capítulo vi.

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El gris se apoderaba poco a poco del habitual color celeste de los cielos durante la tarde. Aquel brillante sol se esconde por unas opacas nubes, ocasionando que gran parte de la gente que transitaba por las calles de California se apresure antes de que la lluvia que se aproximaba los empape por completo.

Mike y Melanie eran testigos de cómo el cielo se apagaba lentamente desde el interior de una cafetería en el centro de la ciudad.

—¿Te gusta la lluvia? —Melanie pregunta, volviendo a centrar su atención en los platos que tenía al frente.

Una variedad de porciones pasteles, postres en general.

Mike observa lo mismo que ella, a Melanie le da ternura ver cómo el japonés lame sus labios. No exagera al pensar que, por poco y los ojos de él brillan al captar tal exquisitez.

Sin embargo, antes de que él diera el primer bocado, su expresión de niño emocionado por la cantidad de delicias que tenía por delante, se ve reemplazado por una de confusión.

—Hiciste que me diera cuenta de algo —dice el japonés, bajando la voz un poco porque estaba más concentrado en lo que pensaba.

—¿En...?

Shinoda mueve su cabeza de un lado a otro, negando—. Nada, nada.

Ciertamente, si se veía emocionado por el primer bocado que daría, ahora estaba con su mirada clavada en el plato y algo apenado. La rubia deja la taza sobre la mesa y mueve su mano, interfiriendo en el campo de vista del japonés para llamar su atención, la cual, consigue.

—Dime, no sientas pena ni vergüenza —expresa ella con una sonrisa, en busca de tranquilizarlo.

Shinoda no entiende en qué momento sus hombros se tensaron tanto, pero los relaja en cuanto sus ojos admiran algo como a una mujer sonriéndole con el fin de bajar un cambio en lo que sea que esté pasando en su cabeza. Inútilmente, lo logra.

—No me gustaba tocar en días lluviosos o nublados. Aunque la energía seguía ahí, el ambiente no era el mismo. —Empieza a contar él, viendo sus manos ahora rodear la taza de café—. No es como si odiara ese clima, sólo no me gustaba y no lo pensaba ni veía de otra manera. Sabía que me gustaban los días soleados y nada más. Pero... Luego de la muerte de Chester, al ver todo tan gris y oscuro, que la claridad se pierde a poco a poco, tal y como me siento últimamente; hace que me sienta cómodo con este clima que en un principio no prefería.

Melanie trata de entender cómo es posible que haya pensado todo eso con una simple pregunta como la que hizo. Igualmente, no se arrepentía. Era interesante oír lo que pasa en la cabeza de otro.

Shinoda sigue explicando—: entonces, respondiendo tu pregunta... Ahora, me gusta porque hasta el trueno más ruidoso y espeluznante siento que define cada...

Sus palabras se pierden en la nada. Levanta su cabeza para ver la mirada ansiosa de la rubia. Sería muy cruel e inmaduro dejar de hablar porque siente que es innecesario, más cuando ella le acababa de asegurar que le diga lo que pensaba, sin pena ni vergüenza.

—Cada pensamiento retorcido de aquí. —Shinoda apunta su cabeza con su índice, termina negando—. Lo siento, tal vez pienses que...

—¿Vives maquinando? Sí —confirma la rubia, tomando un poco de su café—. Quiero decir, si me preguntan si me gusta la lluvia, diría que no. Pero lo tuyo tiene un trasfondo más... ¿Filosófico? —explica con sus manos hechas un bollo, ambos ríen a lo bajo—. No sé, pero me gusta cómo te expresas. Te veía como un hombre piedra.

Él eleva una de sus cejas mientras comía del pastel de chocolate—, soy compositor, ¿enserio crees eso?

Melanie mira a su alrededor, dudosa—. Heh, un poco. Todas las canciones de Linkin Park, no creo que las hayas escrito a todas tú, ¿no? —cuestiona, el japonés niega—. Bien. Ahora viendo más o menos cómo es que te explicas... ¿Sería bueno apostar qué canciones fueron las que escribiste tú mismo?

heavenly;; mike shinoda. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora