Capítulo Cuatro

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Elric caminó hacia Olaf haciendo una pequeña reverencia como agradecimiento y empezó a pasar los trajes de su padre de un lado a otro, buscando algo que se acomodara a la preferencia de colores de cada uno. A su vez, el hermano menor se pasó hacia donde estaban los zapatos, resistiéndose a rebuscar entre las zapatillas de su mamá y mordió su labio inferior.

—¿Por qué nunca pensamos en venir a revisar esto? —preguntó al rubio.

—Tal vez porque pensamos que era demasiado doloroso, ¿no?

—¿Ah sí? Yo creí que a ti no te llamaba mucho la atención —sonrió y su hermano frunció el ceño y le devolvió la sonrisa negando con la cabeza.

Cada quién regresó a su tarea, pero pasado un tiempo, ninguno de los dos estaba muy seguro de qué era lo que estaban observando, pues a pesar de que cada vez había un poco más de luz natural, no era suficiente.

—Tal vez deberíamos de ir a buscar velas… —sugirió Adam.

—¿Eso no es peligroso? —preguntó Olaf, que se encontraba recostado en el piso.

—Sí, sí lo es —el ojiazul más grande pasó una mano a su barbilla mientras pensaba.

—¿Se te ocurre alguna otra solución? —dijo el pelirrojo haciendo un puchero.

Elric comenzó a dar pequeñas vueltas por la habitación cuando de pronto se detuvo y empezó a mover las manos haciendo círculos como si estuviese formando algo. Una pequeña luz empezó a generarse, creciendo poco a poco mientras los otros dos lo miraban boquiabiertos y cuando el rubio consideró que ya era suficiente, comenzó a dividirla en pequeños trocitos luminosos de nieve flotante, sonriendo satisfecho.

—Ten éstos —le dijo al menor mientras le acercabas unos cuántos—, tú también puedes tener uno —le cedió otro al muñeco, que sonrió ampliamente mientras lo tomaba con su ramitas.

—¡Elric, no sabía que podías hacer eso! —exclamó Adam dándole un toquecito a una de las luces.

—Yo tampoco —rio el chico encogiéndose de hombros—, sólo recordé que tenía algo así como… hielo luminoso en el castillo de la montaña del Norte, ¿recuerdas? Porque en realidad era un lugar oscuro por dentro, pero partes del hielo en la pared daban un efecto de antorchas…

 —Oh… claro… —susurró el menor recordando el suceso.

Se generó un breve silencio incómodo que Olaf decidió romper pasando por en medio de ambos chicos,  jugando con su lucecita como un niño jugaría a no dejar caer su globo al piso, causando que los hermanos lo miraran mientras sonreían por la graciosa expresión en la carita del muñeco.

Regresaron al armario a ver, ahora con luz, lo que ellos habían creído correcto unos momentos, reaccionando con muecas de desapruebo hacia las ropas exageradamente ostentosas y los zapatos ridículos que habían apartado.

—Podría haber jurado que papá tenía mejor gusto —comentó con sorna el menor.

—Pues ya ves… —dijo el rubio mostrándole a su hermano un saco con brillos dorados y detalles rosados en las mangas ya descolorido con un toque extraño de arlequín.

—Tal vez lo utilizó en una fiesta de disfraces cuando era joven —se carcajeó el chico tratando de defender el extraño gusto en ropa de su padre en vano.

—Podría ser… —botó el saco de vuelta al armario y fue entonces donde avistó un traje más estilizado, se trataba de una camisa de cuello largo tipo gótico con pantalones para ser vestidos pegados al cuerpo y un chaleco finamente bordado a juego con lo demás, todo de un conveniente color blanco.

—Wow —soltó el menor cuando el muchacho sacó el traje estirándolo para apreciarlo mejor.

—Lo sé… es perfecto, ¿no lo crees? —dijo con una gran sonrisa satisfecha.

—¡Por supuesto! Oh, espera —el pelirrojo se volteó hacia los zapatos buscando un par adecuado, sacando unos zapatos con punta color mármol con un poco de tacón—, adecuados para el rey de la nieve.

