Capítulo IV: Sentimientos.

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Víctor deslizaba sus largos dedos sobre las teclas del piano, creando un sonido monótono como base de aquella interpretación. Una mano sobre el teclado y la otra sosteniendo un lápiz, Víctor escribía lo que pensaba le podría servir para los arreglos de la entonada, pero tan pronto los anotaba éstos terminaban por ser tachados. Un error más.

Con frustración siguió la base de la pista, en un vago intento de conseguir un poco de inspiración. Pero una vez más, nada surgió.

Lleno de ira aporreó las teclas, dejando salir del piano de cola una mezcla desentonada que llamó la atención de su compañero, quien elevó la mirada desde el sillón donde se encontraba recostado y dio por olvidada la revista que leía.

—¿Sucede algo?—Víctor no respondió, en su lugar solo dejó caer la cabeza sobre ambas manos, apoyando sus codos en el piano sin importarle si las teclas que tenía aplastadas resultaban estropeadas.

Jean se levantó del sillón con el gesto preocupado, sabía de la falta de concentración por la que estaba pasando su pareja, verlo estresado y abatido no le gustaba.

Con calma alcanzó el hombro de Víctor, el cual se estremeció a su contacto. Tal acción hizo que Jean alejara la mano y lo viera con cierta preocupación tiznando sus ojos. Era su pareja, la persona con la que compartía su vida, quien necesitaba ayuda.

—Víctor—llamó de forma calma, sin recibir respuesta de parte del albino—Cariño...

—¡¿Qué?!—gritó de repente, provocando que Jean diera un paso hacia atrás y lo mirara contrariado. Los ojos de Víctor irradiaban ira y frustración, pero no solo eso; otro sentimiento o emoción se desbordaba por esas orbes azules que le miraban fijamente, una sensación a la que Jean no supo darle nombre.

Pero Víctor si sabía, era el cansancio ocasionado por vivir en una mentira. Era la ira consigo mismo por ser capaz de solucionar cualquier problema, enfrentarse a cualquier situación y darle la cara de frente, pero no poder terminar con el amor tóxico que lo consumía desde adentro.

Porque Víctor aún sentía algo por Jean, o eso creía. Porque haberlo tenido tres días y tres noches seguidas a su lado le había robado una parte de la ira que sentía, y lo dejaba casi vulnerable. Aunque seguía a la defensiva con respecto a convivir cien por ciento con Jean, aceptaba sus palabras y sonreía en ocasiones. Estaba atrapado entre el amor de Jean, que era la afilada espada, y la verdad, que era una maldita pared repleta de clavos.

Una vez más aplastó las teclas con sus codos y hundió su rostro entre sus manos, dejando salir un gran y sonoro suspiro en el que parecía se iba su vida. Sintió a Jean caminar por detrás de él, pensó que se marcharía después de aquel grito; sin embargo, al escuchar las dos primeras notas saliendo de aquella guitarra que acompañaba desde un costado al piano le hizo comprender que no, que seguía ahí con él.

Jean empezó a entonar un melodioso ritmo que apuñaló el corazón de Víctor, recordaba cada una de las notas que resbalaban por aquellas cuerdas, y si hubiera visto la ligera sonrisa nacida de los labios de Jean habría dejado que aquellas lágrimas que sus ojos retenían se hubieran resbalado por sus mejillas.

"Lágrima", pensó Víctor, el mismo nombre que etiquetaba a aquella sonata de guitarra clásica de Francisco Tárrega "El recuerdo aún vive, aunque pretenda olvidarlo"

Víctor cerró los ojos, aun escondiendo su rostro entre ambas manos. Sin querer, de sus labios escapó una ligera sonrisa que no pasó desapercibida de los atentos ojos de Jean. Quería ver a Víctor sonreír y olvidar por al menos un minuto sus pesadas responsabilidades. Aunque no pudiera ayudarlo como él quisiera, al menos haría de su vida algo un poquito mejor.

Game of Infidels [Los Deseos De Pajarito] [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora