Pierre se vio obligado a tomar el resto de las clases sin su tarjeta de créditos, siempre evitando a sus hermanos y a la gran ballena negra. Para la última clase, su concentración era nula y el estómago le dolía de hambre, además de que su saco se sentía tieso por el licuado derramado y despedía un olor dulzón y desagradable. Había girado tanto su anillo, que su dedo presentaba una marca rosada y que le escocía.
Por su parte, Julius se fue al comedor del palacio Alfa a esperar a Jaru. Cuando vio llegar al chico de anteojos, le dedicó una sonrisa de lado.
—¿Vienes por comida para el moderador? —preguntó.
—Así es.
—Yo se la llevo.
—Ahora mismo no tengo ningún pendiente, yo puedo llevársela. —La sonrisa de Julius desapareció y en su lugar apareció una mueca amenazante—. Está bien... Creo que puedo ir de nuevo a la biblioteca —aceptó el joven.
—Bien dicho, hombrecito. —Resuelto, Julius sacó a rastras a un muchacho de la fila y tomó su lugar—. Gracias por cuidarme mi espacio —le dijo con un guiño, a lo que el chico, temeroso, regresó al final de la fila.
—Eso no fue muy educado —comentó una chica detrás de él.
Julius la barrió con la mirada, hizo un sonido seco con la boca y regresó su vista al frente.
—Deberías pedirle disculpas y regresarle su lugar —insistió la chica con voz lenta.
—Y tú deberías callarte, suponiendo que no quieras problemas.
—No entiendo que problemas podrías ocasionarme tú a mí.
Julius se giró molesto, mirando con burla resentida a la chica. Era pequeña, delgada y con cara de duendecillo, su cabello era castaño y muy claro, enmarcaba su rostro pálido, casi enfermizo. Fue fácil reconocerla como alumna de Beta, por su falda azul rey.
—No tienes una idea de los problemas que suelo dar —se mofó Julius.
—¿Qué vas a hacer —preguntó la chica con genuina curiosidad—. ¿Acusarme? No he hecho nada malo. ¿Quitarme mi lugar? No te conviene, estoy detrás de ti. ¿Golpearme? No lo harías, soy una chica.
Julius soltó una risotada que hizo que varios ojos se posaran en él.
—A mi me importa un cuerno que seas hombre, mujer o quimera. Te metes conmigo y te presento a mis nudillos.
La chica sonrió con cierto aire de inocencia.
—Mucho gusto señores nudillos, mi nombre es Audrina. —Luego soltó una fina risa, como si su chiste hubiera sido ocurrente, preciso y genial. Julius la miró con desconcierto y decidió no seguir aquella discusión, al fin de cuentas ya era su turno para ser atendido.
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Los Malcriados
Roman pour AdolescentsPierre, Gabriel y Julius son hermanos trillizos que, cansados de ser confundidos y tratados como uno mismo, chantajean a sus padres para estudiar en secundarias diferentes; así, cada uno desarrolla su propia personalidad, todas diferentes pero igua...