—Suplente de la reina de la nieve, por favor —dejó claro mientras pasaba a dejar el traje a la cama y le retiraba los zapatos de las manos.

Adam asintió poniendo los ojos en blanco asumiendo su error, girándose a la dirección del pequeño Olaf explicándole los cambios y el pequeño plan sin mucha forma que armaron en su habitación momentos antes de querer salir a por la ropa.

—Ya veo, claro… ¿Cómo es que harán para darse a conocer con el reino? —quiso saber el muñeco—. Su idea en sí es buena, ¿pero cómo van a hacer que suceda? —dijo tratando de darse a entender.

—Eh… no lo sé —sonrió el pelirrojo haciendo una mueca.

—Tal vez si… jum… —trató de seguir pero se distrajo terriblemente con su nievecita de luz.

—¡Olaf! —exclamó Elric acercándose mientras chasqueaba los dedos—. Ups, lo siento… —susurró notando que aquello había sido un poco rudo.

—¿Eh? Oh, lo siento, me dejé llevar —sonrió con ese lindo aire inocente que les impedía enojarse de verdad con él—. Creo que tal vez deberían de ir a los cuartos de huéspedes… o tal vez salir hoy por la noche y llegar mañana por la mañana en uno de nuestros carruajes…

Los dos muchachos se observaron, perplejos de que el pequeño pudiera pensar así, no es que lo creyeran bobo o incompetente, sino que creían que era como un niño pequeño todo el tiempo, a veces incapaz de razonar coherentemente. Con aquel comentario, Olaf les había mostrado una puerta abierta que ninguno había volteado a ver, dándoles pauta a un gran y mejorado plan.

—¡Claro! —dijo el ojiazul mayor—. ¡Eres todo un genio!

—Entonces… eso quiere decir que debemos darnos prisa —agregó el menor.

—Y-yo puedo decir que siempre estuve enterado, ¿no? —intervino el ojinegro.

—Oh, sí, eso… —Adam frunció el ceño dudando un poco de aquel plan—. Creo que… lo estamos complicando…

Todos permanecieron calladitos, sumidos en sus pensamientos por un instante, después Elric quebró el silencio aclarándose la garganta.

—Chicos, supongamos que conocimos a la realeza de Arendelle en la coronación, que después de ver el gran problema volvimos a buscar a la reina para hablar y entonces surgió esta gran idea de cambio, siendo que el único enterado es Olaf, ¿vale?

Los otros dos intercambiaron miradas, para luego volverse a Elric y asentir, dejándolo continuar.

—Me parece bien organizado, ¿cierto? —preguntó para rectificar una vez más.

—Sí, sí, funciona por ahora. Igual podemos perfeccionar todo con el paso del tiempo~

—Esperemos que no sea demasiado… —se quejó un poco el hermano mayor.

—Oh cierto, es que ya empiezo a acostumbrarme —afirmó el pelirrojo como si ya llevase así de toda la vida, sin considerar los problemas que suelen tener los hombres con algunos aspectos de su cuerpo.

Acto seguido de confirmar el plan, los chicos regresaron al montón de ropa, ya un poco más desesperados por encontrar el atuendo perfecto para Adam, entonces, los dos se quedaron boquiabiertos al descubrir lo que sería el atuendo del menor…

**

¡Oh chicas (¿y chicos?)! De seguro me odian en el fondo por mi GRAN tardanza, yo lo sé :c 

Coloqué en mi "bio" que me dolía mi manita derecha por la posición que tomo al dibujar y escribir digitalmente, entonces eso me retrasa un poco. Pero como ven, ésta vez escribí un poco más, tratando de satisfacer su sed (?) c:

La verdad que yo les dedico cada capítulo de esta serie a TODOS y TODAS las que lo leen, ni la historia ni yo seríamos nada sin ustedes :'D

Gracias por aguantar y leer, si tienen alguna sugerencia que quisieran que colocara en la trama, háganmela llegar por un mensanje privadito, para no darle spoilers a los demás ^^

Quisiera prometer que no tardaré en subir la próxima parte pero prefiero caer de sorpresa que romper mi promesa -eso rimó-.

Cambio Inesperado - Frozen Fan FictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora