[3.1] → ¡Está en Hogwarts!

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Durante aquella noche de tormenta, había aparecido tan pronto se le había informado de las noticias. 

La puerta del cuarto se abrió dejando que el hombre alto y de porte elegante corriese dentro de la habitación dejando huellas de agua a su paso, su cabello negro goteaba las gotas de lluvia atrapadas y una sonrisa enorme surcaba su rostro, en sus ojos grises había más esperanza de la que jamás había sentido.

—¿Dónde esta? —preguntó sin poder contener la euforia en su voz.

Lamentó haberse perdido el momento debía haberse quedado con ella y no hecho caso cuando le invitaron a salir aquella noche, al ver a Lisange recostada en la cama notó que ella no estaba enfadada, le miraba de manera cálida, estaba hermosa con un pequeño bultito que se removía entre sus brazos.

—Es hermosa —recitó ella con dulzura conteniendo una sonrisa entre los labios que su esposo atrapo con el más hermoso de los cariños.

—¿Es una niña? —Pronunció con esperanza, amor, ilusión, todo aquello unido en su cuerpo mientras Lisange asentía que así era, tenían una hija—, ¡tenemos una hija!

Lisange quería abrazarlo con fuerza sin importar que estuviese mojado y helándose, en aquella habitación con la chimenea encendida era más cálido, todo estaba bien ahora, estaban juntos. Sirius por su parte, estaba enérgico de alegría, reía nervioso e incluso el beso que planto en los labios de su esposa fue tan inocente que sintió no era él, se sentía en otro mundo. Pronto, la alegría en la voz de Sirius celebrando la llegada de su hija se interrumpió por el llanto de la bebé en los brazos de su esposa, sorprendido Sirius miró a Lisange quien lo miraba con un dulce reproche y llevó sus ojos grises a la pequeña niña.

—Oh no pequeña, no llores —pronunció tomando a la bebé en sus brazos de manera delicada, si con Altair apenas al verlo había surgido un amor tan grande que no podía describirlo, ahora que tenía a su pequeña hija en sus brazos no comprendía como es que cabía y había surgido aun más amor de la nada para ella—. Mucho gusto en conocerte —replicó dulcemente besando la frente de la pequeña—. Soy Sirius tu papá, seguro debes recordarme por narrarte historias estos últimos meses. Todo está bien, jamás dejare que te hagan daño.

Sirius la mecía con el más profundo amor mientras el llanto de la pequeña cedía, había aprendido como hacerlo cuando su primogénito, Altair era un recién nacido, así que ya tenía práctica. Miró a la pequeña, tenía cabello oscuro como el de él y una piel tan blanca como la de Lisange. Acercó su mano a la manita de la bebé quién respondió sujetándole con fuerza. Era hermosa, no había más manera de describirla. La bebé abrió un poco sus ojos y aunque era muy pronto para saberlo con seguridad estaba casi seguro que tendría los ojos de su esposa, en ese momento era el hombre más feliz del mundo.

—Va a ser una belleza y como no lo sería, nosotros somos sus padres. 

—¿Y ese egocentrismo sorpresivo? —preguntó Lisange en broma.

—Es evidente, lo sé. Tendrá vuelto locos a todos en Hogwarts, deberé cuidarla de Neville y claro, de Harry si sale a James —se rió y dirigió una mirada a la puerta dónde su mejor amigo le miraba con una enorme sonrisa.

Entonces se dio cuenta de nuevo. Era un sueño.

Aquel sueño se repetía de la misma manera incesante que lo había hecho esos años.


El sonido incesante del agua goteando por entre las grietas le acompaño mientras se desperezaba de aquel sueño, había sido agradable como siempre antes de sentir la tristeza inmediata por la perdida de su mejor amigo, por no poder conocer a aquel bebé y estar presente en su nacimiento. ¿Habría sido niña, habría sido niño? ¿Cómo se llamaría? Se pregunto al recordarse que era mejor evitar que algo de felicidad  e ilusión se posara en él, sabía lo que ocurriría. Se acercó al plato de comida en el suelo y tomó el último pedazo de pan que había guardado dos días atrás, estaba hambriento la noche anterior no le habían llevado su cena y había transcurrido mucho tiempo desde que la elfina le llevaba comida y notas que apenas leía debía destruir, aquella ayuda duro apenas unos meses cuando un auror en una de las pocas entradas  de revisión a las celdas encontró restos de la comida así como cosas que no encajaban en la celda. Claramente, Sirius fue interrogado sobre ello con amenaza de recibir el beso si no decía nombres, la respuesta de Sirius era la misma: «envíos de mis admiradoras», una respuesta como esa le costó varios castigos por supuesto y pronto las visitas cesaron inesperadamente antes de enterarse si su segundo hijo ya había nacido, muchos temores acudieron a él pensando que tal vez habían descubierto la identidad de los emisarios y se culpaba pensando que Illy o Lisange estuviesen en Azkaban y contra eso había decidido simplemente pensar que algo habían hecho para impedir que la elfina siguiera apareciendo. 

La vida Secreta de Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora