Arianne
Las manos de Asher hacen magia mientras me desnuda rápidamente y su gran cuerpo cubre el mío en la cama. Hace minutos éramos una chispa de fuego, pero ahora somos un incendio que derretirá todo el hielo que hay afuera. Mi suéter desaparece, dejando libre a mis pechos y al instante su cálida boca chupa los pezones y mordisquea.
Su boca...
Dioses, su boca me vuelve loca.
—He esperado esto por días... —hablo con dificultad —. Te necesito tanto.
Acuna mi cara y mis manos descansan sobre las suyas mientras sus labios devoran los míos con avidez. Se lengua se sumerge dentro de mi boca y lo recibo complacida. Él gime con satisfacción y su erección presiona la humedad entre mis piernas. Estoy muy sensible y necesitada. ¿Cómo pude sobrevivir tanto tiempo sin su calor?
—Todavía quiero castigarte por lo que has hecho —susurra entre besos —. Hacerte sentir la mitad de mi sufrimiento.
Sus labios se apartan y cierro los ojos mientras besa mi mandíbula, mi cuello y regresa a mis pechos. Ha tenido un fetiche con ellas estos días porque no dejó de mirarlas cada vez que me desnudo en su presencia.
—Sufro por ti todos los días, Asher —Mis manos encuentran su erección que aumenta de tamaño cada segundo y gime como si estuviera adolorido —. ¿Vas a castigarme por mi decisión el resto de mi vida? Porque no puedo revertirlo.
De repente se aparta de mí y mis ojos se vuelven borrosos por la frustración. Su cara está tensa, su mandíbula tiene un tic nervioso. La realidad me golpea como una bala en el pecho y me reprendo por soltar el comentario. Él puso la condición de no volver a mencionarlo.
—No, no puedes revertirlo —concuerda —. Pero nunca vuelvas a tomar decisiones por mí porque no te perdonaré jamás, Arianne. ¿Entiendes?
Mi labio tiembla.
—Entiendo.
Muy pocas veces utiliza su tono dominante conmigo, pero estas semanas ha estado más autoritario de lo normal. Se asegura de que esté bien alimentada y siempre pregunta si tomé agua. Las actitudes hostiles son frecuentes y no me sorprende. Son los efectos de haber roto el lazo. Aún debemos acostumbrarnos al cambio.
—Otra cosa.
—¿Sí?
—Te amo más que a nadie en este mundo y nada cambiará eso. Necesito repetírtelo cada segundo porque odio ver la inseguridad en tus lindos ojos.
Sonrío con dolor.
—¿No debería ser yo la que te recuerde cuán importante eres? Tu temperamento estos días han sido terribles y me das la sensación de que le arrancarás la cabeza a cualquier hombre que se acerque a mí.
Se posiciona por encima de mi cuerpo sin aplastarme, besándome descuidadamente. Su aliento a vino me vuelve loca y quiero consumirlo. He soñado con nosotros así durante días. Lo extrañé cada minuto, pero también entendí que necesitaba su espacio. Que esté tan ansioso como yo es una prueba de que siempre va a anhelarme. No puede vivir sin mí.
—Mi lado animal no permitirá que ningún otro hombre mire lo que es mío.
—No voy a mirar a nadie —afirmo —. ¿Por qué lo haría cuando todo lo que quiero está justo frente a mí? Soy tuya, Asher. Solo tuya.
Mi respiración se mezcla con la suya mientras me aferro a sus hombros y clavo las uñas en su piel. Su mano va a mi cintura y me da un pequeño golpecito como una orden. Abro las piernas y luego lo siento empujar dentro de mí. Echo la cabeza hacia atrás, apretando los ojos y permitiendo que cada parte de él se entierre profundamente. La sensación es placentera, pero un poco incómoda al principio. Su tamaño nunca dejará de abrumarme.