CAPÍTULO 1

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         Una tenue luz reflejaba el rostro demacrado de Marcelo o Mimí. Había pasado toda la noche desvelado y llorando. El sol empezaba a asomar y Marcelo se sentía cansado. Sin ganas de ir a la tienda. Quería estar con su madre. Se veían muy poco. Las veces que lo hacían se llevaban muy bien y se contaban todo. Cuatro años atrás se visitaban y Marcelo le contaba como era su vida y ahora que es Mimí también le cuenta como es la vida como Mimí Faggiani. Hace cuatro años era Marcelo Dávila.

          Ese amanecer extrañaba mucho a su mamá. No había podido dormir en toda la noche. Renegaba de lo que sentía. Se había enamorado como nunca lo había hecho. Cuando Marcelo tenía ya siete años empezaba a sentirse extraño. Se sentía más cómodo cuando le robaba a su hermana Paula la ropa y se la ponía. Se sentía más cómodo cuando en el colegio compartía esas charlas que una nena de su edad podría tener. Cuando la maestra le decía que vaya a compartir cosas con los compañeros varones, Marcelo se ofuscaba. Hablaban de He – Man, Mazinger Z, Tortugas Ninjas y el prefería hablar de Blancanieves y La Sirenita. Cuando no tenía mucha tarea para hacer en su casa veía esa clase de dibujitos animados. Una vez por semana invitaba a sus amigas del colegio a su casa de Ramos Mejía. Nunca invitaba a amiguitos. Su mamá Silvia nunca se dio cuenta que Marcelo hacia cosas de Nena y no de nene. Cuando él se vestía con ropa de su hermana, Silvia se lo festejaba aludiendo que era juegos de niños – es un nene – decía sin preocuparse y seguía
cocinando o fregando pisos.

          Silvia Lagos era una mujer sumisa y a pesar de su corta edad aparentaba mucho más. Nunca se preocupó por arreglarse ni estar bien aspectada. Vivía solo para Paula, Marcelo y Ricardo, su soberbio esposo. Silvia era delgada. De mediana estatura. Piel pálida. Aspecto
triste. Aunque ella decía que era feliz. No tenía amigos y era una gran cocinera. A los veintidós años fue mamá de Paula y se casó un año antes con Ricardo de quien se enamoró
perdidamente. Abandonó la carrera de medicina por estar con Ricardo. A los veinticuatro fue mamá de Marcelo luego de un parto complicado. Marcelo había nacido casi ahorcado
en el cordón umbilical. Eso motivó a Silvia a sobreproteger a Marcelo. Ella siempre lo tuvo dentro de un cofre de cristal. Silvia fue siempre la mamá y amiga de Marcelo. Fue todo lo
opuesto de Ricardo Dávila. Era soberbio. Prepotente. Autoritario. Mujeriego. Alto. Robusto. Atractivo. Jugador de caballos. Ricardo tenía una cadena importante de carnicerías. Cuando se casó con Silvia ya tenía dos locales. El atendía uno de ellos y allí fue donde se conocieron. Ella era clienta e iba todos los días a comprar. Desde el primer día él se encariño de ella. Siempre la vio atractiva y sumisa. Eso fue lo que más lo atrajo de Silvia. Cuando ella ingresaba a la carnicería y quizá él no estaba en el mostrador dejaba todo lo que estaba haciendo y la atendía. Así estuvieron durante tres meses hasta que el la invitó a salir. A la noche siguiente la llevó al mejor restaurant de la ciudad. Comieron y bebieron lo mejor del lugar. Luego la llevó hacia su casa y prometieron volver a verse.

          Luego de varios meses, él le ofreció casamiento. Ella quería pero le pareció muy prematuro. La convenció. Ella siguió estudiando medicina un tiempo más y luego abandonó. Las exigencias de Ricardo hicieron imposible cumplir el sueño de verse salvando vidas.

          Silvia se refugió en su casa. Cambió. Si bien siempre fue de aspecto palideciento y desganado. Desde que se casó con Ricardo se dejó estar. Las amigas empezaron a alejarse y se fue quedando sola. Muchos de sus familiares no la veían más. Silvia tampoco se preocupaba por ellos. Día a día fue alejándose de sus seres queridos. Ricardo en cambio seguía siendo el mismo. Al año de estar casados extendió su cadena de carnicerías.

          Durante el verano de 1978 en una noche de mucho calor. Silvia le comunicó a Ricardo que estaba embarazada. Entre lágrimas, Ricardo se levantó de la cabecera de la mesa y tomó a Silvia entre sus manos. La besó. Durante la velada rieron. Brindaron infinidades de veces y por varios motivos. Todo era felicidad. Esa misma noche empezaron debatir que nombre iban a ponerle.

          -Yo quiero que sea nene – aclaró Ricardo – que siga mis pasos. Si es varón se llamará Marcelo. Además para poder formar la parejita con Paula.

          -Es lindo nombre. A mí me gusta más Abel – dijo Silvia en un tono muy dulce – si es nena ¿puedo elegir yo? – suplicó.

          -Claro que si – afirmó fuertemente Ricardo con la cabeza. – Es más, si es varón elijo yo y si es nena elegís vos ¿Qué te parece? – propuso alegremente Ricardo.

          Brindaron nuevamente con gaseosa. Cualquier motivo era bueno para levantar la copa.Comieron postre y ambos fueron a acostarse. Al otro día Ricardo tenía que trabajar y lo esperaba una ardua y extensa jornada. Silvia en cambio se quedaría en la casa. Con los quehaceres. Todavía no les había comunicado nada a sus familiares y amigos de su
embarazo. Los pocos que le estaban quedando. Se acostaron y durmieron abrazados, como todas las noches desde que hicieron por primera vez el amor.

          Pasaron tres semanas hasta que Silvia le contó a su hermana que estaba embarazada. Su hermana estalló de la emoción y no paraba de hablar gritando. Ella deseaba ser la madrina de ese bebé. Unos amigos de Ricardo eran los de Paula.

          -Eso aún no lo hemos hablado con Ricardo – decía Silvia jocosamente – es una decisión de ambos. Pero obviamente voy a proponerte a tí como madrina, él ya eligió el de Paula – del otro lado del teléfono se escuchan gritos de felicidad. Siguieron hablando de la familia. Silvia preguntó por sus sobrinos y hablaron de banalidades y frivolidades. Al cortar Silvia debió salir corriendo al baño. Los vómitos del embarazo empezaron a sentirse. Paula dormía en su cuarto. Luego se acostó. El sueño también empezaba a sentirse con fuerza.

          La luz del sol pegaba fuerte en el techo de la casa de Silvia. El ventilador no daba a vasto. El cuerpo transpirado y la incomodidad al dormir la despertaron sobresaltada. De mal humor. Se levantó. Mientras calentaba la pava para preparase un té. Fue al cuarto de Paula. Seguía durmiendo. Ella parecía no sufrir el calor. Silvia al ver que todo estaba bien en el cuarto de su hija, fue a bañarse. Se refrescó en cinco minutos. Se cambió de ropa. Se preparó el té y se sentó. Faltaban dos horas para que Ricardo vuelva de trabajar. No había decidido que cocinar. Solo tenía algo para prepararle a Paula.



DESTINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now