Prólogo

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El sonido de mis pisadas resuena en el largo callejón, la luna apenas logra iluminar el espacio, pero eso no es suficiente para no notar el líquido rojo intenso manchando mis manos. Mis pasos son torpes por lo que tengo que recostarme de una de las paredes viejas y mohosas para mantener el equilibrio y no caer al sucio suelo.

Observo mi ropa, la cual cubre lo necesario pero no me protege del frío ni de las escorias. La verdad no estoy segura si estoy temblando por el frío o por lo que acabo de hacer, tal vez ambas. Aunque no puedo ver mi cara sé que mis ojos deben estar rojos al igual que mi nariz y no precisamente por la baja temperatura.

Me siento totalmente perdida, no creo tener un lugar seguro a donde ir ni nadie de confianza con quien quedarme por lo menos esta noche. Estoy sola. Siempre he estado sola.

Veo el objeto punzante en mi mano, con el cual segundos atrás asesiné a aquel hombre de mirada lasciva y salvaje. Él me iba a violar, eso era seguro, como también lo es el hecho de que si me atrapan me asesinaran pues el tipo que maté era alguien muy peligroso, más concretamente, era un mafioso, lo sabía, como también sé que cuando sus secuaces se enteren de su asesinato seguramente buscaran hasta debajo de las piedras para encontrarme y torturarme de la forma más cruel posible. No lo dudo.

Mierda, estoy muerta.

― Hola ― una voz ronca me saca de mis cavilaciones, de forma inconsciente llevo el arma frente a mí para defenderme de mi posible atacante.

Un hombre de quizás unos 50 y tantos años, cabello castaño algo canoso, ojos de color verde claro y tez blanca es el causante de mi estado en defensiva. Su mirada no parece amenazante pero aun así no me confío ni bajo el arma improvisada.

― Baja el arma, cariño, puedes hacerte daño con eso ― alza su mano hacia mi dirección para quitarme el vidrio cortando que sostengo en mi mano derecha, no se lo permito.

― ¡Aléjese! ― gruño, tratando de que el miedo no se filtre en mi voz.

― No te haré daño ― promete, esta vez colocando sus manos a los lados de su cabeza, su mirada es apacible pero estoy completamente segura que está armado. Todas las personas que asisten a Red Night lo están.

Comienzo a analizar al hombre: traje color negro implacable, camisa blanca y corbata de color rojo, cabello perfectamente peinado hacia atrás, un par de anillos en su mano derecha y zapatos relucientes. Creo que el hecho de estar alterada no me permite evaluarlo de manera correcta y coherente.

Decido volver mi mirada a sus ojos color verde, los cuales permanecen herméticos.

― Sólo váyase.

Una ráfaga de viento se filtra por el solitario callejón hace que mi piel se erice debido al frío de la noche, y también por no saber qué ocurrirá.

― Vi lo que hiciste ― lleva sus manos a los bolsillos de su pantalón de color obscuro con despreocupación.

― No sé a qué se refiere ― farfullo sin poder evitar que mi voz y manos tiemblen un poco.

― Mataste a un hombre, uno muy peligroso.

Esas palabras son suficientes para que mi sangre se congele, tan frío como la noche. Muerdo mi labio inferior con fuerza antes de dejar salir un corto suspiro tembloroso de derrota.

― Si quiere que le diga que me arrepiento por matarlo, no lo haré ― mascullo con enojo latente en cada palabra, puedo sentir las lágrimas picar mis ojos pero no las permito salir, no ahora.

― Él te iba a violar.

Tenso cada uno de mis músculos al oír aquella declaración que ya sabía, lo sabía desde que su mirada, desorbitada por las drogas en su sistema, se posó de forma pervertida y asquerosa por mi cuerpo apenas cubierto por mi ropa de trabajo. Tampoco me sorprende, no es la primera vez que me pasa, algunas veces logré salir ilesa debido al gas pimienta que suelo llevar en mi bolso; otras no corría la misma suerte, lamentablemente esta fue una de esas veces.

Reina De La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora