Capítulo Tres

79 14 1
                                    

Cada año, en cada luna llena las bestias despiertan con su inmensa sed de sangre acechando los enormes muros que los separan de aquellas débiles personitas mortales

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cada año, en cada luna llena las bestias despiertan con su inmensa sed de sangre acechando los enormes muros que los separan de aquellas débiles personitas mortales. Cada año los líderes de los muros reúnen a los Niños Malditos para exiliarlos de esas cuadradas paredes donde quedarán solos y sobrevivirán por sus propias manos.

Nadie sabe que pasa fuera de esos muros, de solo pensarlo la piel se nos eriza. Pero no había opción, no la teníamos. Una vez escaláramos la muralla y la atravesáramos no había vuelta atrás. Todos los que salen de los muros jamás regresan.

Así que frente nuestra estaban aquellos muros, habíamos llegado a los límite solo para nuestra expulsión. En un fila vertical nos hablábamos los doce sobrevivientes mirando con rostros serios e inexpresivos las murallas. Nuestras ropas fueron levemente modificadas, solo que mis diminutos shores ya no estaban y los rempazaban unos muy ajustados pantalones de cuero negro. Además de que ahora nos habían dado armas especiales que nos ayudarían en nuestra lucha, un lindo gesto para decir que moriríamos pronto.

El viento soplaba con fuerza balanceando las puntas de la capa, nuestros rostros eran cubiertos por la capucha que la capa portaba así que solo nuestras bocas y nariz eran visibles. Apreté la palma en el mango de la arma que tenia, todos y cada uno teníamos claro lo que debíamos hacer, ¿nuestra misión? :

Capturar a un Saitzan.

La noche había caído y los soldados esperaron con rostros serios y miradas sin brillo a que la señal fuese dada. Cuando ocurrió solo marcharon al son de múltiples pasos, cada paso era una probabilidad menos de salir con vida. Los Saitzans andaban cerca, se podía oír sus pasos, sus aullidos, su sed de sangre. Pero ninguno se acobardo, las reglas eran simples:

1- Ningún Saitzan podía acercarse a los muros, nuestro trabajo era alejarlos.
2- No había vuelta atrás; era eso o morir a manos de George y sus perros falderos.
3- Mentalizar que ahora somos exiliados.
4- Y por último pero más importante, nunca ponerse del lado de un Saitzan.

Las capas se deslizaron de los rostros sin emoción de todos los Niños dejando al descubierto los ojos felinos de distintos colores que brillaban como estrellas. Guarde la lanza en la cinturilla de mi pantalón antes de subir aquel muro, Benjamín imitó mi acción haciendo lo mismo con rapidez.

—Yo voy a donde sea contigo Raven, así que no me olvides.

Asentí mirando aquellos orbes que brillaron de manera extraña. Sonreí entrelazando nuestras manos.

—Nunca Ben...Nunca.

Nunca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Infectados [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora