No sé cuándo dejé de llamarte Yaya, pero lo que sí sé es que la nena a la que criaste murió hace mucho tiempo.
A pesar de haber vivido en el infierno, puedo confirmarte que se fue en paz al ver cómo renacía en alguien que se fundía en la frente las palabras ''sé fuerte''.
Aún así, me pidió que te dijera ésto:
No quiero que me olvides. No quiero que olvides que en esta carta te pido perdón por haber negado todo cada vez que señalabas algo sobre mi salud.
Tus ojos sabios sabían lo que pasaba.
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En la piel.
RandomVeinte años de tinta sobre piel. Diez días sin saber dónde vaciar lo que no llegué a escribir en ella. Si alguna vez se te terminó la piel, entonces vas a entenderlo todo.