Capítulo 4

93 4 4
                                    

Era un día soleado, el cielo era de un azul intenso, algo no muy normal en la ciudad, donde siempre estaba nublado, y dos niños jugaban al balón en el parque bajo la sombra de un árbol. Los dos eran de la misma edad, uno era rubio y de ojos verdes, y el otro era moreno y de ojos marrón claro. Congeniaban tan bien que siempre uno sabía qué estaba pensando el otro y viceversa, se conocían desde que eran pequeños, eran como hermanos.

El chico rubio propuso ir a a las afueras de la ciudad, y el otro aceptó. Salieron de la ciudad y llegaron a un descampado lleno de matorrales y enredos, decidieron que ese iba a ser su sitio secreto, ya que parecía que no venía mucha gente por ahí. Cuando estaban explorando el lugar, el chico rubio, el más atrevido, se separó del otro y al andar distraido mirando al su alrededor no se dio cuenta del estrecho agujero que había delante suyo, y se cayó dentro.

-¡CHRISTIAN! ¡AYÚDAME A SALIR DE AQUÍ! ¡ESTO ES TU CULPA, DEBERÍAS HABERME ADVERTIDO, DEBERÍAS HABERME ADVERTIDO DE QUE ERA MALA IDEA MONTARNOS EN ESA MOTO! ¡ES TU CULPA! -decía el chico con voz asustada gritando con todas sus fuerzas.

Despierto con un fuerte grito y me aferro a las sábanas de mi cama, estoy sudado por todo el cuerpo, ha sido esta maldita pesadilla, que me atormenta todas las noches estas últimas semanas. Ha pasado un mes desde que Alex entró en coma y todavía no ha despertado. 

"El chico ha sufrido un traumatismo craneoencefálico, puede durar semanas, meses, e incluso años…depende de distintos factores. Depende del tiempo, y, no siempre la recuperación es total. Cuanto más tiempo esté su hijo en coma, si despierta, los daños serán más graves." Escucho las palabras del médico en mi cabeza.

Todo el rato me echo la culpa, yo podría haberlo impedido, si hubiera pensado un poco más, pero me dejé llevar. Observo las familiares paredes azul eléctrico de mi habitación, el póster del puente de Brooklyn, Anne me dijo que volviera a casa, mis padres me necesitan. Me dijo que ella y su marido, Robert, se encargarían de estar al lado de Alex. No quería venirme, pero al final tuve que ceder, no obstante, visito a Alex todos los días. Y sigue igual, no me hago a la idea de que está en coma, lo veo y es que parece que está dormido y que en cualquier momento va a despertar. 

Observo el reloj de mi mesilla, las 4 de la mañana, me levanto y entro al aseo para darme un baño y relajarme, comienzo a reflexionar sobre el sueño que he tenido. Recuerdo ese día, cuando por primera vez fuimos al descampado, Alex se cayó por ese agujero pero al contrario que en el sueño no parecía tan asustado ni tan histérico, y ni me echaba la culpa, supongo que sueño eso porque es lo que yo pienso, el estado de Alex es mi culpa. Recuerdo que lo ayudé a salir y que no podía andar ni apoyar el pie derecho en el suelo, lo subí a mis espaldas y lo llevé a su casa, fuimos con sus padres al médico y nos dijeron que fue un esguince, los padres de Alex, como siempre renegándole por hacer cosas que no debería hacer, pero a él le daba igual, le vendaron la pierna y le mandaron reposo. Él aparentaba que no le pasaba nada, pero yo sé que lo hacía para no preocupar a los demás. Pasé esa noche en el sillón de la habitación de Alex, asegurándome de que estaba bien. Cuando ya veo que he pasado suficiente rato en la bañera salgo y me seco, me pongo ropa limpia, son las 5 menos cuarto de la mañana, pero no tengo sueño, cojo la cartera y me la meto al bolsillo, les dejo una nota a mis padres en la mesa del comedor para avisarles de que me iba antes al hospital y salgo de casa.

En realidad no voy directo al hospital, si no que voy primero al descampado, las calles están oscuras, pero no me demoro mucho y llego al poco tiempo, me siento en una gran roca y miro a mi alrededor, recordando todos los momentos que he pasado con Alex, quiero recuperarlos, no puedo perderlo. Las lágrimas se escapan de mis ojos casi sin darme cuenta, las horas pasan y yo sigo igual, sentado y llorando. Cuando me doy cuenta ya ha amanecido, veo una silueta a lo lejos acostada, y lo reconozco, es el vagabundo que siempre está aquí, supongo que estará durmiendo. Me levanto para irme al hospital, ayer les dije a los padres de Alex que me quedaría a comer con ellos, así que estaré todo el día allí, Cuando ya estoy saliendo del descampado una voz me interrumpe y hace que me frene.

-Christian, sabía que estabas aquí.

Era la voz de una chica que me resultaba familiar, hacía tiempo que no la escuchaba, y los malos recuerdos vuelven rápidamente. Me doy la vuelta y la reconozco, una chica de tez morena, con los ojos azul intenso y el pelo largo negro como el azabache que le llegaba hasta más de la mitad de su espalda.

-Su...Susan, ¿qué haces aquí? -digo intentando parecer tranquilo, pero el tono de reproche en mi voz es evidente.

-Christian, sólo quiero es que me digas una cosa y te dejo en paz, ¿crees...crees que Alex me hubiera perdonado? 

El destino se puede cambiar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora