Zombie Chronicles ||•5: Asedio Pt. 1 (Próximamente)

Realidad 3.4-SOBREVIVIMOS

—No te preocupes por él —dijo Alan tras sentarse—, perro que ladra... bueno eso.

Enrique se arrodillo junto a Rambo y lo acarició.

—Supongo que no tendrás muchas energías para contarnos de ti, ¿qué te parece si te contamos sobre tus nuevos compañeros?

La voz de Jessica era una nota dulce que me tranquiliza con cada palabra.

—Por favor.

—Muy bien, ¿qué quieres saber?

-¿Quien es Alex?

—Alex es una joven… —Jessica se detuvo y buscaba las palabras en su mente— retraída. Vivía en la urbanización antes de la pandemia pero en el bloque 3. Estaba casada. Desde que se ha mudado aquí Oliver ha estado cuidando de ella.

—Su carácter ha cambiado —añadio Enrique mirando al techo—. Recuerdo haberla visto sonriente y carismática por la urbanización. Hoy ya no.

—Es una buena chica —reanudo Jessica— y muy guapa. ¿Qué más quieres saber?

-¿Y Oliver?

—Oliver vivía aquí desde antes, al igual que yo. Creo que tiene unos 40 años. Era juez pero no sé mucho más de su vida personal.

—Está divorciado —acoto Enrique.

—…Y no quería que yo fuese a buscar supervivientes —añadio Alan.

—Cierto, pero nos ha ayudado a sobrevivir hasta ahora. Es un hombre recto pero disciplinado. ¿Qué más quieres saber?

-¿Como lograron sobrevivir?

—Muy bien —dice acomodándose en su asiento—, mi historia es la de esta urbanización ya que vivía aquí cuando todo ocurrió.

«Todo sucedió muy deprisa. Durante las primeras semanas de la infección, un anciano del bloque 1 —en el que estamos ahora— fue mordido a metros del portal. La medida que tomamos entonces, propuesta por la mayoría de vecinos, fue dejarlo encerrado en su casa y que todas las personas con viviendas en el bloque central fueran trasladadas a los dos edificios colindantes.

Tienes que comprender, Michael , que estoy hablando de los primeros días; la información de la que disponíamos era escasa y actuábamos por instinto.

»Como he dicho, todos terminamos evacuando este edificio. La escena me recordaba a la de una familia judía durante la Segunda Guerra Mundial viéndose obligada a dejar atrás todo aquello por lo que trabajó durante años... para terminar en un gueto. Aún puedo ver las caras de tristeza de los niños mientras sus padres afirmaban que el cambio sería por unos días. Y así solo quedó, el anciano. ¿Cómo íbamos a saber que luego nuestros dos refugios se convertirían en una trampa mortal?

No sé con certeza quién propagó la infección por el bloque 2 y el 3, pero en cuestión de días todo se fue al diablo. Recuerdo las puertas de los pisos siendo azotadas desde dentro por sus ocupantes ya muertos. Intentamos actuar igual que con el anciano, pero fue imposible encerrarlos a todos. La única razón por la cual la gente no abandonaba los bloques era por miedo a lo que les esperaba fuera.

El último día fue escalofriante. Mi esposo estaba tendido en la cama, su rostro poblado de sudor. Sus últimas palabras fueron: «tengo hambre». Me dirigí a la cocina del piso con su transpiración en mis manos y le preparé un bocadillo. Cuando regresé ya no estaba. Oí ruidos provenientes de la habitación de nuestros compañeros y, aún con el plato de comida entre manos, fui a ver qué ocurría.

Me es vergonzoso admitirlo pero ¿puedes creer que sentí celos? La persiana estaba un tanto bajada y apenas entraba luz. En la cama estaba la mujer y sobre ella mi marido. Él se movía con vigorosidad y ella gemía. Lo único que sentí en mi interior fueron celos. El plato se resbaló de mis manos destrozándose contra el suelo. En ese instante la mujer gritó un «ayúdame» que se coló por entre mis huesos. También fue cuando mi marido giró su cabeza y comenzó a perseguirme.