Después de varias semanas en la casa de Silve, Lud ya se sentía más cómoda de vivir con ellos. Por las mañanas Edran la entrenaba y durante la tarde se dedicaba a repasar algunas técnicas o ayudarles con las tareas, que generalmente consistía en ordenar el desastre que Silve dejaba en la cocina. Ambos se desaparecían por horas y nunca le decían a donde iban, mucho menos que es lo que hacían, aunque ella daba por hecho que se trataba de algún asunto romántico que intentaba no imaginar. Sin embargo, la mayoría de las veces Silve desaparecía solo para ir a entrenar a algún joven rico que hubiera solicitado sus servicios.
Uno de esos días en que no estaba ninguno de los dos, Lud oyó la puerta, con golpes que no identificó. Casi no iban extraños a la casa y por lo general lo hacían en las horas que la casa estaba llena.
Cuando abrió la puerta vio a un joven algo mayor que ella, de cabello blanco y rasgos muy similares a Silve. Sin embargo, no dijo nada, solo le preguntó a quien buscaba.
—Silve ¿se encuentra?
—No y puede que tarde en volver.
—Entonces lo voy a esperar —respondió y pasó raudo por el lado de Lud que arrugó la nariz con disgusto. En cierto modo estaba a cargo de la casa y no debía dejar entrar a nadie aun cuando no se lo hubiesen dicho explícitamente.
—No creo que sea buena idea —reclamó ella—. No sé si te esté esperando.
—Eres nueva —dijo mientras se cruzaba de brazos y la miraba serio—. No sabes quién soy. A él no le disgustará que su sobrino lo visite, créeme.
Lud nerviosa, se tiraba las mangas intentando ocultar sus manos, como si eso la hiciera invisible. Asintió con la cabeza y se dio vuelta para cerrar la puerta, luego se rascó la cabeza.
—¿Quieres algo de beber mientras esperas?
—No —respondió y se sentó en el sillón que estaba bajo la escalera.
Era evidente que conocía la casa, porque se movía con la confianza de alguien que domina cada rincón. Ella pasó por su lado sin mirarlo y se metió en la cocina donde lavaba los utensilios que Silve había dejado sucios por la mañana y no salió de ahí hasta que llegó él y Edran.
Detrás de la puerta se oyeron risas y un golpe secó que sobresaltó a Lud, quien se asomaba desde la cocina. Había terminado mucho tiempo atrás, pero no había querido aparecerse para no tener que intercambiar palabras con el joven que todavía permanecía en el mismo lugar que lo vio por última vez. Luego se abrió la puerta y se vio a Edran intentando cargar y botar a Silve que reía e ignoraban la visita.
—Tío —se oyó a su espalda.
Rápidamente se soltaron. Silve guardó la compostura y tosió para disimular su asombro.
—Mile, que sorpresa. No me avisaste que vendrías.
El joven ignoró el saludo y se concentró en el hombre que estaba parado detrás de su tío, lo miró de la cabeza a los pies y Edran le devolvió una sonrisa burlesca.
—Todavía sigue aquí.
—Es mi pareja, porque no seguiría viviendo conmigo.
—Papá pensaba que habías recapacitado.
—¿Por eso estas aquí? ¿para llevarle las nuevas a tu padre?
Esa pregunta hizo que Mile cambiara el gesto a uno mucho más amable. Uno que le recordó el verdadero motivo de su visita.
—Es cierto, no vine a eso exactamente. La verdad es que vine por mi cuenta. Mi padre no sabe que estoy aquí. Le comenté que quería visitarte, pero no estuvo de acuerdo.
—Eres bienvenido en mi casa. Cualquiera de mi familia lo es, siempre y cuando no critiquen mi vida y las decisiones que he tomado. Soy un adulto aun cuando a tus padres no les guste. Salí de ahí hace mucho y puedo hacer de mi vida lo que me plazca, algún día lo entenderás, cuando te enamores.
—No vine a hablar de amor tampoco. Vine a pedirte un favor.
Silve intuyó lo que iba a ocurrir y levantó la mano para que Edran no dijera nada, él no estaba de acuerdo en que su familia lo buscara solo por interés cada vez que necesitaran de su poder, pues de todo su linaje era el único que dominaba a la perfección el arte del ataque mágico, era la habilidad que había desarrollado de manera natural y en la que se había perfeccionado. Edran hizo caso y solo se limitó a sonreír y acercarse a Lud para pedirle explicaciones de porque dejó pasar a Mile, sin el consentimiento de nadie.
Suspiró fuerte antes de preguntar cuál era ese favor y una punzada de decepción que le atornilló en la cabeza le decía que al final de todo Edran siempre tenía razón. De todas formas, puso su mejor sonrisa, pues Mile siempre había sido su sobrino favorito.
—Dime.
—Voy...eh...necesito dar algunas pruebas para subir de rango. Mis ataques son muy pobres todavía y pensé que podrías ayudarme a entrenar. Lo básico, lo que ya se. Algunos trucos, como hacer que no puedan evitarlos. Eso.
Se dio un par de vueltas mirando el suelo luego se sentó y se quedó viéndolo.
—Es cierto que se bastante de ataques, he practicado y estudiado mucho. Pero un ataque no es nada si no conoces las defensas. No ganas nada con mejorar y perfeccionarte si no sabes con que se defienden los demás.
—No entiendo tu punto.
—Edran. Es con él con quien debes entrenar, yo ya te enseñé todo lo que necesitas saber. Ahora necesitas un maestro de defensa y el mejor que hay en la región es él.
Mile se volvió a mirar al novio de su tío y Edran levantó las cejas con una sonrisa.
—¿Porque no? ¿Es perfecto para lo que quiero, no crees? —dijo y se volvió a mirar a Lud que lo miraba sin entender que tendría que ver con ella.
—Te voy a ayudar, pero necesito que lo escuches —expuso Silve.
—¿Porque no hacemos una prueba ahora mismo? En el jardín, está todo preparado. Yo te ayudo y así tú la ayudas a ella.
—Que tiene que ver tu criada en esto.
Edran soltó una risotada.
—Luz no es mi criada, es mi aprendiz y vas a tener que ayudarla si quieres que coopere contigo.
Lud refunfuñaba por que otra vez le cambiaban el nombre, mientras, Mile resoplaba y miraba a Silve pidiéndole ayuda, pero este también reía. No iba a quedar mas remedio que someterse a las ironías de Edran si quería que le enseñaran lo que necesitaba. Claro está que podría marcharse, pero se había armado de valor y había llegado hasta allí con un propósito. Además, era mas probable que si se iba de alguna u otra manera Edran se las arreglaría para ir con el cuento a su padre, si se quedaba crearía una complicidad con su tío y podría mantener esa información a raya.
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Lud y el abismo
FantasyMientras el consejo de magos busca a un asesino, Lud llega a la ciudad en busca de un maestro que potencie sus habilidades. En esa búsqueda entrelazará su historia con aquel que desea robar su poder y desea ver caer la magia.