Capítulo II: Convicciones.

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El sabor de la traición ¿Cómo sería?

Tal vez era el manjar más dulce que el ser humano ha llegado a probar, y tan adictivo como el azúcar o el chocolate. Sí, de esas obsesiones imposibles de dejar por pura determinación, algo que si lo pruebas, jamás querrás dejarlo.

Yuuri piensa que eso es la traición, y considera a la infidelidad como el peldaño más alto dentro de ese rango. Un sabor tan embriagante que hace olvidar el recato y las promesas, dejando de lado los sentimientos de los demás para así saborear los manjares que ofrece.

Por eso quiere intentarlo, por eso se vio tentado a probar de ese elixir de la felicidad plena del que muchos gozan, entre ellos su pareja.

Sí, su amada pareja, aquella con la que había empezado a vivir hace unos meses, y compartía cinco años de una "hermosa" y "sincera" relación. Aquel que le juró amarlo por el resto del tiempo que tuvieran juntos le era infiel.

¿Cuánto duró entonces aquella promesa? Si las evidencias demostraban que esa relación clandestina llevaba más años que su propio noviazgo. Entonces ¿Quién era el amante? ¿Él o aquel muchacho de ojos miel?

Le dolía pensar que solo fue un reemplazo, quizás un error del que se le había hecho difícil alejarse, por simple lástima de sus ojos aguados antes de quebrar en llanto.

Hace dos semanas se había enterado del gran engaño en el que vivía. Que el departamento que compartía con su pareja era propiedad de la familia del chico con el que lo engañaba, que llevaban diez años de una extraña relación en la que el de ojos claros se marchaba y su pareja lo buscaba, o al revés dependiendo de la situación.

Dos semanas tratando de engañarse una y otra vez, diciéndole a su reflejo en el espejo que no eran más que mentiras, falsas especulaciones de alguien que no tenía más que hacer. Pero habían pruebas y él se negaba a verlas, porque así lo quería él.

Se cegó con el alcohol, ahogándose en un vaso sin fondo al que siempre era bienvenido. Procurando ser lo más discreto posible para que nadie se percate de su desdicha, del dolor que empezaba a sangrar y a ser aceptado dentro de su cabeza.

Su pareja le era infiel, en su casa, en su habitación, en su cama.

La primera noche en el bar lloró, tan fuerte que el barman le subió a la música para hacer de su desgracia algo más ameno, tan doloroso que recibió trago gratis, tan lamentable que alguien terminó llamando a uno de sus contactos para que lo fueran a ver.

Yuuri era un desastre al principio, pero un desastre de esos que con el tiempo se van arreglando solos.

Cuando Chris, el barman del lugar al que iba, le ofreció la opción de pagarle con la misma moneda a su pareja, él no lo pensó dos veces y aceptó la idea. Porque estaba deseoso de saber qué era lo que escondía la infidelidad bajo esa capa de mentiras, el sabor que posee para embriagar y enloquecer a todos, hasta el punto de hacerlos desear más.

Y desde ese momento buscó, buscó y buscó. Alguien con la mirada rota, con el corazón herido, con las esperanzas perdidas.

Alguien que le mirara de la misma forma desesperada, que tuviera las intenciones de vengarse como él lo quería hacer. Porque a su pareja le podía perdonar todo, pero no el engaño de tal forma, con tal descaro, de esas grandes e insensibles mentiras.

Entonces, hace una semana atrás, Yuuri lo encontró.

Se refugiaba en el licor como él, le hablaba a Chris de sus penas, y podía escuchar la desesperación que tenía, aunque se encontraba lejos. Ese apuesto sujeto de cabello platinado tenía el mismo problema que él, y era el indicado para cumplir con su venganza.

Game of Infidels [Los Deseos De Pajarito] [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora