-Demonios- musité.
Agaché mi cabeza y me senté en el escritorio viejo completamente nerviosa como para moverme.
-Es imposible que pudiera haberme visto-pensé-. Estábamos a varios metros de distancia y la la ventana me tapaba la cara...¿o no lo hacía?
Sentía un agujero en la boca del estómago. ¿Qué pensaría de mí Cato? o más bien, ¿siquiera me recordaba? Estaba segura de que no era la única persona en la Academia a la que había derrotado cuerpo a cuerpo, ¿qué probabilidad había de que él siquiera supiera mi nombre?
-He sido una tonta. Pensando en vengarme de él por derrotarme cuando para él nuestra lucha no ha significado nada.
El toque de queda dio inicio, debía volver a mi habitación si no quería ser descubierta. Salté del escritorio y apagué el foquito. Cubrí mi cabeza con la capucha y giré el pomo de la puerta.
No abrió.
Lo intenté de nuevo y de nuevo, pero estaba encerrada. ¿Cómo es qué había pasado?
Entré en pánico y empecé a jalar la manija como desesperada, de repente y sin ningún esfuerzo la puerta se abrió, alguien me dio un empujón y la puerta volvió a cerrarse.
En la oscuridad no pude ver nada pero sabía que alguien había entrado, sentí un escalofrío recorrerme por la espalda.
-¿A quién tenemos aquí?- preguntó Cato.
El agujero en mi estómago se hizo más profundo. No respondí.
-Supongo que eres un Avox, ¿ah?- se burló.
-Déjame salir-mi voz apenas se escuchó.
-Lo que haces está prohibido, el toque de queda para las mujeres pasó hace horas y según yo, espiar es algo humillante ¿Por qué debería dejarte salir?-dijo
-A ti no te importa lo que hago o dejo de hacer -le dije con la voz un poco más fuerte-. Quítate de mi camino para que pueda salir.
-¿Ésta es tu idea de una amenaza?-preguntó dando un paso hacia mí.
-Quítate de mi camino.
-No-me empujó un poco más.
-¡Quítate!
-¡No!
-¡Guarda silencio, porque nos descubrirán!
-Qué contradictoria eres- dijo, sonreí al darme cuenta de que me había obedecido, hablaba más bajo-. Vienes aquí a hacer quién sabe qué tantas cosas, rompiendo las reglas; pero te aterra que yo hable fuerte.
Me quedé en silencio, sin darme cuenta, había regresado al escritorio. Busqué con mis manos el apagador para encender el foco y tener una mejor visión, pero al momento Cato tomó mis muñecas. Me pregunté si tenía visión nocturna o algo así.
-¡Sueltame!- le ordené con los dientes apretados-Me estás lastimando.
-O tal vez-dijo ignorándome- , tal vez te aterra quedarte a solas conmigo.
Escupí con esperanza de que mi saliva le cayera en el rostro.
-Suéltame, sino te juro que empiezo a gritar- le dije.
-Bien, inténtalo y que a los dos nos lleve el carajo, porque tú has sido la primera en romper las normas.
-Eres tú quien se irá al carajo- repliqué-. ¿Crees que no puedo inventar una buena historia sobre cómo me trajiste aquí con engaños e intentaste lastimarme? Tú y yo sabemos que me tendrían preferencia.
-Las cosas no son así- dijo rudamente pero con cierta debilidad en la voz-. Bien sabes que los pobres valemos lo mismo ante las autoridades, seamos hombres o mujeres.
-¡Por favor! Sabes bien lo que harían, serías expulsado y terminarías trabajando con la basura en las minas.
-¿Quién te crees, hija de...
-Claro que antes- dije armándome de valor-, te investigarían y seguramente te encontrarían culpable, tienes antecedentes, compañero. ¿Ya olvidaste tu "trastorno obsesivo compulsivo"?
Cato me soltó al instante. Yo aproveché ese momento para sobarme las muñecas.
-¿Cómo sabes eso?- me preguntó con odio.
-No tienes idea de todo lo que sé- respondí. La verdad es que había su expediente unos días antes.
-¿Qué rayos pasa contigo?-me dijo exasperado- ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Por qué estabas trepada allí?
-Si te lo digo, ¿me dejarás ir?
-No intentes negociar conmigo. Dímelo ya, estás siendo muy terca.
-He venido para aprender un poco sobre lucha.
-¿De mí?- dijo con ese estúpido tono arrogante.
-De todos-respondí. No iba a decirle que efectivamente había ido a espiarlo a él-. Como podrás recordar, la batalla cuerpo a cuerpo no es mi fuerte.
-¡Espera un segundo!- expresó emocionado- ¿Acaso eres...?
Dejó las palabras flotando mientras encendía el diminuto foco que iluminó su rostro en una nube de luz cobriza.
-¡Eres tú!- dijo sonriendo malvadamente-Eres la pequeña torpe que destrocé hace unas semanas.
-Y tú eres un idiota-le dije cruzada de brazos.
-¿Cuál era tu nombre?- me preguntó mordiéndose el labio, listo para burlarse-¿Clove?
Me quedé en silencio.
-Yo te lo cambiaría por alfiler-me dijo, haciendo referencia a que mi nombre significaba "clavo".
Con ambas manos lo empujé hacia un lado y logré caminar hasta la puerta, incluso rocé la manija. Pero como era de esperarse, Cato me tomó por las caderas y me levantó. Intenté patalear pero el espacio era tan reducido que terminé lastimándome.
Él arrimó el pequeño escritorio hacia un lado y me pegó a la pared. Levantando mis brazos por encima de mi cabeza.
-Eres una chica difícil, Clove- me dijo, su aliento en mi cuello haciendo que mi piel se enchinara.
-Ya te lo dije todo, déjame ir- le pedí.
-¡Vamos!-expresó- Si lo que quieres es aprender a pelear, qué mejor que la práctica. Libérate de mi agarre, alfiler.
-¡Ya no me digas así!
El sonido de unas voces distintas a las nuestras se escucharon al otro lado de la puerta, lo que nos congeló a ambos.
-¡Calla!- dijo Cato y puso su enorme mano sobre mi boca. Yo obedecí a regañadientes.
Cuando las voces cesaron, él quitó su mano. Y en ese descuido, me eché hacia delante, él en un impulso volvió a empujarme, fue sin querer pero todo su cuerpo me aplastó contra la pared. Vi en sus ojos un poco de misericordia por la pequeña niña que tenía enfrente.
Estábamos tan cerca que la su exhalación era el mismo aire que yo respiraba. Me estaba viendo directamente, de los ojos a mi boca.
-Aléjate-dije con las pocas fuerzas que su mirada me había dejado.
-Quizás no quiero alejarme-dijo.
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Cato y Clove.
FanfictionTeníamos que vivir. Que sobrevivir. Poder ganar los Juegos para poder estar juntos. Somos los verdaderos amantes trágicos del Distrito 2.