Clases especiales.

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—Así que... Tus calificaciones en tu otro Instituto no eran las mejores, te creías el chico rebelde, molestabas a la chicas, te metías en peleas y respondías a los profesores... ¿Me equivoco?

El profesor lo miró con seriedad, una mirada tan profunda que aquel chico le sorprendió, pero mantuvo su compostura, y respondió:

—No —respondió sin ninguna pizca de remordimiento.

El profesor suspiró, peinandose con los dedos su brillante cabello negro. Se sacó sus lentes y se levantó de sus silla. El alumno se quedó allí, sin moverse y viendo como su profesor, que hace apenas unos minutos le había dicho que se quedara después de clases.

El profesor dejó las hojas de su expediente, en donde había sacado aquella información, y pasó sus dedos por su escritorio.

El chico veía de reojo a su profesor, él se apoyó en el escritorio mirándolo con la misma seriedad de antes. Movía los dedos en un patrón y después en círculos en la mesa.

Un pequeño suspiro dejó escapar el pequeño alumno de su clase, mantenía su expresión enojada y con el ceño fruncido mirando los dedos de su profesor.

El mayor caminó hasta quedar atrás de su alumno. Se escuchó como cerraba la puerta y la cerraba con llave. El alumno quería darse vuelta, pero su orgullo no le permitía, así que se quedó mirando al frente, dejándolo todo a sus oídos.

Todo se quedó silencioso, y gracias a eso, se podía escuchar como la respiración de aquel joven se hacía más rápida e intensa.

El mayor de edad se acercó a su alumno hasta quedar detrás de él. El de cabello café podía sentir su presencia, pero aún así no se volteó para verlo.

—Subete a mi escritorio —pronunció sus palabras con intensidad, su voz grave le daba un toque de sensualidad a su tono de voz. El joven se quedó quieto, y al fin dejó de tener su expresión enojada para pasarla a una extrañada y sorprendida.

—¿Eh?, ¿Para qué? —y aún estando sorprendido, no dejó que un simple profesor lo venga a intimidar.

—Dije... —de un momento a otro, sintió su respiración entre su cuello y su oído— que te subieras a mi escritorio.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del joven pero no se movió. Pasaron unos segundos y sintió las manos de su profesor en sus hombros, se tensó ante el toque y por fin decidió moverse, quitando las manos de su profesor.

Que no duró mucho, ya que, el profesor lo agarró de sus muñecas, levantandolo de la silla y poniéndole frente a él.

El menor soltó un pequeño gemido, miró sorprendido a su profesor e intentó soltarse de su agarre, pero el pelinegro aumentó la fuerza de su agarre, impidiendo que se suelte.

Lo acorraló hasta chocar con el lateral de su escritorio, se acercó aún más a él, dejándolo acostado en su escritorio y juntando sus labios en el acto.

El pequeño estaba sorprendido y de nuevo intentó soltarse, nuevamente no teniendo éxito. Comenzó a corresponder el beso luego de que su profesor quisiera meter su lengua dentro de su boca, dejó que entrara mientras disfrutaba de la calidez de sus labios. Tenía experiencia su profesor, y sinceramente, le estaba encantando el beso.

Cerró sus ojos y sus músculos se relajaron. Comenzaron con un baile con sus lenguas, se dejó llevar por el momento mientras que sentía como las manos de su profesor se colaban dentro de su camisa.

Todo esto hacía estremecer al pequeño, las heladas manos del mayor, su lengua acariciando tan deliciosamente la suya. Comenzaba a excitarse, y no pudo evitar llegar una de sus manos al borde de los pantalones de su profesor.

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