Desperté ese mismo día en la enfermería de la Academia. En las camas a mi alrededor habían algunas otras chicas, que justo como yo, estaban golpeadas por todo el cuerpo.
Nuestras maestras y entrenadoras estaban apoyando a las enfermeras en nuestro cuidado. La profesora de lucha cuerpo a cuerpo estaba de pie junto a mí, enjugandome el cabello con un pocillo de agua tibia pintada de rojo, que supuse era sangre.
-Debo decir, cadete-me dijo-. Que me ha sorprendido sobremanera. Su pelea ha sido la más larga de todas y su oponente...bueno, usted sabe, no era el más fácil de vencer.
Me incorporé demasiado rápido y el dolor se extendió por todo mi brazo hasta mi hombro, creo que al final de cuentas si estaba dislocado.
-¿Dice que gané mi pelea?-pregunté adolorida.
-Ni hablar-me dijo sonriendo-, pero estuviste a punto. Le dejaste unas buenas cicatrices, confórmate con eso.
Pero no lo hice.
No volvimos a tener actividades físicas mixtas, sólo tomábamos clases teóricas en conjunto. Existía cierta tensión entre nosotros, nos hablábamos sólo cuando era necesario y aunque muchas de mis compañeras encontraban a algunos de los muchachos "atractivos", no les dirigían la palabra puesto que si bien no todos, la mayoría de ellos eran prepotentes y egocéntricos, siempre ignorándonos y procurando humillarnos en cada ocasión que pudieran.
Entre los más arrogantes estaba Cato. El rubio gigantón era callado, pero no hacía falta nada más que una de sus miradas de superioridad para sentirte intimidada. Lo vigilé durante todo un mes, después de salir de la enfermería. Sabía cuál era su habitación y con quienes lo compartía, sabía lo que le gustaba desayunar y las clases en las que era mejor.
Estaba yo preparando un plan para la próxima vez en que nos volvieran a enfrentar. Esta vez no me vencería.
-¿A dónde crees que vas?- me preguntó Gin, mi compañera de habitación, cuando comencé a cambiarme.
-Voy al gimnasio-respondí, recogiéndome el cabello en una cola.
-Pero lo tenemos prohibido, a esta hora entrenan los muchachos y...-abrió la boca en señal de sorpresa-, ¿irás a espiar a los muchachos? ¿Te has enamorado de alguno? En nuestra situación es poco conveniente, Clove. Todos aquí podrían ir a Los Juegos y ya sé que ganamos con frecuencia, pero aún está el riesgo de morir allí.
-No seas ridícula-dije-. No voy a espiar muchachos, sólo a uno y lo hago con fines educativos.
Salí de mi habitación vestida completamente de negro. Caminé por los pasillos intentando lucir lo menos sospechosa posible hasta que llegué a la sala de entrenamiento. Desde metros antes podía escuchar el griterío de los chicos y el ruido del metal contra metal.
Decidí que para poder mirar sin ser descubierta la mejor opción era ocultarme en el cuarto del conserje y desde allí hacer mi trabajo. Entré al pequeño espacio que estaba lleno de escobas y productos de limpieza. Encendí un pequeño foco que apenas me permitía ver en donde pisaba; al fondo del cuartito había una especie de escritorio viejo, me subí a él y me asomé por la ventanilla que daba hacia el fondo del gimnasio.
Había tantos muchachos que creí imposible encontrar al que yo quería. La mayoría de ellos estaban desnudos del torso, dejando ver los pronunciados músculos que casi siempre escondían bajo sus uniformes.
Divisé a Cato en una de las esquinas, estaba revisando las espadas con detenimiento. Miré cómo sus manos recorrían el filo de cada una, con unos ojos ambiciosos escogió una.A unos cuantos metros, al otro lado del espacio de pelea, estaba otro muchacho, igual de grande que él y con la misma astucia en sus movimientos. Ambos lucían agotados, pero decididos a pelear. No eran los únicos luchando, pero sí era la única pelea que me interesaba ver. Entre todo el ruido, escuché el silbatazo que dio inicio a su pelea.
Ni Cato ni el otro muchacho esperaron un segundo, se abalanzaron con las espadas al frente. Rizzo, así se llamaba el otro joven, era rudo por naturaleza y sus golpes eran pesados, tanto que por un momentos temí por la vida de Cato.
-No seas idiota- me dije
Y en ese momento, Cato atacó. Sus golpes se veían dóciles y planeados, no tan mortales como los de su contrincante, pero tan elegantemente realizados que me perdí mirando cómo giraba y volvía, como sus brazos se alzaban y sus piernas se extendían. Me di cuenta de que Cato era mejor en la ofensiva que en la defensiva, puesto que más de una vez estuvo a punto de sucumbir ante Rizzo.
Arriba, abajo, salto y golpe. Mis ojos estaban enfocados en como se movía, pero en algún momento, sin darme cuenta, estaba viéndole el rostro.
Una vez, en la Academia tuvimos una clase de historia de algo llamado "arte". Nos enseñaron imágenes prohibidas para los distritos, de cosas antes de las guerras y desastres naturales. Entre esas cosas había retratos de hombres hechos de piedra, hermosamente esculpidos.
Mientras Cato luchaba su rostro me recordó a esos hombres de piedra. Parecía que su mandíbula era de cuchilla y que su nariz y labios habían sido hechos con delicadeza centímetro por centímetro. Sus ojos brillaban bajo esas pestañas doradas, eran tan azules como un cielo despejado y me miraban fijamente.
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Cato y Clove.
FanficTeníamos que vivir. Que sobrevivir. Poder ganar los Juegos para poder estar juntos. Somos los verdaderos amantes trágicos del Distrito 2.