CAPÍTULO 3. "EL LÍO DE LA CAFETERÍA"

5 3 0
                                    

— ¿Seguro?¿Él va con un año de adelanto, o sea, podríais ser primos o algo? Compartís apellido.— dijo bastante curioso alternando su mirada entre el rubio y yo. Tengo que decir que este maestro ya me está cayendo mal. Y todavía más el rubio que no dice nada, ¿¡NO SABE DECIRLE QUE NO SOMOS NADA O QUÉ?!

—Seguro, mis padres están muertos.— toda la clase se giró ante mi respuesta, por lo que tuve que ingeniar otra respuesta más convincente y muy deprisa.— Eh... Murieron en un accidente de... tráfico y... vivo con mis tíos... No tengo más familia que esa... am...asique es estadísticamente imposible que seamos nada...— acabe rascándome la nuca, ya que todas las miradas estaban posadas en mi.

Y ahora que veo un poco mejor al rubio, tenemos los ojos del mismo color, claros. Pero eso no significa absolutamente nada. Mis padres han de estar bien lejos de aquí, con suerte y están muertos de verdad. Al maestro parece haberle incomodado tanta ¿sinceridad? de mi parte, porque rápidamente cambió de tema y comenzó a dar clase. Gracias a dios nadie se sentó a mi lado, yo solo echaba cuenta a la clase, y cuando tocó, salí disparado como alma que lleva el diablo. Lo que menos quería era que alguien quisiera hacerse el simpático conmigo o me tomase como su nueva obra de caridad. No quiero tener amigos "niños de papa" que cuando se enteren que vengo de un orfanato y que estoy aquí con una beca se comporten conmigo como si fuera de cristal, o inclusive me tengan pena. O peor aún, que me traten mal o me dejen de lado porque no tengo el mismo dinero (de hecho tengo el justo para el departamento y comer) que ellos.

Además unos amigos solo me distraerían de lo que de verdad tengo que hacer, estudiar y trabajar. Solo tengo que buscar la clase en la que pasaré las dos últimas horas y ¡hola almuerzo!. Tan metido en mis pensamientos que cuando choqué con alguien, solo me dí cuenta cuando gritó. Porqué gritó como una maldita rata agonizando.

—AH, OH DIOS, OH DIOS, ¡NO!.— Gritó una chica que por lo visto era porrista, o por lo menos llevaba el uniforme.— OH DIOS, OH.DIOS.MÍO.

—JODER, TERMINARÁS POR GASTARLE EL NOMBRE.— le grité a la porrista que aún estaba en el suelo por no mirar por  donde iba.

—HAS ROTO MI BOLSO.—lloriqueó.— ESTÚPIDO, MIRA MEJOR POR DONDE VAS LA PRÓXIMA VEZ.

—ESTÚPIDA, NO INSULTES TÚ LA PRÓXIMA VEZ. Y PARA TU INFORMACIÓN, TU TAMBIÉN PODRÍAS MIRAR UN POCO POR DONDE VAS, NIÑA MIMADA.

—¿PERDONA?¡¿ME HAS LLAMADO ESTÚPIDA?!.— dijo ootra vez la porrista pelinegra, de la que aún desconocía su nombre, pero que, sinceramente, me importaba  un bledo. Comencé a andar hacía donde estaba mi última clase antes del receso. Pero la porrista me cogió del brazo, haciéndome girar sobre mí mismo y quedar cara a cara con ella. Elevó su mano para poder darme una cachetada, pero fui más rápido y la cogí por la muñeca.

—Mira...chica.— le dije, ya de verdad cabreado, o sea, ¿no puedes comprender que fue culpa de los dos pedir perdón y seguir con tu jodido camino?.— hagamos como que esto no ha pasado, ¿vale? Porque mira, de verdad que yo no quiero problemas, y no creo que tu quieras verte en vuelta en una pelea conmigo.

No apartaba la mirada de sus ojos, quería ver que efecto tenían mis palabras en ella. Y por lo visto hicieron todo el efecto contrario, porque volvió a elevar su otra mano para poder darme una cachetada. La volví a frenar. Pero esta vez, harto ya de sus niñerías de nena de papá. Solté ambas muñecas, me di media vuelta y emprendí mi camino hacia el aula, esta vez sin ser interrumpido.

(...)

Al fin tocó el timbre que anunciaba el final de las clases. Las pasé todas sentado al final sin hablar más que cuando pasaban lista o se dirigían a mí directamente los maestros. Varias veces algunas chicas se acercaron a mí para coquetear, pero solo las ignoré.  Algunos chicos se acercaron a mí para entablar una amistad, pero repetí el proceso, los ignoré.

La chica porrista se pasó todo el receso mandándome miradas asesinas mientras que se enrollaba con el que supongo será su novio, y el más popular del instituto. Porque siempre había personas a su alrededor y chicas observándole. Mientras salía de mi última clase, ya sin prisas porqué sabia que nadie se iba a parar a mirarme, se me acercó el chico rubio con el que comparto la primera clase del día ¿Ethan?

—Hey...—dijo, con una miranda pensativa, intentando recordar como me llamo. Aunque veo difícil que se le haya olvidado, ya que compartimos casi todas las clases.— ¿Hadriel?...—Dijo más como pregunta que como afirmación. Lo fulminé con la mirada, más cabreado porque haya dicho mi nombre que porque me halla hablado.

—HACHE.—dije elevando un poco el tono de voz sin querer. Me molesta demasiado que me llamen por mi nombre. Es lo único que mis padres decidieron (además del hecho de abandonarme), el nombre y los apellidos es lo único que ellos saben de mí. Bueno eso si recuerdan que dejaron a un niño de pocos meses abandonado en la puerta de un orfanato. Si los tuviera un día frente a frente solo les preguntaría que porqué me dejaron. No fue por falta de dinero, porque Ema (fue quien me encontró) me dijo que llevaba ropa de marca. A si qué, quisiera saber el motivo por el que se deja abandonado a un niño, si no es por falta de dinero.

—Amm... A sí, perdona, Hache... em... ¿quisieras hacer las pruebas para entrar en el equipo de lacrosse?.— me dijo evidentemente nervioso. JODER. ¿No están acostumbrados a ver chicos nuevos o es que soy un fenómeno paranormal?

—No estoy interesado Evans, pero gracias.— le dije. No quería llamarlo por su nombre, eso sería algo más personal. Y quería dejar claro que porque me hablase, no íbamos a ser amigos ni mucho menos.

Me giré, con más prisa que antes esta vez. No quería que alguien me volviese a parar para preguntarme alguna estupidez. Solo escuché al chico resoplar, pero antes de que pudiera abrir la boca otra vez, yo ya estaba cruzando la esquina en dirección a la calle. Tenía que darme prisa si quería pasarme por el departamento antes de ir al trabajo. Lo malo de estar aquí por una beca y de no vivir en el orfanato esque me tengo que pagar el departamento y eso no lo puedo hacer de otra manera más que trabajando. Después del trabajo haría los deberes.

(...)

No. Podía. Respirar. Creo que e corrido cerca de un kilómetro sin pararme a coger aire. Para varia llegaba tarde al trabajo. Entré por la puerta de atrás, la de "servicio". Lo malo de trabajar en una cafetería para personas con dinero era: que además de estar casi solo ocupada por personas del instituto. Era que la mayoría de las personas te trataban como un trozo de mierda. ¿Lo peor? Que yo no dejo pasar ni una, y con mi suerte, pronto me echarían si seguía contestando a los idiotas que tengo por clientes.

—Hasta que al fin llegas muchacho.—me dijo la cocinera.— Hoy hay muchos adolescentes, parece que no les​ dan de comer en sus casas.— siguió con su trabajo, esperando a que yo me pusiese el delantal y comenzase a repartir los platos por las mesas.

Después de dos horas atendiendo mesas ya era mi hora de irme, tendría que volver a las 9. Que era cuando mas gente había y debía de quedarme hasta el cierre.

—¡Eh tú!— me grita una voz chillona. Oh dios, que no sea la porrista.— Estúpido, ¿no piensa antenderme?.— se escucharon risas de los estúpidos de los amigos que le siguen el rollo.

—Para tu información, estúpida, ya e acabado mi jornada.— le dije mientras le señalaba con el dedo amenazadoramente. Juro que esta niña me saca de quicio.

—Eh tú, a mi novia no le hables así.— dijo el qué, ahora sé, que es su novio.

—Mirad, no quiero problemas, pero lo que sí que no voy a permitir esque me falteis al respeto ¿queda claro? Ea pues adiós.— les dije a ambos, cansado ya de tantas niñerías. Lo que menos quería era perder mi trabajo por estos dos estúpidos.

Lluvia De Recuerdos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora