Capitulo 6

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Marcelo no entró al colegio. Bajó del micro y aprovechó el tumulto de chicos para escabullirse y marcharse. Se refugió en el kiosco de la esquina del Colegio y una vez que cerraron el portón y todos los padres se marcharon, se fue.

Portafolio en mano y el bolso en el otro caminó veinte cuadras y se sentó en una plaza. Descansó y pensó si estaba haciendo lo correcto. Dudó muchas veces pero se convenció que tenía que hacerlo. Su padre podía hacer lo que quería, salir con mujeres, como sabía que lo hacía ya que una vez escuchó como hablaba muy cariñosamente con una tal, Adriana.

- Voy a hacerte cositas lindas - le decía Ricardo a esta señorita, pero él se callaba porque nunca tuvo una prueba y porque quería mucho a su mamá.

Debía hacerlo también por ella, para que deje de ser tan sumisa y empezar a valorarse como mujer y persona. Él quería ser tanto mujer y su madre no valoraba serlo. La quería a su mamá pero le daba mucha ira que sea así, y a su hermana no la entendía y también quería que reaccione y tomase partido para alguien y el sentía que ella no iba a darle la espalda.

Al llegar la hora de regreso a casa, Marcelo sabe que todo estallará. Paula va al turno tarde al colegio y será la última en enterarse que su hermano no había ido ese día al colegio y que tampoco irá a la casa.

Silvia cuando llegó la hora del regreso de Marcelo y ver que el micro no llevaba no pasó por su casa empezó a inquietarse. Llamó a Ricardo a una de las carnicerías, pero le avisaron que estaba en una reunión.

- ¡Por favor, es urgente! - exclamó Silvia agotada a la secretaria que la atendió.

- Ya le he dicho señora que está en una reunión - repitió del otro lado del teléfono.

- No me importan sus malditas reuniones - insistió Silvia - interrumpilo ahora - insistió a los gritos.

Silvia notó que la secretaria abandonó el lugar y se dirigió al despacho de Ricardo. Al entrar, Ricardo antes que ella describiese a que habían ido, la interrumpió.

- He dicho que no me pueden interrumpir - con tono más ofuscado.

- Lo se señor, pero su mujer insiste con que es urgente, hasta me ha insultado y maldijo sus reuniones, está alterada - contestó la secretaria con la puerta semiabierta.

- ¿Me disculpan un minuto? - pidió Ricardo a los miembros de la reunión.

Se levantó, se abrochó el saco y fue a la recepción. No quería discutir porque presentía que eso iba a pasar, delante de ese Comité reunido.

- Ya te he dicho que no quiero que les aquí por nada, pero no lo entiendes - dijo susurrando a regañadientes.

- Marcelo no ha venido a casa. No ha ido al colegio. ¡Estoy desesperada!

- Se habrá ido con algún maricón por ahí. No debes alarmante - dijo Ricardo en forma socarrona.

- ¡Es tu hijo, carajo! - gritó Silvia.

- Ya no es más mi hijo - cortó categóricamente la llamada. Dio media vuelta y se dirigió nuevamente a su oficina. Pidió disculpas y se reanudó la reunión. Del otro lado del teléfono, Silvia quedó sorprendida por la reacción de su esposo. Sabe que está enojado pero le retumba en la cabeza ¡Ya no es mi hijo!

Apoyada contra la mesada de la cocina, Silvia no entendía el porqué del enojo de Ricardo. Comprendía que podía estar dolido, desilusionado. Ella también estaba dolida, triste, confundida. Pero no entendía porque hablaba así de Marcelo. Está desesperada. Su hijo no ha aparecido y no sabe nada de él.

El Colegio ya tomó todos los recaudos. Está llamando a todos los contactos y nadie sabe nada. Llamó a la policía para dar aviso. Paula de tanto alboroto también se enteró que su hermano no había ido a su casa.

Marcelo después de unos minutos en la plaza siguió caminando hacia rumbo desconocido. Ni él sabía dónde iba a ir. Paró en un kiosco y compró un sándwich de jamón y queso y una gaseosa con la plata que su madre le había dado para ese día. En eso no se había percatado. No tenía más plata para seguir. Si pedía por la calle, poco iba a durar su escape.

A los pocos minutos, decidió no importarle haberse quedado sin dinero. Decidió pedir en alguna plaza o pasar por alguna casa de comidas y pedir para comer. Se haría amigo de algun chico que este en su misma situación y asi quizá todo le sería mas fácil.

Pasaron unas horas. Marcelo pensaba en su madre y se ponía triste. Su mamá era una gran mujer, pero era tan absorbente y tan dependiente de Ricardo que le daba rabia.

Pasó toda la tarde sentado en un banco de una plaza. Ni sabía dónde estaba. Pero estaba cómodo. Extrajo de su portafolio el libro que le habían dado para leer en el colegio "Cuentopos de Gulubu".

DESTINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now