Capítulo 8 *¡SABÍA A GLORIA BENDITA!*

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Narra Magnus-

Al fin lo tenía donde quería.

Tenía a Alexander delante mío, entregándose, abriéndose finalmente para mí, floreciendo por fin como una flor en primavera.

Sus hermosas pupilas azules del color del mar, escondidas tras los parpados, mostrándome unas largas, curvadas y espesas pestañas negras, contrastando magníficamente con su nívea piel. Sus labios se miraban muy apetecibles; sonrosados, húmedos, entreabiertos y expectantes, esperando y anhelando sentir los míos.

No pude, ni quise hacerlo esperar más.

Cerré el espacio que separaba nuestras bocas, y lentamente mis labios se posaron sobre los suyos. Fui liviano, sutil, apenas un roce suave, como la caricia de un pétalo de una rosa sobre la piel.

Fue apenas el aperitivo, el preámbulo de lo que iba a suceder pocos segundos después.

Alexander abrió los ojos, y nuestras pupilas por unos segundos se encontraron. En las suyas vi deseo y afán, en las mías unas ganas enormes de complacerlo.

Sus dientes mordieron sus labios, expectantes, ansiosos, en un gesto involuntario que me pareció muy sexy.

Alexander me resultaba tremendamente sexy, sin ni siquiera él pretenderlo

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Alexander me resultaba tremendamente sexy, sin ni siquiera él pretenderlo.

Él cerró los ojos y entreabrió su boca, en una clara invitación, a que yo continuara. No quise precipitarme, quise que el primer beso que nos diésemos ambos con consentimiento mutuo, fuese dulce, fuese especial. Aparté de su frente con sutileza sus largos cabellos negros como una noche sin estrellas, y besé esta.

Mis manos acunaron sus mejillas, sujetando estás con firmeza, y al mismo tiempo con delicadeza. Mis labios se posaron en sus parpados, en sus marcados pómulos, hasta finalmente acomodarse en su boca.

Mi boca repartió pequeños besos en sus carnosos labios.

Abrí levemente su boca, haciendo presión con la mía, ansiando ya, el encuentro de su lengua enredándose junto a la mía. Finalmente, esta se coló en el interior de su cavidad bucal. La punta de mi lengua buscó la suya, hasta que por fin ambas hicieron contacto.

Una sacudida golpeó mi cuerpo al sentir su roce, fue como si de repente se activarán todas las células de mi ser.

¡Qué bien sabía su boca!

¡Sabía a gloria bendita!

El sabor dulce, y con un toque levemente amargo del whisky, junto con el sabor de su saliva, explotó en la mi boca, llenando esta de deliciosas ganas de más.

Si con tan solo un leve roce suyo, Alexander me hacía sentir tan bien...

¿Cómo de bien me sentiría cuando lo hiciese mío, cuando me enterrase en su cuerpo? Seguramente sería como estar en el paraíso.

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