Según el calendario de su computadora ya era 28 de diciembre y su cabeza estaba en crisis, el regalo que había pedido para Jaehwan se había extraviado en el servicio de paquetería y debido a las fechas, sería algo casi imposible de recuperar, o al menos intacto o al menos a tiempo, ya que su sobrino quedó en visitarlo para el día 2 de enero sin falta. Y para empeorar el asunto, debía ir al supermercado, porque ya no tenía servilletas de papel, champú y su cereal preferido se había acabado desde hace dos días. Quería morirse, detestaba la simple idea de salir al exterior, pero debía hacerlo así que, casi como un crío, a regañadientes, salió de su hogar, subió a su auto el cual casi se pudría de estar sin uso en la cochera y se dispuso a ir al supermercado que más cerca le quedaba. Nunca le había gustado usar el estacionamiento azul, ni la tarjeta o la etiqueta vehicular del mismo color putrefacto, ese azul con blanco que lo catalogaba como discapacitado; una parte de él porque no le agradaba llamarse así, y otra porque creía que otras personas necesitaban más de ese cómodo beneficio. Así que estacionó su auto en un lugar casi al centro del estacionamiento y caminó hacia las puertas del supermercado, refugiándose del mundo exterior al ponerse auriculares para distraerse con música al momento de realizar sus compras.
Debido a la hora, y a las fechas, el lugar estaba bastante solicitado, lo cual le hizo sentirse aturdido, pues se había acostumbrado con rapidez a la calma, el silencio, la evasión a las personas físicas, pero tenía que adaptarse al menos el tiempo que durara adentro del supermercado. Lo cual le costaba bastante trabajo.
-Deje le ayudo. –Se vio conmovido, muy en el fondo, cuando en medio del pasillo de los cereales y galletas, una mujer se estiraba con suma fuerza para alcanzar una caja en específico de galletas, las cuales estaban hasta la cima del estante. -¿Éstas son las que buscaba?
-Sí, muchacho. Gracias en verdad, a mi hijo le gustan mucho.
-Son galletas que a todo niño le gustan. –Sonrió un poco, dejando su música pausada para poder charlar con ella sin lucir grosero.
-Claro. –Rió con suavidad la mujer, palmeando uno de los anchos hombros de Hongbin. –Mi niño vino conmigo, pero cuando lo ocupo para alcanzar algo siempre lo pierdo.
-¿Ocupa que lo busque? Es peligroso que un niño...
-Mi niño tiene ya veinticuatro años. –Aclaró con una sonrisa, avanzando un poco. –Pero me alegra que me ayudaras.
-Ah, s-sí. –Asintió con torpeza, carraspeando su garganta.
-¡Ma~! Adivina qué hay en oferta para mi Punch.
Se giró a sus espaldas para ver al dueño de aquella voz, sintiendo por un momento que todo su cuerpo tembló al tenerlo de frente, pasando saliva con notorio nerviosismo pero sin tener la fuerza para dejar de observarlo. Una vez más lo tenía de frente, pero por alguna razón aquella situación lo hacía sentir más alterado de lo usual, pudiera ser porque no se encontraba en su casa y no tenía el poder de refugiarse con la privacidad que quería.
-Mira lo que encontré, Hyukkie. –Presumió con encanto la señora, creando que su hijo se tornara penoso y silencioso por completo, sin atreverse a ver al chico que estaba frente a sí e ignorando totalmente lo que había conseguido para su mascota.
-Ah, sí. –Apretó sus dientes un momento antes de morderse la parte interna de su labio inferior, sin saber qué maldito gesto poner.
-Gracias por cierto. –La mujer sonrió hacia Hongbin, quien apenas asintió un poco y se marchó sin causar algún alboroto.
Porque estaba en shock, con el pánico atorado en el centro de su pecho. El resto de sus compras las realizó de manera automática, como si hubiera algo en su cabeza que le mantuviera alerta a las cosas más comunes, como no chocar contra otras personas, o tratar de ser paciente cuando un niño se entrometía correteando en el pasillo de limpieza. Su cabeza estaba tan del carajo que duró más de lo pensado parado frente a los estantes de champú observando las mismas botellas una y otra vez, como si no supiera razonar de qué eran todos esos recipientes cilíndricos multicolor.
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NEIGHBORHOOD
FanfictionA Hongbin le gusta mucho su vecino-no-vecino, pero no sabe ni cómo se llama, porque solo lo observa día con día desde su terraza. A Sanghyuk le comienza a llamar la atención su vecino-no-vecino, quien lo observa todos los días desde su terraza.