CAPÍTULO 3

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Cap. 3

Amy regreso al hospital inmediatamente después de la comida del mediodía; había comido con Madison Scott y Allison Harper, las hermanas recién reunidas según le habían contado durante la comida; había sido una conmovedora, interesante y a la vez emocionante historia aquella; particularmente la parte donde, según Madison, su esposo había hecho todo para verla feliz y que ella no se sintiera sola en el mundo; a pesar del hecho de que lo tenía a él; Amy sonrió con algo de nostalgia, ella quería aunque fuera una parte de ese amor incondicional y esa devoción mutua, en su vida, solo que hasta ahora el panorama no era alentador.

Revisaba la consulta de la tarde en el departamento de obstetricia cuando su puerta se abrió y una enfermera, una de las únicas que le mostraba simpatía, entró apresurada a su cubículo

- ¡doctora Lorenz! Prepárate, viene la leona; la vi hablando con el director; te veo después para ver cómo te fue – y de la misma manera que apareció, desapareció de su presencia; Amy se sentó en su silla y esperó, segundos después una mujer de apariencia agresiva, con 40 años en sus espaldas, hizo su aparición

- Lorenz...

- doctora; usted sabe que es norma del hospital tener...

- no me dé lecciones de ética niña; vaya de inmediato a la oficina del director; hace un buen tiempo que la busca – la vio como si Amy le produjera repulsión y salió de allí

Amy permaneció en su lugar con una lucha tremenda no quería enfrentar a su jefe; debía guardar todo sentimiento y emoción bajo la mentira que había inventado hacia tanto tiempo ya; pero esa situación cada vez se le hacía menos soportable, necesitaba encontrar una salida; solo que por más que la buscara, no la veía llegar.

El director del hospital y amigo íntimo de su padre era un hombre de más de 60 años que desde que era una niña, había puesto sus ojos en ella, casi que, por idea y concejo de Jack Lorenz, el padre de Amy, quien más que amigo de su jefe, era un ser ambicioso y despiadado que no le importaba a quien destruía en el camino con tal de hacer lo que quería.

La madre de Amy, Alice, había muerto cuando ella tenía 10 años a causa de su tercer aborto, que Amy siempre tuvo la certeza de que eran inducidos por su padre; antes de morir, le había dicho a Amy, que se cuidara de su padre, y ella aunque era una niña, ya de por sí temerosa de su progenitor, le hizo caso alejándose más de aquel y volviéndose un tanto retraída y huraña.

Ahora debía ir en busca de su jefe a su despacho; se levantó decidida, se recogió el cabello que cada que podía usaba suelto sobre su espalda; era consciente de lo bonita que era, por esta causa intentaba disminuir el efecto de su belleza sobre el hombre que más odiaba después de su propio padre; se puso unos anteojos un poco gruesos que no tenían prescripción, eran algo parecidos a los de utilería de los sets de grabación de las televisoras; en fin, salió de su consulta y a paso seguro se dirigió a campear como pudiera, la situación más insostenible que alguien pudiera imaginar; tocó con algo de torpeza al llegar y entró cuando fue autorizada

- siéntate – ordenó su jefe, cada vez le resultaba más repulsivo y difícil de soportar

- ¿quería verme?

- siempre cariño – Amy odiaba que la llamara de esa manera, se estremeció de terror, pero logró ocultarlo – me he enterado que has estado abandonando tu puesto de trabajo y que en el tiempo de descanso, has usado mucho más que el reglamentario, sabes de sobra que ese comportamiento no lo puedo permitir; tendré que informar a tu padre; si sigues así, serás suspendida y tal vez aun tu licencia se vea sancionada

CUIDARÉ DE TÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora