No podía sacar de su cabeza las palabras de su padre. Odiaba aquello con toda su alma. Sabía que ese día llegaría y aún así no estaba preparado. Casarse, reinar, formar una família. Y todo eso tendría que hacerlo sin la única persona a la que amó desde el momento en que lo vio, y reconoció cuando su padre anunció que sería su nuevo hermano. No podía dejar de pensar en lo cruel que era el mundo, y lo mucho que odiaba tener que cumplir con su deber.
Hubo un día en el que soñó que siempre sería feliz junto al lindo príncipe, y que sus padres reinarían por siempre. Y ahora, perdería a su padre, y no estaba listo para llevar tanto peso sobre sus hombros. No estaba listo para dejar de tenerlo en su vida, afrontar la realidad, dejar de soñar. Ya no escucharía la grave voz de su padre, ni lo vería fruncir el ceño o reír a carcajadas. Ya no vería su cuerpo impotente sentado en su trono con su corona dorada, ya no se sentaría a comer con él y escucharía sus historias de cuando joven.
El príncipe ChanYeol paró bruscamente cuando se dio cuenta que se dirigía directo a un barranco, su caballo parecía inquieto al borde del camino, donde solo había oscuridad y no podía divisar el fondo. Se bajó con cuidado, pisando piedras que se deslizaron fácilmente por el abismo. Y miró fijamente la oscuridad, absorto en sus cavilaciones. Le dio vértigo al imaginar caer. Así todo acabaría. Su padre moriría como un rey, y él como un cobarde. Pero entonces pensó en su madre, en el lindo príncipe y en el poco tiempo que le quedaba al rey. ¿Cómo pudo dejarse llevar por la ira? Cuando debía estar a su lado. Pero era tan tentador caer, simplemente librarse de todo... No. ¿En que estaba pensando? El frío lo estaba congelando. Perdía la razón.
Cabalgó veloz, y saltó del animal al llegar a palacio. Se apresuró en llegar a la alcoba del rey con una sensación de pesadez en su pecho, y ahí, vio a su madre sollozando, abrazando el cuerpo inerte de su padre. Imploraba a los dioses, pero ya era inútil. El rey ya se encontraba en otro lugar.
ChanYeol se desplomo delante de la cama, sus rodillas chocaron con dureza al tocar el suelo y los ojos le ardieron. Las lágrimas resbalaron por sus mejillas sin cesar, quiso creer que lloraba debido al dolor de caer bruscamente. Pero sabía perfectamente que era a causa de su perdida. Ni una vez le dijo cuanto lo amaba. Y ahora se arrepentía, le dolía. Gritó fuerte, un grito lleno de frustración y escondío su rostro entre sus manos, deseando que fuera un sueño, o una pesadilla.
Cuando alguien lo abrazó, tan cálido, tan confortable. Lo abrazó fuerte entre sus brazos y acarició su cabello. Lo necesitaba más que nunca. Se separaron un momento y se miraron con lágrimas aún brotando sin parar. El silencio entre ellos era algo cómodo, natural.
—Madre nos necesita —susurró BaekHyun parandose y ayudándolo. Cuando ChanYeol se fue, todo siguio tranquilo, pero luego el rey empeoró, entonces el príncipe menor salió a buscarlo. Lo buscó desesperadamente, temiendo que su padre falleciera estando ChanYeol fuera. Cuando vio su caballo en la entrada supo que ya había regresado, y al verlo en la habitación arrodillado y destrozado no pudo evitar ir a abrazarlo. Quería ser fuerte, por él. Pero también se encontraba devastado. Todos lo estaban ahora.
Se acercaron a su madre, la cogieron de la mano y la abrazaron.
Aquella noche todo el reino se lamentó, hicieron los preparativos y quemaron el cuerpo del rey en una barca mientras la corriente se lo llevaba por el rio. Lo llamaban el rio de las almas, porque sus antepasados hacían lo mismo, y cuando amanecía por el agua veían pétalos de rosas y flores.
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I.Los Príncipes ×ChanBaek
FantasyCuando el príncipe Baekhyun apenas era un niño de 9 años, vio como asesinaban a sus padres los enemigos del reino. Logró escapar con la ayuda de criados y lo pusieron a salvo en el reino vecino, donde tenían un hijo de similar edad.