Capítulo 7

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  • Dedicado a Tris, por darme la idea para Danielle.
                                    

Como todas las mañanas, me preparo para ir al hospital. Cojo una camiseta azul turquesa de manga corta y cuello de pico y unos pantalones cortos vaqueros negros. Después de ducharme bajo al comedor donde me esperan tostadas de aceite, tomate y sal y un vaso de leche. Lo han debido de preparar mis padres. No me puedo quejar de ellos la verdad. Se han tenido que levantar temprano para ir a trabajar, los dos trabajan en el banco, así que no tenemos necesidades económicas, pero nosotros somos de esos que piensan que el dinero no hace la felicidad. Cada año, en Navidad, mis madres donan una gran cantidad de dinero para la investigación del cáncer y para ayudar al Tercer Mundo.

Cuando me tomo las tostadas, salgo de casa para ir al hospital. Hoy no voy a coger ni el metro ni el autobús, me apetece ir andando, además tengo que pasar por la librería y comprar un marco de fotos.

Ha pasado mes y medio desde que Alex entró en coma. Y, por desgracia, sigue igual. Hay veces que pienso en venirme abajo, en asimilar que no va a despertar. Pero el coma en las personas varía desde semanas, meses a años, así que hay que seguir teniendo esperanza, siento que esto sólo acaba de comenzar.

Cuando llego a la librería entro y le doy mi pen-drive al  dependiente para que me imprima una foto mía y de Alex, fue hace poco, hará unos 3 meses más o menos. Por esas fechas ya sabíamos lo que había hecho Susan con nosotros. Esa foto fue el día que nos reconciliamos y prometimos no volver a enfrentarnos, y menos por una chica que no vale la pena. En la foto salimos nosotros dos, en el sofá de mi casa, Alex se había quedado a comer, recuerdo ese día como si fuera ayer. Y los dos salimos sonriendo, quien nos iba a decir que esa era una de las últimas fotos que nos íbamos a echar, antes de que Alex entrara en coma.

Cuando ya he comprado el marco (un marco de color verde lima)  y he imprimido la foto, camino hacia el hospital, y, al torcer en una esquina, percibo por un leve instante una sombra detrás mío. Pero, al girarme, no veo nada. Habrá sido irreal.

Entro al hospital y subo a la habitación de Alex, la puerta está entornada y entro. Miro al sofá donde se suelen sentar los padres de Alex pero no están, algo muy extraño, aunque mejor así. No quiero encontrármelos. Pongo el cuadro en una pequeña mesa que hay al lado de la cama de Alex. Observo la foto nostálgico pero a pesar de ello sonrío al recordar todo. En momentos en los que crees que todo se está desmoronando, tienes que aferrarte a los recuerdos que te hicieron sonreír.

-Hola Alex -lo observo sentándome en el sofá que siempre me siento-, te he traído un regalo-mi áspera voz reflota en la habitación-, ¿recuerdas esa foto que nos echó mi madre cuando te quedaste a comer en mi casa el día que nos reconciliamos? Me encanta esa foto, y la te la he traído aquí, para que aunque yo no esté te de fuerzas.

Le aprieto la mano fuertemente y salgo de la habitación. Al bajar paso por la cafetería y me compro una empanadilla y una botella de agua, mi estómago ruge del hambre que tengo. Salgo del hospital y me siento en un banco que hay en la puerta para comerme la empanadilla. Al cabo de unos minutos una chica no muy alta de mi edad más o menos y que lleva un pañuelo verde con un estampado de flores atado a la cabeza, se acerca a mí y se sienta. La miro de reojo, asombrado ya que lo correcto hubiera sido que me pidiera permiso para sentarse. Los minutos pasan y ninguno de los dos articulamos palabra, pero el echo de que no me pidiera permiso para molestarme, una tontería la verdad, me molesta y no sé por qué.

Me giro y la miro, me doy cuenta de que no tiene tampoco pelo en las cejas y el corazón se me encoje, sé qué le pasa. Apuesto lo que sea a que padece cáncer.

-No me mires con lástima, no lo soporto -su mirada se clava en mis ojos.

Sus ojos son de un tono grisáceo, es una mezcla entre gris y azul, aunque distingo más gris.

-Yo...lo siento -agacho la cabeza.

-No lo sientas, ya estoy acostumbrada -esboza una pequeña sonrisa-, por cierto, soy Danielle, tengo 14 años, y tengo leucemia desde los 9 años. LLevo ya 5 años y medio con el cáncer -el tono tranquilo de su voz me deja bastante desconcertado.

-Vaya... -vuelvo a mirarla-, lo siento mucho.

Es lo único que puedo decir.

-Ya te he dicho que no lo sientas, nadie tiene la culpa de que tenga el cáncer.

Parece como si estuviera repitiendo algo que se ha tirado toda su vida diciendo, debe de ser algo cansado estar repitiendo a la gente lo mismo todo el rato a causa de tener cáncer.

Danielle continúa hablando, como si no esperara una respuesta mía.

-La vida es como un día muy largo -su mirada se posa en el horizonte, observando el parque cubierto de césped que está frente al hospital-, un día que abarca otros días más pequeños, y está lleno de momentos felices, pero también tristes.  Naces y amanece, y poco a poco va atardeciendo, hasta que el sol se esconde por completo. En mi caso, ya está atardeciendo. La duración de nuestro día varía de una persona a otra, hay algunos muy cortos, otros cortos, normales, largos, etc. Llevo recibiendo la quimioterapia desde hace tres años -sus ojos se clavan en los míos-, y, me queda poco tiempo de vida.

-Pero...la vida no se mide en los años que vives, sino en los momentos felices que has vivido -la miro  intentando animarla.

-No vives muchos momentos felices cuando eres huérfana y vives en un hospital -esta vez su voz ya no tiene la misma tranquilidad-, bueno tengo que volver, he salido a tomar el aire. Por cierto, no me has dicho tu nombre.

-Me llamo Christian -sonrío levemente a pesar de que su historia me ha dejado algo entristecido-, tengo 15 años.

Veo una chispa de alegría en los ojos de Danielle, y al instante sé por qué es. Lo que ella hubiera esperado era que la mirara con lástima al escuchar su historia, sin embargo, lno ha sido así.

-Encantado de conocerte, Christian -ella también sonríe, se levanta y se marcha entrando otra vez al hospital.

Me quedo un rato sentado en el banco, reflexionando sobre la historia de Danielle, yo me lamento por tener a un amigo en coma, pero ella...ella tiene cáncer y sin embargo no se lamenta, admiro a la gente así. Me levanto desaminado y comienzo mi caminata rutinaria hacia casa. Mientras camino, otra vez noto un destello oscuro detrás mío, me siento observado, escucho pasos y sé que alguien me persigue. Me meto por los callejones, intentando que me pierda de vista.

-Eh -escucho una voz grave cerca de mí-, no te voy a hacer nada, sólo quiero preguntarte algo.

Es un hombre, lo sé por la voz que tiene, comienzo a correr mientras los nervios se clavan en mi estómago como agujas y percibo que él también ha empezado a correr. Sigo corriendo hasta que me acabo metiendo en lo que parece un callejón sin salida tapiado con un muro, pego un salto para intentar saltarlo pero no llego, es demasiado alto.

Las siguientes palabras que escucho me dejan paralizado:

-El chico que iba siempre contigo, ¿qué le ha pasado?

El destino se puede cambiar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora