capítulo iii.

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El término «nervios» quedaba increíblemente corto cuando se trataba del estado de Melanie. Llegar a ese punto había sido inesperado e, inclusive la sola idea de imaginar que eso podría pasar era estúpido y poco probable.

Pero estaba sucediendo.

En cuanto estaciona el auto a un costado del parque en el que Mike dijo que estaría, lo apaga y su vista se posa en sus manos que estaban agarradas fuertemente del volante. Por lo cual, afloja el agarre y comienza a pensar en los temas que estaría bien hablar.

Lamentablemente, no tuvo más tiempo de pensarlo cuando las luces de otro auto que venía de frente le encandilan la vista, llamando su atención, ve que lo estaciona justo al frente de ella. Por lo que es fácil asumir que, ese auto de color negro y probablemente de última generación sea de Mike Shinoda.

Pasan dos minutos cuando su celular suena sobre el asiento del acompañante. Inmediatamente, revisa la notificación.

Creo que estás frente a mí, Melanie.

En cuanto termina de leer el mensaje, como si estuvieran sincronizados, ambos bajan del vehículo. Mientras que él caminaba desinteresadamente hacia el asfalto, Melanie sentía que cada paso suyo podría provocar una caída y, por consiguiente, quedar como payasa al primer encuentro.

Pero se mantuvo tranquila hasta llegar frente a Mike, quien lo esperaba con sus orbes clavados en ella, como si fuese lo más interesante para ver y, para él; lo era.

—Hola —se saludan al mismo tiempo.

Es ella quien sonríe con timidez, pero él sigue manteniéndose con aquel estado neutro que últimamente lo caracterizaba. Melanie, dicho con simpleza, no se sorprende para nada. Ante todo, Mike es alguien que no conocía fuera de la red social en la que hablaban así que tampoco creó falsas expectativas ni quiso imaginar cual sería su reacción al verla. Básicamente, eso ni siquiera era importante.

En cuanto ambos están frente a frente, las cejas de Mike se elevan, haciendo que Melanie se extrañe por eso y por la primera impresión que pudo causar en él.

—¿Por qué pensé que eras más bajita?

Entonces, Melanie ve la diferencia de altura entre los dos. No era tanto.

—¿Será que es porque estás acostumbrado a ver mujeres mucho más bajas? —le responde ella, más como afirmación que pregunta.

El japonés procede a encogerse de hombros—. Podría ser. Creo que estoy acostumbrado a la altura de mi mujer.

Los dos comienzan a caminar alrededor del lugar, siendo las únicas dos personas que andaban en ese lugar a las, casi, tres de la madrugada como si fuera lo más normal. En donde los pequeños faroles contrastaban con las estrellas de la noche, Melanie hace un leve puchero.

—Ya veo. Mike, ¿no te molesta la luz de la ciudad? —El japonés está claramente confundido por esa pregunta repentina, mira a Melanie de reojo; estaba con su vista puesta en el cielo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Si la iluminación no fuera tan abundante, o directamente sino existiera... —La mujer eleva su mano, como si quisiera agarrar la luna entre sus manos; sentirla entre sus dedos—. Podríamos apreciar la belleza de este infinito azúl las veces que queramos, y cuando queramos. Al menos en la noche.

Él vuelve a centrarse en el camino, guarda las manos en los bolsillos de su chaqueta con tranquilidad—. Nunca estuve tan interesado en eso, pero se vería genial. Aún así, siempre puedes ir a un lugar alejado de la ciudad y admirar el cielo como quieras.

heavenly;; mike shinoda. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora