Capítulo 12

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El frío cala hasta mis huesos a pesar de estar cubierta por mi chaqueta de cuero

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El frío cala hasta mis huesos a pesar de estar cubierta por mi chaqueta de cuero. Mis manos perdidas en mis bolsillos me permiten tantear la caja de cigarrillos y el metal frío del encendedor. Mi vista adaptada a la poca luz que producen los faroles y la luna en estado menguante libre de nubes me permite observar al hombre encapuchado que entra en el gran camión lleno de mercancía: marihuana. Mi respiración es pausada y tranquila, no puedo permitir que sentimientos algunos me saquen de mi concentración, de mi objetivo.

Sólo cuando el gran hombre pone en marcha el camión es que me permito salir de mi escondite. Desde mi lugar puedo ver a mis hombres quienes se encuentran dispersos en distintas partes del lugar en espera de mi orden. Crooson, quien siempre estuvo detrás de mí, ahora se posiciona a mi lado con mutismo absoluto.

Falta poco.

Saco las manos de mi bolsillo y tomo el arma que descansa en mi cinturón, con calma quito el seguro. De reojo noto como mi mano derecha imita mi acción sin apartar la vista del frente. Deslizo mi mirada hasta que ésta se topa con Heath y es entonces cuando hago la señal, un simple movimiento de cabeza que desata el caos.

De forma rápida y sorpresiva salimos todos de nuestros escondites a sabiendas que tenemos todo el lugar rodeado. La poca luz en ciertas zonas no ayuda mucho pero no me permito dudar cuando de entre el edificio casi abandonado varios hombres salen por el sonido del gran camión deteniéndose abruptamente por los disparos proporcionados de las armas de los chicos cerca del portón de salida del embarcadero del Río Hudson. Una parte de mi cabeza me grita que ellos estaban preparados para nuestro ataque pero no dejo de disparar en dirección a las personas que salen del edificio.

Logro ocultarme en un contenedor mientras ágilmente cargo mi arma con nuevas municiones, puedo ver como Byers a unos metros de mí, detrás de un bote de metal lleno de quién sabe qué. Él me hace una seña que comprendo por lo que asiento y saco mi otra arma guardada en la parte trasera de mi pantalón y entonces, sólo entonces, salgo de mi lugar. El sonido de los disparos continúa llegando de forma algo aturdidora a mis oídos pero no detengo mis movimientos. Miles pasa a mi lado imitando mi acción, haciendo así una cortina corrediza de disparos dificultándoles el decidir a quién disparar; ahora yo me encuentro tras el bote de metal oxidado y él detrás del contenedor de color verde desgastado, ambos sin un rasguño.

Vuelvo a recargar las armas, mi respiración en este momento se encuentra alterada por la adrenalina que corre por mi cuerpo, eso aunado con un pequeña dosis de cocaína inhalada hace menos de media hora en mi mansión, algo que siempre hago para mantener el control, aunque de vez en cuanto decido utilizar algo más suave como los cigarrillos en mi bolsillo derecho.

Me permito escuchar con atención todo lo que hay alrededor. Las balas viajando a gran velocidad propulsadas por el estallido de la pólvora dentro del arma. Algunos gritos desgarradores por las balas que logran alcanzar los cuerpos desconocidos. Los bramidos de personas dando órdenes. El camión en neutro estrellado contra una pared de concreto. El suave movimiento del agua. Mi respiración artificial. La brisa que sopla con intensidad variada que congela el clima y que provoca el vaho que sale de mi boca, sin lograr arruinar mi visión. Todo eso lo percibo gracias a la adrenalina.

Reina De La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora