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҉ Extraña ҉

Arlyn despertó a las cinco de la mañana, pero se levantó del suelo cuando el reloj dio las seis. No se siente con fuerzas ni con animó, había tenido un horrible sueño... mejor dicho, un desagradable recuerdo. De alguna forma tiene que encontrar la solución a eso, tal vez terapias intensivas.

Respira hondo, pasándose las manos por el cabello esperando desenredar un poco aquellos nudos que se hacen al dormir, pero ¡Oh, sorpresa! Con dos centímetros de cuero cabelludo no se hace ni una coleta.

Ve a todos lados en la habitación, pero no encuentra ni un espejo y teme por ello. ¿Se verá bien? ¿Y si se parece a uno de esos monstruos de Soy leyenda? ¡Dios, no! Cubre su cara con ambas manos, necesita relajarse y armase de valor, tarde o temprano tendrá que salir para comer algo o para defecar, incluso dar un paseo por aquella ¿ciudad? ¿Pueblo? ¿Provincia? Sigue sin saber dónde está y eso le está afectando, más porque ahora que lo analiza tampoco sabe en qué fecha está.

De una cosa está segura y es que no ha llegado ahí por azares del destino, la secuestraron junto con Abraham y... ¿y luego qué? ¿Ellos fueron los secuestradores o ellos los salvaron de los malos? Su cabeza está hecha un lio y un aguijonazo de dolor le comienza a dar en el pecho, así que da por hecho que es hora de salir y comenzar una investigación por sus propios medios.

Los cuales desconoce porque jamás en su vida ha tenido que hacer algo fuera de la cocina o del cuarto de música.

Sale de la habitación, ve a ambos lados del pasillo notando la tranquila calma que llena el lugar y pasa a la puerta frente a la suya, entrando así al baño. Se retira el vestido y lo deja caer a los azulejos que adornan el suelo, hace primero sus necesidades del día y después toma un baño. El agua le ayuda un poco a relajar los músculos de hombros y espalda, pero se siente tan extraña.

Antes, con su cabello largo y en casa, solía acabarse un bote de shampoo por semana y ¿ahora? Está segura que con tres gotas queda más reluciente que los pisos de una catedral.

Al acabar, se queda ahí frente del espejo que se encuentra sobre el lavamanos, piensa en lo idiota que ha sido al bañarse sin llevar ningún cambio y en lo ridícula que se verá gritando a Samantha, su recién conocida compañera de cuarto, por ropa.

Por otro lado, ve su reflejo. Arlyn no puede quitarse esa sensación de extrañeza, su cabello ya no está. Lo que sus padres pidieron que cuidara tanto, ya no está y... es increíble. Una enorme sonrisa se dibuja en sus labios, ¡es libre! Sus padres ya no le dirían qué hacer ni su hermano se metería entre las piernas de quienes fueran sus amigas o maestras. ¡¡Bendito el Señor por eso!!

Voltea a ver la toalla, sonríe de lado y se la coloca en el cuerpo como si de un vestido se tratase, y sin más sale del baño. En casa su padre pegaría grito al cielo y su madre bajaría la cabeza con temor, su hermano solo la vería un breve momento y diría "¿Seguros que no podemos meterla en algún convento?"

Al llegar a la cocina, se encuentra con Samantha. El cabello está recogido en un chongo desordenado y viste con una simple bermuda y blusa de tirantes, nada de lo que usa se ajusta a su cuerpo ni hace acentuar su figura, cosa que Arlyn siempre tuvo que lograr para que su padre le diera una simple palmada en la cabeza, un tipo "buena chica" ¡¡Ella no era ningún perro!!

Espera... ¿no trae sostén?

— Buenos días, ¿qué hay para desayunar? – pregunta formalmente y se detesta por eso, tiene que empezar a cambiar algunas cosas. No es una Ninochka, tampoco una hija de papi. Es ella. Es Arlyn y puede ser quien es en realidad.

El Caso Sigue Abierto; El Imre de Arlyn (segunda parte de ECA) (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora