Arianne
El gusto metálico cubre mi lengua mientras lo paso por mi labio inferior. Los golpes que me han proporcionado son bastantes fuertes y la puñalada en mi estómago está palpitando. Poco a poco pierdo el conocimiento.
Me hirieron con plata y hiedra púrpura. Las lágrimas brotan de mis ojos, derramándose por mis mejillas tan calientes como la sangre. Mi mente está muda, mis cuerdas vocales no quieren cooperar para gritar. Me muevo un poco contra la pared, jadeando desesperadamente en busca de aire. Mi bebé...
La muerte es menos dolorosa que la idea de Allison lejos de mí. Una parte de mi alma ha sido robada y necesito recuperarla. Necesito a mi bebé. Debo recuperar a mi hija. No puedo olvidar sus gritos aterrorizados cuando fue apartada de mis brazos y el dolor en sus lindos ojos verdes. Juro que no descansaré hasta tenerla junto a mí. Iré por ti, ángel.
Me aparto de la pared justo cuando una madera cae del techo a centímetros de mí. La cabaña está quemándose y pronto ya no quedará nada. Solo cenizas.
—¡Arianne! —Escuchar la voz de Asher provoca un alivio instantáneo en mí —. ¡Ari!
Juro que intento mantener los ojos bien abiertos, pero me cuesta mucho. El cuchillo tocó una arteria y el proceso de curación está demorando más de lo necesario. Presiono los dedos en la herida con la esperanza de que el sangrado se detenga.
No funciona.
Me muero con cada segundo que pasa. La pérdida dentro de mí es demasiado. Sin Allison me siento incompleta.
—Mierda, Arianne —dice Asher. Hay angustia en su voz, puro pesar —. Te sacaré de aquí. Aguanta.
Tose cuando inhala la toxina en el aire, pero pronto carga mi cuerpo en sus fuertes brazos. La cabaña no demora mucho en derrumbarse con las llamas expandiéndose en el resto del bosque. Fuego, hay tanto fuego. El fuego me persigue.
—¿Dónde está Allie? —pregunta Asher con los ojos llenos de lágrimas —. No puedo olerla.
Oculto mi rostro entre las manos y lloro. ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Cómo? Hace segundos la tenía en mis brazos y ahora no queda nada.
—Allie...
Asher acuna mi cara con las manos y me obliga a mirarlo fijamente. Hay nada más que sufrimiento en sus ojos avellanas y su corazón late de la manera más desesperada. Esto me rompe por la mitad, destroza mi alma. Estoy sangrando por todos los poros.
—¿Dónde está?
—Yo... no lo sé —sollozo —. Se llevaron a nuestra hija, Asher.
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