Capítulo 4 - ¿Crees que ese tío es de fiar?

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Cojo mi móvil y marco el número de Alexia. Lo tengo memorizado en el teléfono y no necesito acordarme de los dígitos.

-Hola, ¿qué quieres?- responde mi amiga al otro lado de la línea.

-Necesito que vengas a mi casa ya. Rápido- digo directa.

-Voy, tardaré diez minutos o así.

-Vale.

Cuando cuelgo el teléfono me doy cuenta que estoy muy despeinada, así que para hacer tiempo voy al aseo a peinarme. Cuando pasan diez minutos, tal como prometió Alex, llama a la puerta de mi casa para que le abriera.

-Aquí estoy- dice sonriendo mi amiga cuando le abro la puerta.

-Gracias por venir- respondo- entra que te explico.

Asiente y nos dirigimos a mi habitación. Gracias al dinero que ganan mensualmente mis padres podemos mantener la gran casa de dos pisos en la que me encuentro. Mi  habitación está en el segundo piso, juntamente con un baño y la habitación de mis padres. En el piso de abajo, se encuentra la cocina, el comedor, el salón y otro baño.

-Mira- le enseño el folleto que me encontré en la portería de mi casa.

-Vale…- lo examina y queda indiferente- entonces… ¿Qué sugieres?

-A ver, lee el título.

Lo lee y continua indiferente. A veces no capta las cosas hasta que tú no la ayudas.

-Lo he leído. Y… ¿qué pretendes?

-Pues, como ya sabes, tengo dislexia- asiente- y, creo que éste folleto me ha dado una idea, gran idea.

-No, Jess, no- se forma una expresión preocupada cuando dice estas palabras.

-Sí, Alex. Es mi decisión- respondo seria.

-A ver, yo me he hecho una idea de lo que pretendes, pero ¿se puede saber a dónde quieres llegar?- pregunta confusa.

-Verás, mañana voy a ir a hablar con ese señor, creo que me podría ayudar con mi enfermedad- hago una pausa y miro a mi amiga, aún más preocupada, y eso lo deduzco por su cara- no creo en lo sobrenatural, pero algo podremos hacer, supongo.

-Mira, no quiero que tengas problemas, aunque siempre me tendrás a mí para cualquier cosa- me da un abrazo después de pronunciar éstas palabras.

-Gracias. Aunque necesitaré tu ayuda. Ayúdame a marcar éstos dígitos para pedir cita para mañana- asiente y procedo a coger el teléfono fijo de mi casa.

Alexia marca en el teléfono los números y empieza la llamada.

-¿Dígame?- responde una voz grave por el otro lado de la línea.

-Hola- empiezo- me gustaría pedir cita para mañana.

-De acuerdo. Sabe nuestra dirección y los servicios de los que disponemos, ¿no?

-Sí, lo pone en el folleto.

-De acuerdo. Asigno hora a…

-Las cinco y media de la tarde, mañana. Sólo me gustaría hablar con usted, ¿y la siguiente cita podría ser el viernes a la misma hora?

-De acuerdo.

Acabo la conversación y cuelgo el teléfono.

-Jessica, pero ¿crees que ese tío es de fiar?- pregunta mi amiga.

-Bueno, pero sabes lo que necesito, y ese me lo puede dar.

-¿Y que crees que te hará?- empieza Alexia y hace gestos extraños con las manos- ¿Te dará una poción para quitarte la dislexia o algo? Además, menos mal que ya empieza Pascua, porque si te pasara algo extraño, la gente no debe de notar nada.

-Tienes razón.

Nuestra conversación no llega a más, hasta que concluimos el tema y nos despedimos.

Cuando Alex sale por la puerta de mi casa me pongo a pensar en las consecuencias que conlleva ir a una persona que no conoces para nada, pagarle una cantidad de dinero, que en mi caso desconozco, y que haga su trabajo. Tampoco sé que va a hacer para formular una cura, si se puede llamar así. Si me pongo a reflexionar, creo que me he metido en un lío, y bien grande. ¿Cómo va a hacer para curarme? Cada vez me pongo más nerviosa sólo en pensarlo.

Me tumbo en mi cama y examino mi habitación. Hace ya muchos veranos que, mientras que yo estaba en un campamento durante unos días, mi madre me pintó la habitación y  cambió los muebles. Recuerdo mi antiguo cuarto, paredes de color verde y muebles diminutos de madera de su color original, y que cuando mi madre me propuso la idea de hacer una reforma lloré y lloré porqué no quería despedirme de los muebles. Hasta que, en un momento me puse a recapacitar y pensar, y le di mi permiso a mi madre para que cambiara mi habitación. Actualmente las paredes son color lila pastel y en mi habitación hay pocos muebles, los suficientes para mí. Cabe decir que el cuarto es diminuto y caben cuatro cosas, a pesar que disponga de una gran casa. Miro hacia mi derecha y veo la mesa donde hago los deberes junto con mi silla. A mi izquierda está la pared, donde hay un montón de posters, y cada semana cuelgo más. No sé que haré cuando la pared ya esté completamente empapelada con mis posters, aunque cada vez que me lo planteo pienso que colgaré posters incluso en el techo. Delante de mí hay la puerta y, cuando ésta permanece abierta, detrás de ella hay una estantería, que está llena de libros y cajas donde guardo material escolar y otros. Mi caja preferida no cabe duda de que es la que pone recuerdos, donde, como bien indica su nombre, guardo cosas de cuando era pequeña. Hace unos días encontré unas fotos con las cuales inconscientemente solté una sonrisa al acordarme de esos tiempos.

Y, bueno, lo que queda de día transcurre de manera normal, como cualquier día de una adolescente.

Ayúdame a recordar (Harry Styles FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora