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҉ Las crudas verdades ҉

El insoportable dolor de cabeza es lo que la hace despertar, pero no abre los ojos. Es mucho trabajo para hacer tan temprano. Respira hondo, quiero que todo deje de dar vueltas y, más que nada, que lo haya pasado ayer no fuera verdad.

¿Había permitido a José, besarla? Oh, Dios, eso definitivamente estaba mal. Él era un chico dulce y muy atento a ella, pero no le gustaba y el permitirle besarla sólo le daría falsas esperanzas, porqué ella ama todavía a Abraham. Lamentablemente. Tal vez, viéndolo y yéndose de ahí deje de hacerlo, reza porque así sea.

¡¡¿¿En verdad había visto a David??!!

Abre los ojos rápidamente y se endereza, encontrándose en la cama de Miguel. Suspira, se pasa la mano por la cabeza, ya acostumbrada a no encontrar su largo cabello y lo agradece. Hubiera sido un asqueroso desastre vomitar y tener el cabello largo, lo sabe por experiencia. El sonido de pasos acercándose la hacen salir de su ensimismamiento, voltea hacía la puerta y sonríe al ver a Miguel, quien le sonríe de vuelta.

Como desea Arlyn que ese hombre hubiese sido su abuelito, en vez del vejestorio que cada vez que tenía oportunidad la llamaba machorra.

— Buenos días, muchacha. ¿Cómo se siente? – en verdad, ¿por qué ese señor no podía ser su abuelito?

— Con mucho dolor de cabeza, boca seca y garganta irritada.

— Sí, eso solo significa que tuvo una buena borrachera ¿verdad? – Miguel se ríe, extendiéndole un vaso con agua y una pequeña pastilla blanca. – Tenga, es para la cruda.

— Es horrible lo que hace el alcohol; no vuelvo a beber.

— El beber reúne, hace olvidar y saca muchas risas.

— Deje que me besara, quiero decir: eso definitivamente no me da risa. – coloca la pastilla lo más cerca de la garganta que puede, antes de darle un trago al agua y poderla pasar. Hace una mueca de dolor, vaya que la garganta estaba irritada. – Recordé más cosas ayer que otros días y definitivamente con lo único que me reunió fue con una alucinación de mi mierda de hermano y el suelo.

— Tal vez no a todos les caiga tan bien el alcohol.

— Es asqueroso.

— Tú eres asquerosa.

Y no lo duda, tampoco es que lo piensa. Se lanza contra David Alberto que recién acaba de entrar a la habitación, solo a unos pasos de haber pasado la puerta, y logra derribarlo. Le deja ir los golpes, uno tras otro.

Contra el rostro, contra el pecho. Le aparta las manos y vuelve a golpearle, no está segura en qué momento comenzó a llorar, pero sigue golpeando. Su hermano no se queda atrás, le golpea contra los costados cada vez que puede y trata de empujarla lejos, Arlyn no se lo piensa permitir. Le molera a golpes. Lo hará mierda.

Unas manos le sujetan por debajo de la axila, alejándola de David Alberto y mientras él se levanta, ella hace de todo por zafarse e ir de nuevo contra ese tipo que la abandono. Que no la ayudo.

— ¡¡¿¿Qué haces aquí??!! – grita, removiéndose entre el agarre que Miguel ha empleado contra ella. Un simple abrazo que mantiene sus brazos pegados al cuerpo, a pesar que es fácil de soltarse... no lo hace. Sabe que al hacerlo irá directamente al suelo y tendrá que ver a David hacia arriba, está harta de eso. – ¡¡Tú no deberías estar aquí!!

— Deja de gritar, pareces loca de telenovela. – murmura su hermano, pasándose el dorso de la mano por los labios. Hay sangre. – Además, ¿no hay un: "Gracias por venir, hermanito"? Ya sabía yo que no le convenías a Abraham.

El Caso Sigue Abierto; El Imre de Arlyn (segunda parte de ECA) (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora