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El calor inundaba la casa y cada rincón existente de ésta. Mantener las ventanas abiertas de par en par no servía de nada, mucho menos el viejo aire acondicionado que rugía cada vez más fuerte. Lo peor es que ni siquiera era verano y, si así era su suerte ahora, no querían saber lo que les depararía cuando las verdaderas oleadas de calor los golpearan.
Hoseok permanecía entrando y saliendo, las gotas de sudor bajaban de su frente hasta romperse en la comisura de su marcada mandíbula en muestra de su arduo labor. Limpiar el jardín no era sencillo, pero alguien debía de hacerlo, y ése pobre diablo era él, porque aunque quisiera abstenerse de tal labor, sabía muy bien que nadie lo haría y, en todo caso, el holgazán de su amigo no movería ni un dedo para ayudarle.
Era mejor ni dirigirle la palabra, pues con ese clima, su amigo se ponía de un humor detestable.
Y no, no se arriesgaría a ser arañado -de nuevo- por ése gato.
Yoongi se mantenía de largo en el refrescante piso de madera, estirando su cuerpo de vez en cuando y girando sobre sí en busca de mejor comodidad. El contacto de sus piernas desnudas sobre la superficie lo mantenía sosiego. Su cola bailaba por momentos, creando ligeras oleadas de aire. De vez en cuando abría sus ojos, echándole un vistazo a su pelirrojo amigo. Más de una vez lo vio cargando cajas y bolsas, sin embargo no hacía nada para ayudarle y permanecía echado.
Cansado, Hoseok entró a la casa, sus pies descalzos resonaban en la madera, Yoongi movió sus afelpadas orejas siendo atento a los pasos que se acercaban, pero hubo algo que no advirtió y fue la rama que sostenía el menor entre sus manos.
Lo último que Yoongi supo fue que su trasero ardía.
—¡Mierda Hoseok! —Gritó el mayor mientras se hacía bolita en el suelo, su mano frotaba arduamente dónde la maldita rama había impactado.
—¡Oh, hyung~! ¿está bien? Lo siento se me resbaló la rama— Dijo Hoseok con aparente inocencia. El pelinegro trató de sentarse, pero dolía como el infierno a lo que terminó por levantarse dedicándole una fría mirada.
—Si claro, y de seguro eso dijo tu papá cuando embarazó a tu mamá. —El menor frunció el entrecejo, inhaló todo el aire que le fue posible y lentamente lo expulsó, cambiando a una suave expresión. No iba a caer con las contestaciones de Yoongi. Sabía que aquél quería molestarlo, después de todo él mismo le había golpeado en el trasero y responderle a sus jugarretas sería caer en un juego de nunca acabar. Además, necesitaba de su ayuda.
—Yah~, Hyung, sabe que no me gusta recurrir a la violencia física.
—Entonces prefieres la psicológica, ¿tal vez? —gruñó el gato mientras se cruzaba de brazos.
Hoseok rodó los ojos y tomó la mano del pelinegro.
—Eish~ Hoseok-ah, ¿a dónde me llevas? N-no quiero salir —colocó un mohín sobre de sus rosáceos labios indicándole el desagrado que le provocaba estar afuera.
Jung le ignoró y terminó por sacarlo hasta llegar al pie de un viejo cerezo, quedando a la sombra del gran árbol.
—Necesito que se suba ahí —señaló una de las ramas más altas
—¿Q-qué? ¡estás loco! —Hoseok negó
—Anda Hyung~, ¿por favor? —puchereó— sólo necesito que baje ésa pelota ¿sí? —el menor le dedicó una gran sonrisa esperando que con aquella acción el gatito gruñón accediera
—Estás loco, adiós —se libró del agarré del más alto apurándose a huir, sin embargo no lo logró pues la mano de Hoseok se afianzó de su gran camisa amarilla que le llegaba a los mulsos, Yoongi retrocedió y suspiro— ¿si hago esto me dejaras dormir en paz?
Hoseok de inmediato asintió.
—Bien, toma —deslizó sus delgados brazos fuera de la camisa, dejando expuesta su nívea piel, Hoseok se ruborizó en un santiamén al tratar de evitar mirar el desnudo cuerpo del gato, cosa que no le duró mucho ya que segundos después el mayor adquirió su forma salvaje.
El felino sacaba sus filosas garras haciendo uso de ellas incrustándolas en el grueso tronco, al principio le costó trabajo pues tenía años que aquél no trepaba un árbol pero poco después fue tomando agilidad y logró subir hasta su objetivo rápidamente. Con su hocico atrapo la pelota azul y miró hacía abajo en busca de Hoseok para poder arrojarla. En cuánto lo vio, Yoongi arrojó la misma haciendo que ésta cayera sobre la cabeza del pelirrojo.
—¡Ahh! —Se quejó él menor mientras sobaba en donde la pelota había golpeado—. Yah~ hyung, no es gracioso.
El gato maullo y movió su cola triunfante.
—Ahora baje de ahí —Indicó Hoseok.
El gatito volvió a maullar pero ésta vez, asustado.
—¿H-hyung? —se acercó al tronco sin apartar la vista de la rama, donde el gato parecía aferrarse a muerte—. Hyung ¿está bie...? —Yoongi comenzó a maullar mas fuerte— Mierda, mierda, espere Hyung yo, ahhh —el pelirrojo se asustó, temía que el gato se lastimara.
Comenzó a rebuscar a su alrededor con la esperanza de encontrar algo que le ayudara a bajar al felino, hasta que sus ojos se posaron en aquella pelota, causante de su ahora problemática situación.
Los gatos caen de pie ¿no? Se dijo mientras miraba la pelota en su mano. Suspiro poco convencido y se hizo un poco hacia atrás. Apuntó al gato y contó hasta tres, para cuando pronunció el último dígito la pelota salió disparada contra el gato.
Un gruñido furioso de disipó.
—L-lo siento Hyung, creí que funcionaría... —otro maullido llenó de ira se escuchó.
Hoseok ahora temía por su propia vida, ya no estaba muy seguro de querer que Yoongi bajase de la estúpida rama. Comenzó a morder nervioso sus uñas hasta que escuchó el motor de una motocicleta acercarse. Giró en busca del causante del ruido y salió corriendo en dirección a éste.
Hoseok divisó el vehículo, un joven un poco más alto que él bajaba aún con su casco puesto, Jung no esperó y salió corriendo hacía él desconocido.
—¡Hey, hola! —dio una venía rápida— Soy Hoseok y necesito tu ayuda —habló de corrido sin darle la oportunidad al otro de contestar o si quiera escuchar.
Hoseok estaba desesperado, él no podría subir tan alto como el buen cobarde que es y, de hacerlo, seguramente quedaría atascado como su felino amigo.
En verdad necesitaba ayuda y ése tipo parecía ser su perfecta solución, sólo esperaba que aquél accediera a realizar la obra buena del día, salvando así su patético trasero.
