Estuviste a punto...

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Cuando saliste del hospital, sentiste que todo se había derrumbado de un momento a otro. Tus pasos eran temblorosos, y tus piernas parecían hechas de gelatina.
Tenías la boca seca y los ojos húmedos. Y un nudo en tu garganta, imposible de desatar.

Tu mundo estaba destruido. Pero en cuanto levantaste tu cabeza, te diste cuenta que no sólo el tuyo lo estaba.
Frente a ti había una niña pequeña. Estaba acurrucada en el escalón de una puerta. La entrada de su casa, supusiste. Sollozaba con una voz fina. Realmente algo muy malo le había ocurrido.

- O-oye, qué ocurre pequeña?- Tu voz sonó entrecortada.

- La Diosa está muerta!! Yo lo sé!! Todo se perdió!! No hay nada más que logre tener vida en este mundo!! Y si no me crees puedes ir a ver las flores de su altar!! Están todas muertas!! Y si los demás dioses no encuentran el equilibrio pronto, vamos a morir todos.

Oh, qué pena. Eso ya no te importaba en absoluto. Realmente ya no importaba nada al final de cuentas. Toda la familia que tenías estaba muerta. Y de verdad que poco te interesaba nada de lo que estaba ocurriendo.

Cerraste los puños con fuerza. Sabiendo tu próximo destino. No ibas a quedarte sobre la faz de la tierra inútilmente. Nadie te necesitaba ahora mismo. Y estabas conforme. Por fin podrías descansar después de largos años de sufrimiento.

Comenzaste a correr por la calle poco transitada. De algunas casas escuchaste disparos. Al parecer mucha gente estaba tomando la misma decisión que tú. Viste una moto abandonada en una vereda. Con llaves y todo. Perfecto.

Te subiste a ella y la encendiste. Tenía suficiente combustible para llegar a la casa que tenía tu familia en el campo. Donde habían estado viviendo hasta ahora.
Cuando saliste a la autopista principal, extrañamente despejada, te quitaste el casco y dejaste que el viento te acariciara el cabello suavemente.
Te gustaba esa sensación de velocidad. Y más aún te gustaba la paz que sentías ahora mismo, sabiendo que pronto acabarías con todo.

Tomaste un desvío hacia la cabaña. La tranquera estaba abierta, mejor aún, así no tenías que bajarte y abrir la cadena. Estabas segura que ni la llave tenías encima.

Tu mano derecha apretó el acelerador. La motocicleta gruñó fuertemente por el escape, y el polvo a tu alrededor se levantó.
En cuanto llegaste junto a la galería, tiraste el vehículo al suelo. Todo el plástico decorativo que llevaba se rompió, pero a nadie le importaba. Ya no tendrías que usarla de nuevo.

Escuchaste un trueno mientras empujabas la pesada puerta de madera. Una tormenta fuerte se estaba avecinando.
Entraste a la casona, y encendiste las luces. Parpadearon un momento y luego brillaron con poca intensidad. Qué hogareño. Afuera, comenzaba a llover a cántaros.

Tú escuchaste el ruido de la tormenta, y seguiste revolviendo los cajones de la mesita de luz de tu madre. Sabías que ella había pasado por una fuerte depresión luego de que tu padre las abandonara. Sabías que había estado a punto de hacer lo que estabas por cometer tú misma, ahora, en este preciso momento.

Encontraste un pequeño frasquito, con un polvo dentro.

"Cianuro"

Leíste en tu mente. Por fin.

Fuiste hasta la cocina y te serviste agua en un vaso. Un bonito vaso. Disolviste el polvo en el agua.

Miraste un momento lo que sostenías entre tus manos. Veneno, ciertamente.

Te encaminaste afuera. Empujaste de nuevo la puerta, esta vez hacia adentro. Y saliste a la lluvia, a tomar el veneno en el descampado, en donde nadie te encontraría.

Disfrutabas de la sensación de las gotas gruesas y frías cayendo en tu rostro, y deslizándose por tu cabello hasta llegar a tu cuello y provocarte escalofríos.

Tapabas con una mano la boca del vaso, no querías que el veneno se disolviera mucho. Querías que fuera rápido, indoloro y efectivo, a la hora de hacer su trabajo.

Miraste los cerros, delante tuyo. Un rayo cayó en la lejanía. Algunos más lo precedieron, en distintos lugares.

Destapaste el vaso, y te lo llevaste a los labios. Tu mirada seguía fija en el horizonte. Estabas a punto de beber el primer trago.

Pero tú "horizonte" se vio interrumpido. Bajaste el vaso, brevemente interesada en lo que acababas de divisar.

Había algo cayendo.

Algo cayendo del cielo.

Algo cayendo desde las nubes grises, casi negras, desde donde se vio un destello multicolor por un momento.

Miraste tu vaso lleno, y miraste lo que sea que estaba bajando.

Siempre hay algo interesante en el mundo, siempre sucede algo, aunque creas que todo está aburrido.

Siempre hay otra forma de empezar todo de nuevo, y hacerlo mejor que antes.

Tiraste tu vaso al suelo, derramando su contenido. Diste un leve impulso con el pie, y comenzaste a correr.

Ibas a tomar lo que estaba cayendo.

Curiosidad? Seguramente.



Equilibrio (Reaper!Sans x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora