habitación estaban dormidos, normal, eran cerca de las seis y media de la mañana.  Normal, ¿Qué niño con clases a las diez iba a querer madrugar? sobre todo sin tener que hacer nada en todo el día. Agradezco la idea que tuve de dormir vestido para no tener que perder tiempo, lo que menos quería era llegar tarde y además dar mala impresión.

La pelirroja se separó de la que hasta ahora había sido mi cama, hizo lo mismo que yo. Mirar la habitación, pero no con pena y nostalgia como yo había echo. Si no, como quien sabe, qué, aunque la habitación no cambie en lo más mínimo, ya no va a ser lo mismo. No va a ver al entrar una fila de niños entusiasmados y con múltiples heridas por haber jugado con el más mayor en el jardín.  No va a entrar enfada por los gritos de media noche que no le dejan dormir, y por sobre todo, no va a pasar días en los que hay pocos niños enfermos, junto a mí, porque no tuviera ganas de ir a clases y pusiera la escusa de que estaba enfermo.

-Prometo no dejar de visitarte, ya sé que soy el hombre de tu vida, solo no hay que dejarlo tan claro.- le dije con un poco de burla en mi voz. Solo quería dejar este incómodo momento de lado, quería irme sin penas ni llantos, aunque sé que es difícil. Quiero irme lo más feliz posible, sin tristezas para este día. No es un adiós para siempre. Pienso volver, claro que pienso volver, no voy a dejar a nadie de lado como hicieron con todos estos niños. Voy a volver todos los días que pueda y todas las fiestas las pasaré aquí, con mi familia. Los míos.

-Casi olvido que tu ego es doble que tú.- dijo con una sonrisa, esta vez sin atisbo de tristeza. Tuve que reír ante su comentario, ella sabía que no tenía ego. Es más tiene el gusto autoestima que necesito, ni más para creerme mejor que cualquier persona, ni menos para derrumbarme frente a cualquier mirada.

-Obvio, este cuerpo lo merece.- le dije emprendiendo el camino hacia la puerta. Ella me siguió, aunque a paso lento, se nota que no quiere que me valla, y yo tampoco. Sé que me va a ir muchísimo mejor estudiando en un instituto de verdad, que en los estudios que me puede otorgar un mísero orfanato.

Sin darnos cuenta, y con más desagrado que otra cosa, llegamos a la puerta. Emily ya nos estaba esperando en la puerta. Ella seria quien me llevase al pueblo de al lado donde estará mi nuevo instituto, y el mini apartamento que e podido rentar con el dinero del trabajo del último año.

Me giré hacía Emma, dispuesto ya a despedirme hasta que pudiese volver de visita. Porqué, esto ya era una promesa, no los dejaría solos.

-Ema.- dije ese apodo cariñoso que empleaba de pequeño cuando su nombre se me hacía tan complicado que escapaba a los movimientos de mi lengua.- prometo visitaros lo más pronto que pueda, no os voy a dejar solos.- acabé ya con lágrimas llamando a las puertas de mis ojos. No le di tiempo a hablar, sabía que no me quedaba mucho tiempo antes de echarme a llorar. Le besé la frente y me fui hacia el coche. Con las primeras lágrimas rodando ya por mi ojos. No podía creer que al fin podría empezar una nueva vida... Al fin un nuevo comienzo...

Lluvia De Recuerdos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora