Bill caminó a través del pasillo, pisando con cuidado para no hacer ruido. Quizá su elección de calzado no era la más apropiada para moverse con sigilo, pero esas botas le quedaban fabulosas y de todas maneras ya era demasiado tarde para regresar a su casa a cambiarlas.
El alboroto proveniente de una puerta entre abierta lo guió directo a la habitación que buscaba.
Asomó la cabeza apenas unos centímetros al interior del dormitorio y se quedó apoyado en el umbral, espiando a los amantes a hurtadillas. Se llevó previsoramente una mano sobre la boca, no fuera que se le escapara un ruido que lo pusiera en evidencia involuntariamente.
Su mirada recorrió la curva de la espalda de Tom, la que quedó expuesta cuando la rubia le quitó la camiseta.
Las uñas de la chica, largas y con un diseño de Polka Dots, tenían fascinado a Bill.
Bajo la presión de su mano, se tragó un jadeo al ver a esas uñas trazando líneas sonrosadas sobre las amplias espaldas de Tom, bajando con descaro hasta su caderas y llevándose con ellas jeans y bóxers.
La temperatura del cuarto subió, así como la del silencioso voyerista. Que no perdía detalle del pasional encuentro.
En un movimiento brusco, Tom dio con la chica de espaldas en la cama, ella no tardó en acomodar sus piernas alrededor de sus caderas, entre risas.
Un par de minutos más tarde las pantaletas rosa chicle de la rubia volaron por los aires y fueron a aterrizar a los pies de Bill.
No bien el rígido pene de Tom desapareció bajo la tela de tartán—y resignado a no poder ver lo que estaba sucediendo por esos rumbos, por culpa de la escasa pero estorbosa faldita plisada—, Bill se concentró en los redondos glúteos del chico que lo atraían como un imán.
Despacio, casi como en trance, Bill se acercó a la cama (que debido al furor de los amantes rechinaba y azotaba de forma regular el cabecero contra la pared) se subió a esta casi sin pensarlo, deslizando una palma por sobre la espalda bronceada y húmeda de sudor.
La rubia se asustó al notar la irrupción y se cubrió los pechos desnudos y su rostro con conejo de peluche que descansaba sobre una de las almohadas.
Embargado por el olor a sexo y la calentura, Bill sólo cerró los ojos y se aferró a la espalda de Tom, dejando en sus manos explicar la peculiar situación.
La chica, como todos en la secundaria, sabía que Bill y Tom eran novios. Sin embargo había albergado esperanzas de que ello cambiara luego de que este último respondiera sus coqueteos y aceptara la invitación a "estudiar" en su casa.
Le tomó tres minutos completos digerir su propuesta: "A Billy le gusta mirar. Podemos marcharnos si no estás bien con ello, o quedarnos y darle a esto un gran final".
La idea de haber sido engañada para satisfacer el fetiche de esa mosca muerta no le hacía el menor chiste. Pero, por otro lado, siendo Tom el sueño húmedo de toda chica, ella incluida, no podía desaprovechar esa oportunidad única.
Asintió con su cabeza, apartó el conejo y jaló las trenzas de Tom para un beso profundo. Si aquella era una situación irrepetible e ideada para placer ajeno, al menos iba a obtener de ella el mayor provecho posible.
Continuará…

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The Man of the Magic Dick
FanficToda lesbiana se ha topado durante su vida con al menos un hombre que, inflando su pecho, se presenta a sí mismo como la quintaesencia de la virilidad y le ha ofrecido su polla fecunda -suerte de mágico báculo sanador- para regresarla al buen camino...