CAPITULO 2

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CAPITULO 2

          Mimí estuvo esperando toda la tarde la respuesta al mensaje que le había dejado por la mañana a su mamá. Estaba en la oficina de su tienda y su humor no era el mejor. Sus empleados ya la conocían y cuando estaba en esos días no le preguntaban casi nada. Solo lo básico y necesario. Al mediodía atendió a un par de representantes que querían organizar un desfile. Uno era en Corrientes y otro en Bariloche. Escuchó la propuesta de ambos y quedó en contestar. Le dolía mucho la cabeza como consecuencia de la noche de desvelo. Seguía preocupada. Constantemente se le venía a la mente esa persona que había cambiado rotundamente su vida. Su forma de pensar. Quería volver el tiempo atrás. No podía. Ya era demasiado tarde. Su madre seguía sin contestar. Volvió a llamarla y el celular seguía apagado. ¿"Mi padre se habrá dado cuenta que nos vemos a escondidas"? se preguntaba en silencio. El clima era pegajoso y ponía de muy mal humor a Mimí.

          Al promediar la tarde decidió dejar la oficina. Dio un par de indicaciones a sus empleados. Se dirigió a su departamento de Ramos Mejía. Subió al auto y puso a Sol Gabetta para relajarse. Su mente intentaba despejarse pero no lo lograba. Recorrió Avenida Rivadavia con cuidado. Respetando cada señal y cada semáforo. Al pasar por Plaza Flores observó un accidente entre una moto y un colectivo. No había pasado a mayores. Eso la reconfortó. Siempre fue muy respetuosa del tránsito. Al llegar a Villa Luro el viaje se hizo más pesado. Volvió a empeorar el humor de Mimí. Miró por el espejo retrovisor. Se vio desprolija y despeinada. Meneó la cabeza dándose asco. En un atasco aprovecho para mirar el celular que había dejado dentro de la cartera. Ninguna respuesta de su madre. Antes de llegar a Avenida General Paz se encontró con un piquete. Se dio cuenta que no había luz. 

          El alto consumo de aires acondicionados debido al intenso calor provocó apagones en varios puntos de la ciudad. Rogaba que no pasase lo mismo en Ramos Mejía. Tuvo que agarrar otro camino. Más atascamiento. Sonrió al ver lo atinada que estuvo de salir con tiempo de la tienda. Miro el reloj. Hacía ya una hora que había salido. Mientras esperaba que el tránsito se alivianara agarró de su cartera una botella de agua mineral. Volvió a mirar de reojo su celular. Ningún mensaje. Nada. Al llegar a su casa iba a refrescarse y a ponerse a escuchar algo de música. Siempre y cuando hubiese luz. Volvió a retomar Avenida Rivadavia. Empezó a sentir el rigor del conurbano. La avenida estaba rota. Con mucho cuidado agarró cada pozo por temor a que se le rompa el amortiguador de su auto. Su Peugeot 206 gris metalizado estaba impecable. Como nuevo aunque ya tenía cuatro años. Había reemplazado a un Renault 9 bordó que había comprado con su primer desfile. Nunca quiso algo de su padre. No se hablaban desde hacia doce años. Luego de cruzar Avenida General Paz en solo quince minutos estuvo en Ramos Mejía. Dobló en Necochea y luego de hacer cuatro cuadras ingresó con su auto a su casa. Abrió el portón. Estacionó. Se bajó y saludó a una vecina que paseaba a su caniche blanco.

          -¿Cómo le va? – le preguntó amablemente a la vecina. Se acercó y acarició al caniche. – ¿Hubo luz por acá?

          -Si, por suerte sí. Todavía no ha explotado nada. Ojalá dure poco este calor.

          Mimí se levantó y miró a la vecina. Le sonrió. – Ojalá, mire que a mí me gusta el calor. Pero esto ya es demasiado.- se dio media vuelta e ingresó a la casa. Inmediatamente se sacó los zapatos. Fue al baño. Abrió la canilla. Empezó a preparar su baño de inmersión . Volvió al living. Abrió la cartera. Volvió a intentar llamar a su madre. No contestó. Cuando volvía a dirigirse al baño, tocaron el timbre. Fue hacia la puerta. Observó por la mirilla. Era Silvia. Silvia estaba viviendo en Cañuelas. Se habían mudado junto a Ricardo doce años atrás. Para Mimí fue un golpe duro porque no iba a tener cerca a su mamá. Podrían verse, pero debían coordinar las fechas para que su padre no supiera que se encontraban a escondidas. Fueron solo dos veces en doce años. Mimí no sabía que su madre venía a visitarla. Tampoco sabía que excusa le puso a su padre para que la deje ir.

DESTINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now