[ 2.12] Cacería

210 14 0
                                    


Tras aquel ataque en el callejón, el ministerio no pudo ocultar más los eventos ni la existencia de los mortífagos. Las desapariciones luego de ese día se alzaron y crecieron en los meses posteriores. El Ministro aseguró trabajar sin descanso para encontrar a los responsables y ajusticiarlos, los miembros de la Orden que de a poco conocían más nombres se vieron en la necesidad de encontrar una forma de dar con ellos, de obtener pruebas de sus actividades, a ciegas y sin pruebas, nadie les creería.

Una calma inesperada llegó cuando los primeros rastros de nieve comenzaron a caer a inicios de diciembre, en un silencio ensordecedor que sabían retumbaba dentro de la calma que precedía la tormenta.

Sirius que se había tomado inesperadamente bien su papel de padre, con sus pequeñas excepciones como cuando decidió  comprarle  a su hijo una escoba, el niño aun no daba muestras de magia, pero ellos decidieron acordar que esperarían a que se diese solo y que no harían nada para provocar el primer estallido de magia ahora deseando mejorar los métodos que sus padres y tutores hubieran usado con ellos. Altair era un bebe particularmente tranquilo como su madre, había dicho orgulloso Sirius, aunque era inevitable decir que mucho de su aparencia lo había heredado de su padre: el cabello, los ojos grises, hasta aquella expresión que Sirius hacía al juntar sus cejas y pensar demasiado en algo. 

─Creo que comienzo a desesperarme —pronunció Sirius mientras maniobraba las esferas del árbol de Navidad tratando de encontrarle los mejores sitios a la par que obtenía una mirada curiosa de James—. Las chicas han estado secreteándose desde hace horas.

—Déjalas, tendrán mucho de que hablar —recitó James ante un Sirius sorprendido de lo mucho que el matrimonio había calmado el carácter de su mejor amigo. 

Se preguntó entonces, ¿si se casaba se volvería de esa manera? Sino es que ya había cambiado en algo para ese momento. Incluso había iniciado una tradición con ella, pues  habían comprado tres adornos diferentes, uno por cada uno de ellos y prometido que lo repetirían el siguiente año cuando encontraron lo divertido que era buscar entre los aparadores un pequeño adorno que añadiera esa sensación de hogar. Del hogar y la familia que ambos habían decidido construir.

—Oye, para que te calmes un poco, —pronunció James rompiendo el silencio—, ¿Por qué no vamos con los Prewett? Les compre un obsequio.

—Sería divertido —acordó Sirius imaginando que tal vez podrían tener un pequeño juego de quidditch—. Vamos a decirle a las chicas —se apresuró a decir a la par que colocaba los adornos del árbol a toda velocidad.

Al dirigirse al salón de té en aquella enorme casa, Sirius llamo a la puerta entre abierta notando que ambas se quedaron en silencio inmediatamente.

—¿Qué pasa chicos? —preguntó Lisange con Altair en sus brazos posando una enorme sonrisa mientras jugaba con alguno de los mechones del cabello que su madre había hecho tomar un color purpura encendido.

─¿Hablaban de algo importante? ─ Preguntó Sirius.

─No ─respondió Lisange sonriendo un poco sospechosa.

—Solo hablábamos de los regalos —respondió Lily.

Sirius frunció el ceño al notar lo sospechosas que se miraban las dos.

─Oigan Sirius y yo pensábamos ir con los Prewett, ¿les parece bien? —preguntó James, si iban a aquella hora regresarían sin problema a la cena—. Prometo que no demoraremos, solo les dejare un obsequio que compré y juro que cuidare de este —acordó dando un cabezazo en dirección a Sirius.

─Eso es precisamente lo que más me da miedo —comento Lisange, divertida.

─La verdad no puedo culparte por pensar eso —pronunció Sirius encogiéndose de hombros.

La vida Secreta de Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora