- Señor Evans no creo que sea lo correcto. Por favor no de un paso más. Podría perder mi empleo - Se acerca y toma mi mejilla. No puedo permitir nada de esto. Así que lo mejor es mantener mi postura normal. De trabajo.
- ¿Perder tu empleo? - Se señala y luego me inspecciona - Yo soy tu jefe, Ross.
- Señor Evans.
- Adam - Gruñe él corrigiendome - Recuerda que fuimos amigos, Ross.
Rossie, ¿Qué es lo que tanto haces?
- Limpio mis calcetines, Adam.
Yo acababa de cumplir 17 años y Adam me había traído a la playa.
Él ya tenía 18, sólo es un mes mayor que yo.
- Corre, Rossie. Te alcanzará la marea.
- Más bien me alcanzarás tú.
Ruedo los ojos y dejó mis zapatos botados en la arena. El sol acaricia mi piel mientras mi falda de flores de sube un poco más allá de mis rodillas.
Mi cabello revoletea por el viento y su fuerte rojizo me impide ver dónde está Adam.Salgo a correr cuando siento las manos de Adam casi rozando mi hombro.
- Espera - Corro más rápido como un rayo y cuando notó que tengo la distancia a mí favor doy giros mientras el agua humedece mis pies.
Me detengo esperando a Adam. El corre sin importar que su camisa blanca esté afuera de su pantalón y algunos botones abiertos. Tampoco lleva sus zapatos, pero no importa. Así se ve como él siempre ha sido, guapo.
Cuando está cerca de mi camina con lentitud agitado, toma bocanadas de aire para intentar regular su respiración.
- Oye. ¿Por qué corriste así, eh? - Su voz es ronca y tan dulce que me dan ganas de darle un pequeño beso.
- No lo sé - Sonrío mostrándole todos mis dientes. Triunfe.
- Hay que volver. El sol se oculta, Rossie.
Miró el atardecer que alumbra el cielo y me doy cuenta que Adam tiene razón. Es hora de volver a casa o mis padres van a molestarse.
Con ambas manos me hace mirarlo fijamente y acaricia mis cejas con sus pulgares. Me causa cosquillas por lo que río por lo bajo. Él se acerca a mis labios y da un casto beso en ellos.
- Te amo, Rossie. Me haces la persona más feliz.
Sonrío de lado a lado. Cómo una adolescente enamorada y tomo sus manos entrelazandolas con las mías.
- Y yo a ti, Adam.
Llevamos nuestros zapatos en las manos, siento la arena cada vez más fría, la noche está oscureciendo el cielo y enfriandolo todo a mi alrededor.
Caminamos hasta llegar donde sacudir los zapatos y lavar nuestros pies. Después sólo paramos un taxi que iba pasando por la carretera para que nos lleve a casa.
- Adiós Rossie. Te quiero.
- Te quiero.
Me bajo del auto y me adentro a la casa. Dispuesta a dormir, mañana debo estudiar.
- Es mi deber llamarle así. Y también por respeto lo hago - Me transportó de nuevo a la cruda realidad.
- No es tu deber. No es momento de llamarme de esa forma. Es momento de que me digas lo qué pasa. Como lo que pasó con tu rostro. Tu cuello y tu clavícula.

ESTÁS LEYENDO
Golpe tras golpe.
Short Story"Nunca dije que la vida había sido injusta y no me quejo por lo que me ha dado. Pero los golpes han traspasado mis límites. Esto acabó con mi autoestima y con todo lo fuerte que llevaba dentro de mí. No hay razón para luchar, quizá mi familia. Pero...