Capítulo VI: Hora de Víctor.

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—Es un lugar muy bonito—dijo Víctor al ingresar en el departamento donde vivía Yuuri—. Pero se nota que le falta algo.

El color de las paredes era de un tono celeste claro, emulando un cielo despejado en época de verano, allá donde los tonos de la naturaleza toman mayor contraste y son los protagonistas principales. El juego de muebles en la sala conjugaba perfectamente con las paredes, de un tono blanco hueso y cojines rojizos que parecían invitarlo a hundirse en la comodidad de la que presumían.

Víctor quizás fue ingenuo al creer que encontraría fotografías enmarcadas colgadas en las paredes, o alguna cosa que delatara la relación de Yuuri. Fue demasiado despreocupado pensar que el ambiente al entrar sería uno cálido, hogareño, confortable, cosa imposible siendo que en esa relación (como en la suya) todo se había desmoronado.

Lo que encontró en las paredes de tono cielo fue un gran cuadro de diversos colores, de esos modernistas que hacen los artistas para gente exagerada. No tenía ningún sentido específico y solo estaba ahí en la sala como un adorno, a Víctor ciertamente eso le causó gracia.

Cuando él compraba un cuadro lo primero que veía era que tuviera una historia para expresar, que los que vieran sus trazos se quedaran prendados en la idea de lo que quiere demostrar. Sin embargo, esa pintura de acuarelas chorreadas por todos lados era algo que solo admiraría un infante en su primera etapa de vida.

—Sí, claro...ahora resulta ser que eres espiritista—respondió Yuuri de forma sarcástica mientras entraba y salía de algunas partes del departamento.

—No es necesario ser esa clase de persona para darse cuenta que aquí algo anda mal—Los ojos de Víctor se dirigieron desde el cuadro a Yuuri, quien no detenía su labor de empacar—. Creí que tal vez encontraría al menos un cuadro de los dos.

—Esto ha sido así desde siempre, pero solo ahora puedo comprender el por qué.

—¿Desde siempre?

—Desde siempre. Desde que me confesé ingenuo a Minami cuando éramos compañeros de clase—Yuuri detuvo sus pasos, sosteniendo un cepillo de dientes en su mano y una toalla con sus iniciales en la otra. Sus ojos se centraron en Víctor antes de recorrer el entorno que ahora le parecía un vórtice de dolor—. Ya sabes, la historia del mejor amigo enamorado indebidamente de alguien que le brindó su apoyo, luego, la inminente confesión "Lamento traicionar tu confianza con estos sentimientos, pero ya no puedo seguir ocultándolos...Me gustas" ¿Quién, en medio de la ceguera del amor, es capaz de reconocer cuándo el sentimiento es verdadero? En ese momento estás desesperado por sentir que la persona a la que has anhelado por tanto tiempo corresponde tus sentimientos, y un simple "¿Quieres salir conmigo?" se torna tu locura. Una locura que tiene un tiempo de cura, dependiendo obviamente de la persona...en mi caso...mi locura duró varios años.

Víctor sintió una opresión en su pecho al observar desde primera fila la rota sonrisa de Yuuri, esa con la que relataba a breves rasgos su relación con Minami y los sentimientos que tenía en ese momento tras darse cuenta de la mentira que él mismo decidió creer. Víctor admiró a Yuuri por su fuerza, aunque no la había usado adecuadamente.

—"El amor es una locura que ni el cura lo cura"—Víctor rió, acercándose lentamente a Yuuri tras dejar en el aire esas palabras—. Todos hemos cometido errores por amor, a veces esos errores terminan en bellas sorpresas y otras veces, como en nuestro caso, desastrosos tifones de verdades y dolor. Pero ¿Sabes qué pasa con esas tormentas que nos esperan desde hace ya varios meses?— Cada vez más cerca, Víctor no dejaba de centrar sus ojos en los de Yuuri, quien también le miraba con fijeza y determinación—. Amaina, dejando destrozos, sí, pero también una nueva oportunidad de ver salir el sol.

Game of Infidels [Los Deseos De Pajarito] [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora