Hemos hecho un pacto con el diablo, me ha estado repitiendo mi subconsciente toda la hora que he estado adentrándome en la “fiesta” que se está celebrando por este barrio. Stefan, el gran y nuevo divertido Stefan sí que le sentó muy bien lo que dije en el bar, ya que solo al salir fuimos a cambiarnos y nos adentramos por las calles llenas de gente que saltaban y bailaban al son de la música.
Y claro aquí llega el momento en pensar ¿Qué está mal en todo esto? Bueno que mientras intentaba no acabar atropellada por el bullicio de personas perdí de vista a Stefan y llevo deambulando de arriba abajo por este bar sin verlo por ninguna parte, y una parte muy pequeña pero que está ahí susurrándome siempre me dice que él quería eso, quería perderme de vista, esa era su venganza.
Esquivo un señor robusto que venía de lleno en mi dirección y me giro para la derecha, pero soy golpeada y lanzada para la otra dirección sin ningún atisbo de delicadeza, cosa normal si vas en dirección opuesta de una fiesta. Intento buscar, mientras empujo a la gente, un lugar alto para poder subirme y buscar la cabeza de un mal amigo. Y es entonces donde lo veo.
No ha cambiado desde la última vez que lo he visto, lleva un traje negro a medida, tiene una pose casual, pero a la vez formal y a simple vista parece un hombre respetable, que respira buenos modales, de esos que si te tropiezas en la noche solo le sonreirías con disculpa.
He encontrado al hermano educado de los vampiros originales.
Elijah Mikaelson está aquí, mirándome fijamente y mi corazón se para.
Su hermano no estará muy lejos.
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Creo que me he quedado parada mucho tiempo, sin poder incluso esquivar a la gente, pero misteriosamente la gente no me roza, es como si tuviera un escudo a mi alrededor, mientras que mi mente toma vida propia y me adentra en un mundo oscuro donde veo como mi cuerpo (sin poder hacer nada) abre la única puerta que hay allí… La puerta del pasado. Y sé dónde me va a llevar.
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La noche estaba iluminada por diminutas estrellas que me hacían brillar en aquel bosque, había ido allí con la intensión de apartarme de todos los asuntos de los hermanos Salvatore, bueno no fue por mi propia voluntad, ellos solo me habían echado con la estúpida excusa de que querían mantenerme a salvo. Siempre tenían la misma excusa: que yo era una débil humana que habían recogido e instantáneamente se habían sentido en la obligación de cuidar, de protegerla, y de expulsar siempre que la situación se ponía de lo más entretenida, eso último lo había modificado yo porque en mi mente así sonaba.
Camine hasta pararme al frente del lago, allí contemple a la luna que se encontraba en la cima mirando fijamente al lago, me había parecido una escena romántica, donde la luna podía ver su rostro a través de los ojos de su amado y gracias a la perfección que le había regalado se sintió mucho más hermosa, iluminando aún más la noche, trayendo a su vez la curiosidad de las estrellas.
Estaba tan concentrada en mi imaginación que no sentí la criatura que se encontraba atrás de mí, su voz fue la que me trajo de nuevo a la vida de los seres vivos.
-Los Salvatores han dejado salir a su rehén –su voz estaba cargada de burla, pero para mí sonaba igual que si hubiera hecho un cumplido.
Era esa voz, tan elegante, tan antigua, tan refinada, podías no saber que era un vampiro de hace 2000 años; pero cuando hablaba no podías dejar de lado que había un tono que no era de estos tiempos.
Me giré y tuve celos de la luna, allí estaba, enfrente de mí, perfecto como siempre, con una sonrisa irónica permanente en su rostro, ese mismo rostro que estaba besado por la luna. Me sabia su rostro de memoria, grabado con oro en mi cabeza.
Sabía lo que pensaba los Salvatores y toda la gente que había considerado mi familia, sabía que no era un buen hombre, pero en el mismo momento en que lo vi quedé cautivada de él. Siempre que hacia acto de presencia en la casa de los Salvatores –esa misma donde me hospedaba- mi mirada no podía apartarse de la de él, él también lo hacía, y aunque su rostro no expresaba ninguna reacción yo había pensado que su mirada siempre me seguía hasta que me iba de la habitación. Eran escasos segundos, él llegaba y los chicos inmediatamente me enviaban a mi habitación, pero esos segundos me golpeaban fuerte y me dejaban un espacio vacío en el estómago extrañamente agradable.
-¿No has encontrado una mujer con quien acabar con su vida esta noche? –mi voz había salido como la punta de un cuchillo, afilala y directa, cosa que me sorprendió porque interiormente quería decir todo lo contrario: ¡Klaus, que alegría que me regales tú hermosa presencia! Todo eso con tono de una delicada flor, de una humana.
Klaus solo aumento su sonrisa irónica. Me miro por un segundo y luego sacudió la cabeza mientras se acercaba con sus manos cruzadas en su espalda, como un caballero, sabía que todo eso era solo eso, un disfraz, una reputación que mantener enfrente de los humanos pero no sentí peligro y nada relacionado con la palabra amenaza.
-Quizás ya la haya encontrado –su voz siguió neutra.
Se paró a escasos metros de mí, pero podía contarlos, mi pulso se aceleró al poder oler ese aroma, entre sangre y maldad que lo hacía tan malvado, cruel e incluso con eso y la amenaza, el miedo no se instaló en mis venas, solo podía percibir una clase de cuerda que me impedía alcanzarlo y yo, tenía una ganas feroces de romper esa maldita cuerda. Carraspeé para mantener la poca cordura que me quedaba.
-eso ha sido claramente una amenaza –dije y ladee un poco la cabeza fingiendo pensar –o una broma, pero viniendo de ti tomaré la primera como la verdadera.
Su rostro no tardo en decaer, no comprendí por qué había reaccionado así, pensé que una broma le haría soltar otra sonrisa irónica pero lo único que obtuve fue un Klaus serio, en las pocas veces que lo había visto jamás lo había visto así de serio, siempre tenía algo que le hacía arrogante. Se acercó unos cuantos pasos más, me quedé petrificada, estaba temblando pero no de miedo, sino de impaciencia.
Su rostro angelical con una mente demoniaca rompieron la cuerda que nos alejaba, su frente se incrusto a la mía y escuche como mi respiración se entrecortaba y cuando habló todo mi cuerpo reaccionó.
-Jamás podría hacerte daño, pero sería tan fácil, Juliette. Eres tan frágil como una mariposa en otoño, a punto de morir con la primera helada. Pero. No. Puedo. Matarte –su voz era intensa, cálida e incitante y mi pobre e iluso corazón salto por aquellas palabras. ¡Le importaba! ¡Le importaba!
Moje mis labios antes de hablar porque notaba que mi boca se había secado.
-¿Y entonces que-que quieres hacer? –susurré-tartamudeé.
Él no hablo al instante, su mano atrapo mi cintura y tiro con un grito de sorpresa mío hacia él, lo sentía en todas partes, sentía toda su fuerza, todo su fuego que me abrazaba de una forma tan… radiante que me hacía parecer que nada malo ocurriría si estuviese en sus brazos.
-esto- susurró pero no supe si fue real porque al momento él me beso. Me beso como si no fuera a volver a verme, como si yo fuera la última gota de sangre del planeta. En ese momento se me olvidaron los chicos que habían besado. Sus labios me hacían olvidar quien era, por esos escasos segundos me perdí. Fue solo un beso, un beso que me desarmó, me destruyó. Después de eso nada fue igual.
El beso fue aterrador y maravilloso.
Y al día siguiente él se fue de Mystic Falls.
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