Cap 1-"Te lo mereces"

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Quité la vista de mis zapatos y suspiré. Subí lentamente la escalera de lo que era mi infierno personal y di gracias a que ya había tocado la campana, así no tendría que aguantar las burlas y puede que golpes de mis compañeros.

-¿Se puede?- Pregunté tocando suavemente la puerta de clase, y con una voz casi inaudible. Se me escuchó gracias a que tocaba biología y la clase siempre está e silencio a esa hora. Nadie quería meterse en problemas con el Sr. Adams, no les convenía.

-Está bien, pero que sea la última vez- Lo dijo con un tono duro. Yo no era la típica chica que se metía en problemas, todo lo contrario, por eso me había dejado pasar. Yo no era de las que le jodían la paciencia.

-Gracias- Él se dio la vuelta haciendo caso omiso de mi comentario y siguió con su clase como si nada pasara.

Caminé hacia mi sitio, escuchaba los murmuros y las risas, también las miradas de asco y odio, mientras caminaba hacia mi sitio. Siempre me sentaba en la última fila al lado de la ventana, nadie se sentaba allí, ya que a nadie le gusta estar con “la nerd”.

Las clases pasaron lentamente, pero me gustaba, me gustaba estar en clase. Era en el único sitio donde era buena en algo, siempre sacaba las mejores notas. Aunque siempre llegaba algo, es decir alguien, que pisoteaba esa poca autoestima que tenia.

La campana sonó e indicó el descanso para comer.

Dejé rápidamente los libros en mi taquilla y me fui camino a la cafetería, hasta que sentí que alguien tiró de mi brazo haciéndome dar la vuelta bruscamente.

-Hola Wissal, ¿a dónde vas tan rápido?- Era Samanta, era una de las muchas chicas que se encargaban de hacerme la vida imposible, como la odiaba. Siempre iba con su aire de grandeza y conseguía que todo el puto mundo comiera de su mano. Es rubia, ojos de un azul profundo y muy alta, diría que 1’85, además de muy delgada. Sí, la odiaba con mi vida, pero daría lo que fuera por ser como ella.

-A… la cafetería- tartamudeé, siempre que le contesto algo a alguien mido mis palabras, no me gusta enfadar a nadie, porque siempre pago las consecuencias, por la mínima.

-Mira yo tengo un plan mejor…-Me lo dijo con una sonrisa burlona, después me agarró del cabello y me empujó, lo que hizo que me callera al suelo. Después me dio una patada en el muslo y sentí el dolor punzante de una herida abierta.

Las lágrimas no tardaron mucho en salir, siempre me pegaba sin razón.- ¿Por qué?- se lo pregunté en un hilo de voz.

-Simplemente porque te lo mereces- Y se fue dejándome allí. Y ella tenía razón, me lo merecía. 

Creyendo en lo oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora