Para cuando la puerta se cerró a sus espaldas, el exquisito aroma de una fragancia llegó a él. Will se volvió en dirección al lecho, con sus tristes ojos encontrando entonces la silueta de la bestia que ya se regodeaba con su miedo e ira, obligándose a mantenerse tan impasible como pudo pretenderlo. Jamás había esperado un reencuentro que, a su favor, no tuviese nada; contrariamente, se había visto esperanzado por la oportunidad de ser él quien al fin tuviese en sus manos y a su merced a su ansiada presa. Pero no quedaba cabida para la fe al frente del hombre que siempre fue el auténtico cazador; el voraz monstruo que una vez más volvía a asomarse de entre sus ruinas con la desesperación de calmar su sed.—Doctor Lecter.
—Will —saludó parsimonioso, sentado en el borde de la cama con ambas de sus piernas entrecruzadas finamente—. Veo que ya no estamos en la base de llamarnos por nuestro primer nombre.
—Jamás debimos estarlo.
El tajante mal trago avasalló al caníbal con la más sigilosa de las sonrisas. Su cabeza se ladeó y Graham tan sólo pudo saberlo por el reflejo maligno que emergió desde detrás de su hombro, viendo el suyo propio como quien huye atemorizado del monstruo que espera a sus espaldas. Hannibal se irguió en su portento y su dominio avanzó por el camarote, sujetando entre sus largos dedos la última pieza del traje que su compañía vestía. Acarició la tela bajo la mirada cerúlea, se emborrachó del aroma de él, se contagió de los acontecimientos que habían quedado grabados en ese traje con el solo roce de una fragancia; sospechó terriblemente. El ex consultor no pudo sino retroceder como aquella primera vez en la que esa cercanía le había acorralado con su poder, en una de las tantas citas, en una de las tantas visitas en el estudio en donde sucumbiría por su naturaleza oculta. El doctor, contrario a cualquier amenaza, pidió que permaneciese justo como se hallaba y, aprovechando la postura de su muchacho, deslizó el saco por sus hombros, terminando de arreglarle.
—Ansiaba que nuestro encuentro fuese a solas, Will —susurró, acomodando el cuello de su camisa, la piel de su palma subiendo hasta el cuello que apenas sometió como un dulce roce—. Antes de la celebración de esta noche.
—¿Y qué estamos festejando exactamente? —preguntó brusco, saboreando el rencor en su voz, sílaba por sílaba.
—El verdadero comienzo de nuestro juego.
El calor de su aliento llegó a la carne de la presa, dando paso a un escalofrío para el mismo desfavorecido. Will Graham se giró suavemente entre la intimidad de sus cuerpos, su mano tanteando trémula uno de sus bolsillos, siendo detenida de golpe su búsqueda por los dedos que se cerraron sosegada, pero fuertemente en su muñeca. Contra todo impulso, se dejó hacer en el tacto exquisito del destripador, sintiendo cómo la cuchilla que antes Bedelia había portado le era entregada una vez más, asaltada su traición en flagrante. Su puño se cerró a milímetros del filo y Hannibal, con sus macabros ojos en los otros, besó su dorso.
—La necesitarás —dijo antes de apartarse, dejándole solo en el camarote otra vez.
La espalda del americano golpeó una de las paredes y se aferró a esa firmeza, con el frío sudor ya perlándole la frente. Incluso cuando los pasos de Sherlock Holmes se avecinaban por el pasillo, supo que él no había descubierto aún la esencia tenebrosa que Hannibal había dejado detrás. Alisó su traje un momento antes de que los nudillos del detective llamasen a su puerta, escondiendo entre sus prendas la daga que casi resbala de su mano. Vio sus estropeados anteojos en medio de las frazadas, mas no los tomó; ya había enfrentado la intimidad más escalofriante.
—¿Graham?
No hizo falta otro nombramiento cuando el aludido se mostró con aire sombrío tras la gastada madera. Ambos hombres le esperaban tan pulcros como habían conseguido estar, listos para la cena que no les acechaba con buenas nuevas. Fue cuestión de segundos para que el semblante de Holmes se crispase con dudas, mientras que el del doctor se pronunció angustiado por tal palidez imperdible.
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morir a gusto ― johnlock n' hannigram
FanficWill Graham ayudará a Sherlock Holmes a seguir los rastros de aquél que de sus manos hurtó la vida, a costa de ser conquistado por su macabro corazón.