CAPITULO 7

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CAPITULO 7

El reloj marcaba las nueve de la noche. El viento empezaba a levantarse y el fresco llegaba a Ramo Mejía. Durante el trayecto en el auto que pidió el Padre Cesar, el silencio era abrumador. Marcelo miro por la ventaja durante todo el viaje. Miraba a muchas familias unidas, felices. Las envidiaba, pero también se sentía culpable de haberla desunido. En algunos momentos del camino, lagrimeó. Al momento que empezaron a humedecerse los ojos, se hizo fuerte y prometió disimular su tristeza, se juró demostrarle a su familia y principalmente a su padre que es fuerte y por más que le duela no iba a cambiar sus sentimientos para darle el gusto.

El Padre cesar y el chofer cruzaron algunas palabras sobre el clima y el aumento de los impuestos en el último mes. Marcelo escuchaba d forma salteada la conversación cuando intentaba pensar en otra cosa y no en el calvario que va a ser su casa cuando regrese.

- ¿Es aquí hijo? - preguntó el Padre girando la cabeza hacia atrás.

- Si – respondió Marcelo en un tono inaudible.

- Bien, vamos entonces – le ordenó a Marcelo – ¿me esperas aquí un momento? – le preguntó al chofer quien asintió con la cabeza.

El viento era fuerte. El Padre debió cruzarse de brazos para apaciguar el frío. Tocó el timbre y Silvia abrió inmediatamente quien a ver a Marcelo lo abrazó y se largó a llorar. Marcelo se sumergió en los delgados brazos de su madre, pero no la abrazó, se mostró frío y distante. Iba a hacer así con todos, con su madre, su hermana y por supuesto con su padre.

- Hijo, ¿estás bien? – preguntó Silvia entre llantos. Marcelo asintió con la cabeza y se metió en su casa. Pasó de largo a Paula y se dirigió a su cuarto. Cerró de un portazo y se acostó, sin sacarse la ropa de colegio.

Afuera la conversación entre Silvia y el Padre Cesar fue normal, Silvia lo invitó a pasar a su casa, pero se negó. Cesar quiso ahondar en el motivo en el cual Marcelo se escapó de la casa, pero Silvia dijo algo parecido a lo que Marcelo le había dicho y el cura se convenció. Cesar le dijo a Silvia que podían contar con el si lo necesitaban y Silvia le agradeció. Paula escuchaba toda la conversación y asentía a todo lo que su madre decía, aunque supiera que no era verdad.

Cesar se despidió de Silvia y paula y se subió al auto que lo estaba esperando. Las ráfagas de vientos cada vez eran más fuertes y Cesar ya tenía frío. Llegando al auto, volvió a decirles que podían contar con él y una vez que el auto se puso en marcha, volvió a saludar. Silvia retribuyó el saludo ya más tranquilo por la vuelta de Marcelo y se dio cuenta que debía avisar a todos los que lo estaban buscando. Sabía también que el problema no había terminado y debía hablar con Ricardo para intentar convencerlo de que Marcelo se quede con ellos. Sabía que iba a ser un tema difícil, porque cada vez que ella intentaba tocar el tema, Ricardo gritaba y se iba. También sabía que valía la pena seguir intentando y quizás la huida de Marcelo lo había hecho recapacitar. 

Ricardo llegó a la medianoche y Silvia le tenía preparada la cena. Ricardo no preguntó por Marcelo. Hizo de cuenta como que no estaba en la casa y tampoco preguntó cómo fue que volvió ni como lo encontraron. Silvia iba a esperar al día siguiente para hablar con él y tratar de convencerlo. Al terminar de cenar, ella recoge los platos, la bebida y deja todo lo que sobró sobre la mesada. Ricardo se acercó y la tomó por la cintura. Quiso besarla en el cuello, pero ella lo esquivó. Él resopló enojado, pero no le dijo nada. Se dio media vuelta y se dirigió al dormitorio. Se quitó la ropa, se puso el pijama y se acostó. Apagó la luz y prendió el velador. Tomó el diario de la mañana y se puso a leer las noticias. No había tenido tiempo de hacerlo durante todo el día ya que estuvo de reunión en reunión. Cuando Silvia terminó de tomarse el té de todas las noches se dispuso a ir a dormir. Sentía que desde que pasó lo que pasó con Marcelo, algo de la relación con Ricardo se había roto. Hasta ese día, la relación matrimonial iba de parabienes. Con todos los altibajos que puede llegar a tener una relación, pero eran felices. Habían formado una familia hermosa, con hijos sanos, estudiosos y respetuosos, pero era la primera vez que rechazaba a Ricardo cuando este la abrazaba. Antes de ese evento, en el que Marcelo les había confesado que era homosexual y el violento rechazo de Ricardo, cada vez que el la abrazaba, o la acariciaba no podía rendirse a sus encantos. A pesar de los años que ya llevaban juntos la pasión entre ellos no había disminuido. Hacían el amor muy seguido y esos encuentros, por lo general nocturnos eran apasionados. Sin embargo, desde ese día, desde unas horas atrás, eso había cambiado. Lo rechazó, y eso jamás lo había sentido. Silvia suponía que era por el momento que estaba viviendo. Estaba cansada, preocupada y triste. Estaba convencida que cuando todo se solucionase. Cuando Ricardo aceptase a Marcelo tal cual es. Todo iba a volver a la normalidad. La pasión iba a volver.

Fue a la habitación. Se cambió y se acostó. Ricardo, dejó el periódico de lado. Se sacó los anteojos y apagó el velador. Se giró hacia el lado de Silvia e intentó abrazarla. Ella quitó su brazo de encima de ella. Él quiso meter su mano por debajo del camisón. Ella se volvió a quitar su mano de encima. – Hoy no Ricardo, hoy no – le dijo con tono de ruego. 

DESTINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now