Aún.

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Camino con fuertes zancadas sintiendo la bilis subirse por mi garganta. Estoy en un momento donde no sé qué hacer. Cómo actuar o que debería estar yéndome a mi casa para recibir algún golpe.

¡No!

Ya no puedo permitir más ese tipo de situaciones que únicamente me lastiman a mí. Después de tantos años me encuentro con mi primer amor en mi primer día de trabajo. El amor que más ha hecho acelerar mi corazón y que me ha contemplado como nunca nadie antes lo había hecho.

Extraño tanto nuestras charlas y los besos después de ellas. Sus manos sobre mis mejillas rosadas.

¿Qué se supone que debería decirle? No es que todos los días me encuentre con mis ex- novios y me de cuenta que al final son mis jefes.

Diablos. Si al menos supiera que hacer aparte de limpiar mis manos con mi ropa, porque me están sudando.

Miró irritada la baldosa por la que camino. Puede reflejarme perfectamente. Mi cabello está en total desorden y mis mejillas coloradas. No me veo mal arreglada. Es sólo que tengo nervios de lo que él pueda decirme.

Cuando he llegado no hay nadie. Golpeo la puerta de su oficina y una voz ronca y gruesa me avisa que siga.

Adam está sentado en su silla de escritorio mirando el gran ventanal. Me da la espalda. No puede verme. O más bien no quiere. A simple vista su camisa está desabotonada en las mangas y en su mano derecha lleva un vaso de lo que parece es whisky.

- Los jefes no deberían beber si al día siguiente van a trabajar - Mis palabras salen espontáneamente. Cuando me doy cuenta de lo que he dicho cierro mi boca apretando los labios.

- Las mujeres no deberían casarse - Se levanta de la silla y su vaso cae en la mesa. Luego se gira para atrapar mi mirada - En especial si las maltratan.

Auch.

Con que ese es el punto de su conversación.

- ¿Si ese es tu punto de la conversación para que me pediste que viniera?

Él no responde. Un nudo se forma en mi garganta y trago grueso para no llorar.

¿Por qué quiere hacerme sentir mal con esto?

- Bien. Me voy, señor Evans.

Respiro profundo, antes de intentar salir por la puerta. Me detengo cuando lo escucho venir hacia mi.

Cierra la puerta bruscamente, me toma de la cadera y la aprieta, mirándome el rostro. La boca. Los ojos. las cejas. Mi respiración se corta cuando su mirada baja a mi cuerpo. Estoy sintiendo mis piernas moverse como gelatinas cuando sus ojos no dejan de recorrer desde mi cuello hasta mis pies.

- No estuviste conmigo. Yo te iba a hacer el amor, Ross - Su voz es seria, lo que hace que por mi cuello pase un escalofrío dejándome muda - Te fuiste con un imbécil que te maltrataba. Dejaste que tocará tu cuerpo. No me imagino lo que te hace cada vez que tienen sexo.

Si y nadie puede imaginar eso. Me maltrata cuando lo hace. No tiene ni un poco de paciencia, es brusco, a la final soy yo abrazando una almohada mientras sollozo. Como me gustaría separarme de él. Pero es que no puedo, no me deja. La primera vez que le mostré los papeles de divorció me golpeó dejándome fría en el suelo. No quería más estar con él y no entiendo porque quiere seguir conmigo. Es un enfermo, un depravado. Un loco al que no quiero ver nunca más por el resto de mi vida.

- ¿Ross?

Lo miro de vuelta y hay un pequeño brillo en sus ojos. Como si estuviera a punto de caer un mar de lágrimas por ellos...

Golpe tras golpe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora