Capítulo Diesisiéte

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— ¿Hades? Mi amor, no estoy jugando. ¿Dónde estás? — hable preocupadamente. De repente entre en pánico con miles de ideas repugnantes hacia él. El Saitzan...él se lo había llevado. O eso fue lo que pensé antes de dirigirme a las escaleras y ver la ropa desgarrada de Hades.

FLASHBACK

— ¿Por qué tantas preguntas Hades?, pensé que todo eso ya lo sabías después de todo tú también eres un Niño Maldito. — Hades sonrió rascándose la nuca nervioso.

—Llevo mucho tiempo fuera de los muros, tanto tiempo que las cosas no estaban tan malas desde que me fui.

(...)

—Ben...yo, como lo siento yo no...yo no sabía que...

—Solo ten cuidado con el— por primera vez en toda la noche sus cromáticos ojos me miraron. Sus ojos eran tan impresionantes y con el brillo de las estrellas en nuestras cabezas lo hacían ver más atractivo de lo que ya era.

FIN DEL FLASHBACK

Recuerdos invaden mi mente uno tras otro. Me niego a creerlo pero a medida que más lo pienso todo cobra sentido. Ahora las piezas encajan, su nerviosismo y falta de información sobre el tema... ¡Oh dios! Como pude no darme cuenta antes.

Deje caer mi cuerpo en las escaleras haciendo un crujido que resonó por las paredes, lleve mis manos a mi rostro si podérmelo creer, todo este tiempo, el...

No evito que los sollozos salgan de mi garganta mientras gruesas lágrimas se escapan de mis violáceos ojos.

— ¿Así que ya lo sabes eh? —Hablo aquella melódica voz sentándose a mi lado y apretándome con sus fuertes brazos en un fraternal y cómodo abrazo. Beso la coronilla de mi cabeza mientras sus brazos acunaban mi cuerpo consolándome.

—Tú lo sabías, ¿Por qué no me dijiste nada? —Benjamín aparta la mirada con lo que parece ser vergüenza. Sus extraordinarios ojos evitan todo contacto con los míos. Suspiro abatida sabiendo que no puedo enojarme con Benjamín y mucho menos si a él no le incumbía contarme. Esto era un problema entre Hades y yo, Benjamín tan solo respeto su espacio contando que, en algún momento el se sinceraría y me lo diría. Pero me di cuenta de que no es así. Los hombres podían ser tan patéticos e idiotas...

—Soy una tonta, ¿Cómo no me di cuenta?

—No digas eso Raven, tu solo...estabas cegada por algo llamado amor

Y bien cegada diría yo.

Intento sonreír, de verdad lo intento pero cuando lo hago lo que parece ser una sonrisa termina siendo una horrible mueca. Mentiría si dijera que esto no me dolía ¿Cómo pudo hacerme esto? Saboree el amargo sabor de un corazón roto, con que así se sentía...

—Quien lo diría, había roto una de las reglas...—Benjamín no dijo nada, solo me conformé con su fornidos brazos alrededor de mi cuerpo mientras me perdía en los silenciosos murmullos de mi cerebro.

    Gritos aterradores y perdigones entre otras armas de fuego se escucharon sacándome de mis pensamientos. Me alarme y Ben pareció igual que yo porque da un pequeño salto en su lugar antes de mirarme con sus espectaculares orbes cromáticos. Benjamín se levanto rompiendo el contacto visual y tragando en seco, no soy consciente de que a una impresionante velocidad me toma de la muñeca obligándome a correr a donde supongo provienen los gritos. 

Cerca del muro y una rápida velocidad una gran manada de miles de Saitzans trepaban las murallas sin esfuerzo alguno. Es poco el tiempo que nos toma ingresar a los muros sin ser atacados por las bestias y cuando lo logramos lo primero que quiero hacer es vomitar. Los Saitzans han arrasado con casi toda la población humana, miles de cuerpos desangrados y sin extremidades están esparcidos por el suelo donde los Saitzan se alimentan de su carne. Las bestias están desesperadas, como si buscaran a alguien pero al no verlo no tienen de otra que matar a quien se los interpone. El fuego no tarda en consumir la cuidad, destruyendo hogares y personas. Me quede paralizada negándome a creer que todo este caos era producto de mi cruel imaginación, pero sabía que no era así y más cuando a pocos metros lo vi: Un enorme lobo negro con ojos de un dorado tan brillante y filosos colmillos dispuestos a atravesarla carne de una inocente niña que gritaba horrorizada con la bestia a sus narices.    Me negué a ver como sucedía, simplemente esto no podía pasar, ella solo era una niña. En un movimiento rápido visualice los cuerpos sin vida de los que posiblemente fuera su familia y sin pensarlo más me lance sobre el cuerpo de Hades enfrentándolo. 

 

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Infectados [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora