Prólogo

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–Tiene que ser una broma– susurró.

No podía ser.

Ese aroma...

Ese dulce aroma que erizaba sus vellos y le ocasionaba ligeros temblores en todo el cuerpo, no podía pertenecer a...

–Jonghyun, ¿Por qué estas mirando tanto a Kibum?– preguntó su mejor amiga, la Omega que le gustaba desde que tenía uso de razón.

Su cabeza era un lío.

–¿Por qué... por qué huele diferente?– preguntó para sí mismo, conocía a Kim Kibum desde primaria, de hecho él mismo era uno de los que le hacía burla por su apariencia y su olor nunca había sido peculiar ni tan atractivo.

Porque simplemente la apariencia de Kim era horrorosa, nunca había visto una persona tan poco agraciada en su vida.

Lentes gruesos, rostro con acné, cabello chispioso, sin brillo y a eso, agrégale su espantosa forma de vestir.

Lo único atractivo en todo su cuerpo era su sonrisa.

Pero aún así era un pequeño monstruo.

Ji Eun lo observó extrañada, había escuchado su susurro, así que decidió contestar.

–Se presentó ayer, es un Omega–

Jonghyun tragó en seco, asustado ante lo dicho.

Un Omega.

Eso no era bueno, habían muchas probabilidades, pero no...

Era imposible, de seguro solo era un Omega con fuerte olor, solo eso. No significaba nada.

–Ah, yo pensé que sería un Beta, con esa apariencia no le hace honor a los Omegas– comentó intentando parecer despreocupado.

Ji Eun rodó los ojos –Eres muy superficial ¿Sabías?–

Jonghyun sonrió antes de tomarla por la cintura y depositar un beso en su cuello, su amistad se basaba en el afecto.

De hecho, Ji Eun sabía que Jonghyun gustaba de ella, pero ella ya tenía su Alfa al cual le era leal, y Jonghyun la respetaba por eso.

–Vamonos de aquí– dijo Jonghyun una vez la hubo soltado, tomando su mano para dirigirse a la cafetería.

Pero el sentimiento de que estaba haciendo algo mal se instaló en su pecho.

Por instinto volvió su rostro hacia donde se encontraba Kim.

Y sus miradas conectaron.

Kibum los veía decepcionado con un puchero y temblando ligeramente.

Y al ver esos ojos llorosos el Alfa dentro de Jonghyun empezó a gemir y removerse incómodo, inconforme.

Tragó en seco una vez más.

No podía ser cierto...

El destino no podía estarse burlando de él de esta forma.

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