Capítulo 3

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Cuando despierto me doy cuenta de que no estoy en mi habitación, esas paredes blanco enfermizo no se parecen nada con las azul eléctrico de mi habitación, mi poster del puente de Brooklyn no está en la pared, y me doy cuenta de que he estado durmiendo en un sofá de terciopelo azul. Miro a mi alrededor y al ver a Alex lo recuerdo todo.

No puede ser, no puede ser. ¿Por qué Alex? No entiendo muchas cosas de la vida pero lo que tengo muy claro es que todo lo malo le pasa a las mejores personas. Puede que Alex no sea de las mejores, pero tenía un corazón que muchas personas desearían tener, siempre te responde con una sonrisa, y muy pocas veces lo ves triste, yo lo conozco muy bien, sé que a veces aunque él aparente estar bien, en realidad no lo está, lo esconde. Es como una máscara que te colocas para que la gente no sepa cómo te estás sintiendo, para olvidarte del mundo real, y Alex es de ese tipo de personas.

Recuerdo todo lo de anoche, cuando su padre me dijo que Alex había entrado en coma me puse histérico, lo que recuerdo es que empecé a llorar y comencé a golpear la pared, después lo único que recuerdo es que vino una enfermera y que me dio un pinchazo en el omoplato derecho, supongo que fue un calmante o algo así, pero surgió efecto.  La desesperación, la angustia, esa extraña y a la vez familiar presión en mi vientre vuelven a aparecer.

Me levanto como puedo y me siento en la camilla, al lado de Alex, ¿sentirá algo? No lo creo, en su interior debe de haber una batalla entre la vida y la muerte, la diferencia entre que recupere o pierda a mi mejor amigo.

Los padres de Alex están durmiendo en el otro sofá de la habitación, no quiero despertarlos, me imagino por lo que deben de estar pasando, yo tengo a mi amigo en coma, ellos, ellos tienen a su hijo.

Me recuesto en la camilla mirando al techo, reflexionando sobre todo lo que ha pasado en las últimas horas, y entonces me acuerdo de mis padres, ellos no saben nada, estarán preocupadísimos, meto mi mano al bolsillo de los pantalones que todavía llevo desde ayer para sacar el móvil y marco el número de mi madre.

-Puedes estar tranquilo Christian, la llamé yo anoche y ha venido a primeras horas de la mañana, ha dejado esto para ti –me señala una bolsa que está en una esquina del suelo.

La voz me sobresalta  y levanto mi cabeza, es la madre de Alex que ya se ha despertado, su cara está demacrada por todo lo que ha llorado, sus ojos, hinchados.

-Gracias –digo fijando mi vista en la bolsa, incapaz de mirar el triste rostro de su madre.

Y entonces suelto las palabras que llevo deseando decir desde que vi a sus padres anoche.

-Anne, siento mucho lo que le ha pasado, en parte fue mi culpa, yo debería habérselo impedido, fue mi culpa, fue mi culpa –noto como las lágrimas se escapan solas de mis ojos-, yo debería haberle dicho que nos podía pasar algo, se lo dije, pero insistí poco.

-Christian, sabes cómo es Alex y no te habría hecho caso, deja de comerte el coco –se levanta y se acerca a mí-, eso sí, ahora tenemos que luchar y ser fuertes, por Alex, ¿vale?

Asiento con la cabeza y la abrazo fuerte, quiero hacerle saber que voy a estar apoyándolos todo lo que pueda, que tienen mi ayuda. Suelo demostrar mis cosas con hechos, y no con palabras, de todas formas, ¿qué fin tiene decir cosas y después no demostrarlo? El poder de las palabras es muy contradictorio.

 Anne vuelve a sentarse en el sofá al lado del padre de Alex y yo me levanto, cojo la bolsa de tela que me ha dejado mi madre y me meto en el cuarto de aseo, me desvisto y me meto en la ducha, quiero olvidarme de todo lo que está pasando, quiero pensar que esto no es real, que es una mala pesadilla, y una ducha caliente puede ayudar.

No sé cuánto tiempo he estado en la ducha, bajo el agua caliente, olvidándome de todos mis problemas. Soy un egoísta, el verdadero problema lo tiene Alex, y yo estoy aquí intentando olvidar lo que ha pasado en vez de ser fuerte como me ha dicho Anne. Salgo de la ducha y me visto, me pongo mi camiseta negra de manga corta y mis vaqueros preferidos, ya va haciendo calor, se nota que estamos en Junio. Al salir del cuarto de aseo la vista se me nubla y lo veo todo negro por un momento, entonces me doy cuenta de que no he comido nada, salgo de la habitación y bajo a la cafetería, el hospital nunca está tranquilo, siempre hay gente de un lado para otro.

Me compro un donut y me bebo un vaso de leche con el dinero que tenía de ayer, de todas formas, tengo más en la bolsa que me ha traído mi madre. Cuando me lo acabo y ya me siento mejor subo otra vez a la habitación, la puerta está entornada, no cerrada como la he dejado yo antes, escucho una serie de murmullos al otro lado.

-El chico ha sufrido un traumatismo craneoencefálico, puede durar semanas, meses, e incluso años…depende de distintos factores.

-¿Se recuperará? –escucho la voz de Anne.

-Depende del tiempo, y, no siempre la recuperación es total.

-¿Qué quiere decir?

-Cuanto más tiempo esté su hijo en coma, si despierta, los daños serán más graves.

El destino se puede cambiar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora