҉ La enseñanza de la Abuela҉
— Hubiera ido con ellos. – dice Arlyn a la nada, paseando sus manos por el barandal de una de las casas vecinas.
Va sola de regreso a casa después de un día muy fastidioso en clase de violín, pues salió regañada por romper una de las cuerdas, pero ¿cómo no hacerlo? Una compañera le había comentado que las cuerdas de su instrumento eran de las más costosas y que por ello estaban hechas con intestinos de gato.
No sabe si es verdad o no, pero el simple hecho de imaginarlo le produce nauseas. Niega con la cabeza, se pasa una mano por su ridícula trenza y presta atención en donde camina y a donde va, pero se queda totalmente quieta al ver a lo lejos a Abraham.
El corazón se le acelera, el cuerpo le tiembla y una sonrisa se dibuja en sus labios. ¿Lo haría? ¿Se atrevería a decirle lo enamorada que está de él?
Espera, ¿acaso estaba loca? Una mujer no podía hacer eso, quedaría como una fácil, peor aún: una urgida. Tiembla ante la imagen de su padre viéndola con desaprobación y su abuela diciéndole que había insultado a su familia con semejante acto.
Asustada hasta los cimientos, baja la mirada y camina, rezando para que Abraham no se dé cuenta de su presencia, pero vuelve a quedarse quieta al escuchar el vergonzoso sonido de un gemido. Alza la cabeza, encontrándose con una escena que ni en sus peores pesadillas había imaginado.
Su hermoso chico de ojos miel besando a una mujer y no cualquier mujer; es su maestra de violín.
Las lágrimas golpean con fuerza y echa a correr, no sabe cómo pues todo el cuerpo le duele. Más el corazón que parece partirse a cada latido. Corre hasta verse refugiada en su cuarto y suelta en llanto, abrazándose a un ridículo peluche de oso que hace años su hermano le regalo.
˂˂El amor apesta˃˃ fue lo que pensó entre lágrimas, sollozos y esperanzas rotas.
Los golpes contra la puerta fueron lo que la despertaron de ese asqueroso recuerdo, maldice en voz baja y busca en la habitación aquel putishort que llevo el día de ayer, pero al no dar con él, suelta un suspiro.
Tal vez Samantha le podría prestar uno ¿no? Espera que sí, porque eso del nudismo no era lo suyo. Ayer lo comprobó; eso que se marcaran los pezones era como indicar una dirección. Abre la puerta, dispuesta a pedir una prenda, pero sus pies chocan contra algo suave y baja la mirada. Ropa color blanca ¿acaso no había más colores? Negro, quizás. Aunque, bueno, a caballo regalado no se le ve colmillo o cómo sea que fuera.
Ase la ropa, colocándose primero el pantalón y en el trayecto a la puerta se coloca la blusa; vestida así se parece a su abuela. No le agrada para nada eso, pero debe admitir que aunque su abuela fuera loca demente amante de los hombres golpeadores, tuvo uno que otro detalle lindo con ella.
La toalla de Hello Kitty, un lindo vestido azul que ella amo muchísimo y una diadema, la cual le encantaba usar siempre, pero después...
Los golpes se vuelve insistentes y Arlyn duda en abrir la puerta, ¿estaría Samantha? Y si sí, ¿por qué no abría la puerta ella? Tal vez era visita no deseada o era Sam queriendo entrar, porque las llaves de le han quedado dentro. Es una posibilidad y aun así una pizca de esperanza se instala en su pecho, ¿sería Abraham?
˂˂ ¡¡Claro que no tonta!! ¡Deja de pensar en él! ˃˃
Abre la puerta y es José, quien al verla sonríe radiante, como si le diera gusto verla.
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El Caso Sigue Abierto; El Imre de Arlyn (segunda parte de ECA) (editando)
Mystery / ThrillerPor más que intentes estar listo para lo que la vida te prepare a futuro, ella te dejara en claro que es lo más idiota que puedes hacer, porqué le encantan las sorpresas. Sean buenas o sean malas. Eso David Alberto lo aprehendió, pero ¿y su hermana...