El día en que seres de otro planeta aterrizaron por vez primera en la Tierra, yo acababa de cumplir 30 años. Naturalmente, para entonces todo el planeta conocía mi nombre. Francisco García, el hombre que hablaba con los alienígenas. Todo lo que había predicho se había confirmado, por lo cual nadie tenía razones para dudar de mi palabra. Cadenas de noticias de todo el mundo se morían por lograr entrevistarse conmigo, pero me negué en rotundo a participar en ello mientras estuviera privado de sueño y con la cabeza hecha papilla por la frecuencia alienígena. Ya participaría en todas las entrevistas que quisieran cuando todo hubiera terminado. Y por suerte... parecía que iba a terminar pronto.
Gracias a mis intentos de llevar a todo el mundo a la calma, logramos que únicamente cinco buques se dirigieran hacia la zona del aterrizaje extraterrestre. Bueno, cinco buques y unos veinticinco helicópteros destinados a retransmitir cada minuto del encuentro.
Al fin había llegado el momento. Sería imposible describir lo que sentí cuando vi la nave descender flotando hacia nosotros. Era tan elegante y bajaba con tal delicadeza que me recordó a una abeja aterrizando en el pétalo de una flor. Nada que ver con los destructivos aterrizajes de las naves espaciales terrestres. Quizá porque el mar era un medio extraño para ellos, quizá a fin de hacernos ver que no pretendían comenzar un enfrentamiento, hicieron que la nave se posara justo sobre uno de nuestros buques en lugar de en el agua. Era el barco en el que yo me encontraba, claro.
Observamos la escena expectantes, sin hacer nada, en silencio absoluto mientras la nave extraña se paraba por completo. Realmente era una visión de otro mundo. Era una nave bellísima, con un diseño que, para mi sorpresa, no era muy diferente a la forma de nuestras naves, pero construida con materiales que iban cambiando de color y textura según el ángulo en que la miraras. Casi parecía magia, y si no lo era se trataba de una ilusión óptica maravillosa. Podía ver cómo muchas de las personas que estábamos mirando quedábamos momentáneamente hipnotizadas con tal despliegue visual.
Los dos tripulantes no tardarían demasiado en salir. Las cámaras de televisión, los comentaristas de radio, los reporteros, los científicos y oficiales del gobierno se adelantaron muy ligeramente, observando la puerta que se abría poco a poco. Un raro olor que me recordaba al abono inundó nuestras fosas nasales. Más de uno hizo una mueca de asco. Maleducados... pensé. Finalmente, las dos figuras salieron despacio y en silencio. No se podía adivinar muy bien cómo era su aspecto ya que iban cubiertos con escafandras, pero a primera vista parecían simplemente pulpos que caminaban rectos sobre los tentáculos. De hecho, podíamos distinguir perfectamente los tentáculos porque en su traje llevaban "mangas" cubriendo cada uno de ellos por separado. Para nosotros se veían como un manojo de finos bracitos sin que pudiera apreciarse una forma corporal concreta, aunque quizá lo más chocante fuera su talla. En las primeras imágenes que habíamos obtenido de los satélites, parecían mucho más grandes de lo que eran. El más alto de los dos no sobrepasaba mi cintura. Naturalmente no dirían nada porque no poseían boca, y dudábamos de si podrían vernos sin tener siquiera ojos... Pero si nos habían enviado mensajes antes incluso de aterrizar, podrían hacerlo ahora... A través de mí. Entendía lo que tenía que hacer.
Ambos extraterrestres levantaron lentamente los bigotes al aire, ante lo cual los presentes darían un suave respingo. Ninguno se atrevía a dar el primer paso, la primera palabra, y estaba claro que los alienígenas no iban a poder comunicarse sin más con los presentes, así que armándome de valor me adelanté hacia ellos, sujetando con firmeza el megáfono que me habían prestado en caso de tener que hablar a la gente... Cosa que, me imaginaba, iba a tener que hacer. Me sorprendió darme cuenta de que me había acercado hasta casi tocar al extraterrestre más alto. Por un momento no me encontraba nervioso, me sentía como si... Como si aquellas criaturas y yo fuéramos amigos de toda la vida. El alien más alto acercó uno de sus bigotes/tentáculos hacia mí, arrastrándolo de forma tentativa por mi columna vertebral de abajo a arriba. Un escalofrío terrible hizo que me temblara todo el cuerpo visiblemente. Algunas de las caras humanas que nos rodeaban pusieron expresión de horror, pero yo carraspeé para tratar de tranquilizar a todos. "Estoy bien, todo está bien. Quieren decirnos algo pero no pueden hacerlo si no es... a-a través de un ser humano." Tragué saliva, encendiendo el megáfono con los dedos temblorosos. Apenas había dormido esos últimos días, y todo ese cansancio por el que había pasado a fin de tratar de recibir información estaba manifestándose ahora... Aunque había que estar ciego para no ver las bolsas que tenía en los ojos, pero ese era otro tema...
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¡Paco, Viajero Espacial!
Science FictionLa llegada de una nave alienígena al planeta Tierra es inminente. Mientras la humanidad se pregunta por las verdaderas intenciones de los extraterrestres, el astrobiólogo Francisco García descubre que el sueño de su infancia de viajar por el espacio...